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La ridícula “colatón” en Transmilenio

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Por: Álvaro Castellanos @alvaro_caste (columnista invitado) // Foto: archivo. Leo en redes sociales que usuarios inconformes con TransMilenio organizan una protesta este miércoles debido al incremento de 100 pesos que tendrán los pasajes y me parece asquerosamente ridículo, no por el hecho de protestar, sino por la forma de la protesta. Dizque una “colatón”. Bajo el hashtag #YoNoPagoMás, en Facebook y Twitter se invita a los usuarios a colarse masivamente en las estaciones, como si eso fuera a contribuir de alguna forma a que el servicio mejore.

No cabe duda que Transmilenio es una porquería. Todos, menos el community manager de TransMilenio, lo tenemos claro. Tumultos grotescos, ladrones, articulados insuficientes, rutas demoradas, filas interminables, vendedores ambulantes, depravados, conductores psicópatas, más ladrones e incluso usuarios indisciplinados e indolentes contribuyen al apocalipsis que se apodera diariamente de estaciones y articulados en todo Bogotá. Pero hay que ser muy escaso de neuronas para creer que colarse es el camino para protestar por el alza a 1800 pesos que tendrán los pasajes a partir de este miércoles. A mí que me den un solo argumento decente para colarme y les aseguro que voy a ser el primero en irme a saltar registradoras o a gambetear carros para meterme a la fuerza por las puertas de las estaciones.

Seamos sensatos. Colarse en Transmilenio es un acto de doble moral. La misma del tipo que va a misa todos los domingos y que llega a la casa a pegarle a la esposa por quemar el arroz. O la del político corrupto que engaña a sus electores a cambio de sus votos, para después olvidarse de ellos y dedicarse a robar. En Colombia nos reboza la doble moral. Colarse en TransMilenio también lo es y es algo que nos explica perfectamente como país. Creemos que la ley aplica para todos menos para nosotros mismos y no nos importa que roben a los demás mientras no nos roben a nosotros. Es un reflejo de esa forma de pensar tramposa que nos identifica llamada “malicia indígena”, donde “el vivo vive del bobo” y que nos tiene sumidos en un profundo atraso social reflejado en pequeñas situaciones de nuestra cotidianidad.

Los colados en TransMilenio los ve uno permanentemente en noticieros. Se volvieron parte del paisaje. Hace un par de años eran jóvenes, principalmente de colegios, pero ahora son niños, oficinistas, estudiantes universitarios, secretarias, etc. Los colados de Transmilenio suben más que la gasolina. Cuando las cámaras los confrontan, se escudan en argumentos pegados con babas para justificar su trampa como “voy de afán”, “a ellos no les afecta que me cuele porque tienen mucha plata”, “yo no pago por ese servicio tan malo“,  “no tengo sencillo” o, en el peor de los casos, “que se jodan”. Hace unas semanas circuló un video que muestra a cientos de ellos metiéndose, en completa impunidad, a las estaciones de la calle 63 y 72 con Avenida Caracas. Si así sucede en estaciones céntricas, cómo será en otras menos mediáticas. Y mientras tanto, los policías, que suelen reaccionar entre impunes y negligentes, se convirtieron en una especie de figura mitológica al interior de las estaciones. Cada vez se ven menos.

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Una de las principales muestras de desarrollo en una sociedad se refleja en el respeto de la gente hacia sus sistemas de transporte masivo. Todas las grandes ciudades del mundo sufren con ellos, pero al menos apropian sus buses y trenes como lo que son: un bien común. Es imposible sentir cariño o pertenencia por Transmilenio, pero alimentar el caos de nada nos va a servir. No hace falta ser clarividente para advertir los nuevos daños que sufrirá su infraestructura si la “colatón” prospera, especialmente en un contexto de paro de transportes y con los agitadores de siempre que aparecen en paros y protestas y que parecen estar muy bien entrenados para hacer daños. Tengamos claro, además, que el arreglo de eventuales estragos saldrá, obviamente, de nuestros propios bolsillos.

Advierte la congresista Angélica Lozano que desde el mismo Concejo de Bogotá se estaría impulsando esta iniciativa y no tendría nada de raro. “¿Invitar a robar al distrito? Ni a los Moreno-Nule se les ocurrió”, dice en su cuenta de Twitter la Representante a la Cámara y tiene toda la razón. A este punto hemos llegado. Creo que bajo ninguna circunstancia deberíamos igualarnos a esos politiqueros y contratistas que quieren ver a Bogotá arder por apoyar intereses políticos que van en contra de las personas comunes y corrientes, como usted y como yo.

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Que le suban el pasaje a Transmilenio es un descaro con semejante servicio de porquería que todos, de alguna forma, hemos sufrido. Pero si vamos a protestar, pensemos en algo mejor. Nadie hasta el momento ha encontrado la solución a un problema tan endémico como la movilidad en Bogotá, explicado desde el subdesarrollo de una ciudad con muchos carros y pocas vías, pero podríamos pensar, por ejemplo, en no utilizar más el servicio. No todos podrán dejar de hacerlo, pero quienes tengamos la posibilidad, hagámoslo. Pensemos también en el uso de medios alternativos de transporte. Por muy hipster que suene, el uso de la bicicleta ha sido la solución para muchos. Informarnos mejor sobre cómo utilizar los buses, todavía desaprovechados, del SITP también es fundamental. Con todo lo malo que tienen y lo mucho que se varan, han des-barbarizado de manera importante al transporte público de la ciudad. Pero, ¿una “colatón”? ¡Por favor! Es que hasta el nombre de la protesta se pasa de ridículo.

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