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De los taxistas y otros demonios

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Debido a la polémica que sigue desatando la llegada de Uber al país y la amenaza de paro de los taxistas bogotanos, invitamos a varias personas para que nos contaran sus anécdotas como columnistas invitados.Ana María Chaparro es uno de ellos. Esta es su historia.

Por: Ana maría Chaparro - @Anacha20 (columnista invitada)

A propósito del aviso de un posible paro por parte del gremio de los taxistas por la posible legalización del sistema Uber, debo decir que estoy totalmente indignada, no hay que tener tres dedos de frente para saber que la finalidad del paro es claramente no permitir que se les acabe el ultra negocio y la mafia que se ha hecho con este servicio.

Soy usuaria permanente del servicio de taxi, a la semana lo uso mínimo unas 4 veces, la mayoría en horas pico de la casa a la oficina y de la oficina a la casa. Hace algunos meses dejé de usar el teléfono y me decidí por las aplicaciones Easy taxy y Tappsi pues me parecen mucho más prácticas y seguras; aunque debo decir que solo corro suerte cuando ofrezco en la solicitud del taxi una propina de mínimo $2000, de lo contrario, me puedo quedar sentada esperando o irme espichada en Transmilenio.

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El panorama es el siguiente (si es que llega el taxi): me subo, saludo y si me responde lo hace entre los dientes; claramente el tipo está de mal genio porque lleva todo el día majeando (entendible), seguido del saludo, le digo cual es mi destino y el personaje hace cara de “qué mamera”, me inaugura con un “uy… para allá está todo trancado… de haber sabido que me tocaba ir hasta allá, no acepto el servicio. El tipo me hace sentir mal por hacerlo ir hasta allá y en semejante trancón, por supuesto para calmar los ánimos le digo que todo Bogotá a esa hora está terrible, que no nos estresemos y que demos gracias a Dios que hay trabajo.

Para no tener que hablar con el tipo (porque para un malgeniado, otra malgeniada), agarro mi celular y llamo a alguien, pero la música de fondo no me deja oír, obvio el tipo va oyendo Olímpica Estéreo a todo volumen, vallenato al cien. Le digo con todo el temor de la vida (porque voy con miedo) que si le puede bajar un poquito, tuerce el ojo, hace caras y le baja un punto.

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Ante esto, prefiero colgar a tener que volver a decirle que le baje el volumen a esos vallenatos hediondos que trastornan mis oídos.

Todo el trayecto me siento mal porque el tipo no hace sino renegar del tráfico y maneja como si fuera a encontrar a la esposa con otro. Finalmente y gracias a Dios llego a mi destino, angustiada, estresada, con inicio de gastritis, pero llegué a mi destino, sana y salva.

A la pregunta ¿cuánto es?,  yo ya tengo clarísimo que me va a tumbar mínimo unos $1.500, el tipo coge una planilla pequeña que tiene adelante, con unos números diminutos que ni él ve, y me dice son $12.500. Confirmo que me está cobrando más de lo normal, obviamente tiene muñeco en su taxímetro. Me niego a pagarle eso, le doy lo que sé que puede valer esa carrera, me bajo y le tiro la puerta.

Esa es la historia de mi vida, así es como empiezan y terminan mis días. Es la pesadilla y el atropello que día a día tenemos que vivir los bogotanos al tener que soportar el mal servicio y el irrespeto que algunos de este gremio nos da, es realmente inhumano.

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No contentos con esto, a estos personajes la llegada de Uber les cae como un balde de agua fría, ¡obvio!, llega gente decente, dispuesta a prestar un buen servicio, a no robar a los pasajeros, a no negarse a las carreras, a no poner vallenatos a todo volumen, a no pasarse los semáforos en rojo, a no quejarse por el tráfico, a no morbosear a las pasajeras y a cobrar lo que es. ¡Pobres!, se les puede acabar el negocio y ahora, ¿cómo y a quien pueden maltratar?

Ahora bien, Uldarico Peña (líder de los taxistas) tiene el inmenso descaro de decir que no está de acuerdo con Uber entre otras cosas, porque los pasajeros estamos desprotegidos ante cualquier eventualidad. ¿Más desprotegidos que subirse a uno de esos amarillos?, no creo. Es increíble el descaro de este tipo.

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Mafia, es lo que es este gremio, obviamente y como todo en esta vida, no todos son así. Afortunadamente. Debo decir que he conocido muchos taxistas con una calidad humana increíble, excelentes personas, decentes, respetuosos; que hasta ellos mismos aceptan que el gremio “está perrateado”.

En fin, ojalá el Gobierno no le tenga miedo a este gremio como siempre lo ha tenido. Es urgente la legalización de este servicio para ver si los amarillos dejan de creerse los amos y dueños de nosotros y aprenden a respetar y a no robar. Es urgente la legalización de Uber para que deje de ser un servicio VIP carísimo, que muchas veces no podemos pagar, pero que desafortunadamente no tenemos otra opción sino pagarlo. Ojalá pase algo.

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