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Trump Vs. los Óscar, los Óscar Vs. Trump

¿Qué se esconde detrás de la presencia del fantasma de piel color naranja y peluquín amarillo que ronda la ceremonia de los Premios Óscar?

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¿Qué se esconde detrás de la presencia del fantasma de piel color naranja y peluquín amarillo que ronda la ceremonia de los Premios Óscar? ¿Hay un antagonismo entre Hollywood y Trump o uno entre la diáspora del tercer mundo y los países ricos hasta los que se extiende?

Cada año hay un fantasma que ronda la entrega de los Premios Óscar, un tufo de inconformidad y protesta que se roba uno que otro discurso ganador y varios titulares de prensa. El fantasma de turno no podía ser otro que el señor de piel color naranja y peluquín amarillo que hoy es presidente de los Estados Unidos. O bueno, por lo menos esa es la representación del fantasma, que se ha ensañado en Twitter contra la Academia convirtiendo la ceremonia más importante del cine en la otra esquina de un ring en el que se lanzan golpes de lado a lado. Pero a decir verdad, si uno le va quitando capas a ese fantasma, se destapan asuntos más complejos, como la crisis migratoria o la desigualdad entre naciones. Pero vamos por partes.

En esta temporada de premios no solo se hace gala de lo mejor que hay en la música y el cine, sino que se escenifica la espectacularidad de los Estados Unidos como industria y megapotencia cultural, así que debe ser difícil para las cabezas de esa maquinaria ver como con la llegada de Trump a la Casa Blanca tambaleó el poder discursivo de las Beyoncé, las Meryl Streep o de los Will Smith. En las elecciones gringas ni el activismo de Jack Nicholson, ni el de Tom Hanks ni el de Steven Spielberg, iconos del cine, hicieron que Hillary Clinton fuese la presidente por encima de ese molesto y gritón multimillonario que hoy ocupa el cargo. ¿Por qué? ¿Será que sobrevaloramos el poder discursivo de las celebridades? ¿Será que Hollywood es una burbuja de corrección política que no representa la gente?

Si el año pasado se protestaba por el lugar de la gente negra en el cine, este año, a la brava, el mensaje debería desdibujar ese multiculturalismo que separa a latinos, negros, mujeres, musulmanes, etc., y ponerlos a todos en un mismo saco. La aversión de Trump hacia los migrantes latinos y musulmanes ya se ha manifestado con leyes y regulaciones que promueven la xenofobia y por eso se espera que estos Premios Óscar estén sumamente politizados; la causa ya no es un asunto de corrección política, sino de los efectos excluyentes y reales de la norma. Todo indica que será el escenario para una descarga de mensajes anti-Trump.

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De hecho, los discursos políticos se han venido calentando durante los últimos meses. La presidente de la Academia, Cheryl Boone Isaacs, en el almuerzo en honor a los nominados, se refirió con contundencia a la anunciada ausencia del cineasta iraní, Asghar Farhadi, (nominado por The Salesman), quien prefirió no asistir para no tener un trato preferencial que lo ubicara por encima de sus compatriotas, hoy víctimas de la persecución cultural y policial del gobierno gringo. La cosa llegó a tal punto que la ceremonia pre-Óscar se canceló como protesta.

"Todos sabemos que hay algunas sillas vacías hoy en esta sala y eso nos convierte a todos en activistas", dijo Cheryl. Sus declaraciones se complementan el discurso de Meryl Streep en los Globos de Oro, cuando afirmó que "El único trabajo de un actor es sacar a la luz la vida de personas diferentes. Si expulsan a los extranjeros solo veremos fútbol y artes marciales". Las actrices Zoe Saldana y Olivia Wilde también se han pronunciado al respecto.

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Trump se ha encargado de atizar ese antagonismo entre él y Hollywood utilizando su cuenta de Twitter. Durante las últimas ceremonias ha trinado contra los ganadores Daniel Day-Lewis, contra la presentadora Ellen Degeneres y hasta contra Iñarritu y Lubezki, los vencedores mexicanos de 2015 con Birdman. Estaba avisando lo que se le venía al mundo encima cuando hubiera agarrado el toro por los cuernos.   

 

 

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Está bien que Trump no ganó las elecciones por mayoría de voto popular, pero lo cierto es que está ocupando un cargo al que no se llega sin tener un buen número de personas que lo apoyen, que concuerden con él, gente que no se siente identificada con la suntuosidad y la tolerancia multicolor hollywoodense y ve la inmigración como un problema. Detrás de Trump, el fantasma, está el miedo al Otro desconocido, a los migrantes, las costumbres exógenas. Pero detrás de ese miedo a las oleadas migratorias, que son reales, están las condiciones sociales que provocan la migración. Condiciones que, sin querer, aunque con sus buenas intenciones, Hollywood como artefacto cultural dominante alimenta, pues es en países poderosos como Estados Unidos donde se concentra el bienestar, un bienestar inexistente para muchos de los que deciden buscar ese lugar que les han pintado en las películas.  Foto: Gettyimages.

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