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"En ocasiones las redes sociales son la extensión de un baño público"

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Somos una sociedad descompuesta y nuestra capacidad para hacer daño se refleja en cualquier escenario. En ocasiones, las redes sociales son la extensión de un baño público.

Por: Carlos García @carloscuentero / Foto: Latin Stock Colombia.

Me preguntaron una definición de troll y sin pensarlo dos veces atiné a decir: es el “montador del salón”. Ese que tras su constante burla esconde sus más reprimidos deseos.

Lanza dardos machistas, sexistas, homofóbicos, un caso de estudio que, a la postre, demostraría todas sus falencias afectivas y sus innumerables represiones sexuales.

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No pierde oportunidad para descargar su precario intelecto en las paredes de los baños públicos poniendo en ridículo a sus amigos, pero no cae en la cuenta de que sus letras son reflejo de lo que él mismo quiere. Siempre hay imbéciles que lo secundan.Gamines desde chiquitos. Le dan en la cara al marica y cuando crecen pasan por encima de quien sea para lograr sus objetivos.

Cuando llegan a una red social continúan con su actividad destructora. La web 2.0 le da las herramientas para que su ignorancia sea amplificada y para que otros imbéciles la aplaudan y la pongan de tendencia. Pobres de mente. Poco o nada conocen del respeto al otro. (Leer: Seis trinos que generaron indignación nacional e internacional).

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No es un fenómeno que ocurre solamente en las redes sociales, estos gamines existen desde siempre. Así es nuestra sociedad. Criados para hacer el mal. Para ser ‘avispados’. Para escupir y mear en la calle y para arrojar la basura donde les dé la gana. No hay filas qué guardar, ni peatones qué cuidar. Ni mucho menos mujer para respetar. Muy varoncitos ellos.

Les faltó chancleta y buena educación a estos bandidos. La palabra crea pero también destruye. Ese es el peligro de la vertiginosa comunicación en línea: una frase puede acabar con alguien.  

Sí, llámenle matoneo. Conozco de adolescentes que se han suicidado por los acosos virtuales de sus compañeros y otros que han entrado en profunda depresión y desorden mental. Y no es para más. Si a usted se la montaban en el salón, imagínese esa carga multiplicada por miles de usuarios de las redes sociales. (Leer: ¿Hasta qué punto se puede ser "gracioso" o "irreverente" en redes sociales?)

Insisto que no es un problema de las nuevas tecnologías. Las tendencias de odio que vemos a diario denotan una precaria educación. Se burlan, para no ir más lejos, porque unos niños se quemaron en un bus, porque otro explotó en el sur del país, o porque un habitante de la calle fue incinerado. Pendejos: no es chistoso. Lamentablemente hay quienes se ríen. Pendejos también.

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¿Deben actuar las redes? Una tendencia en Twitter, por ejemplo, se logra por la cantidad de veces que se menciona el término. Estos temas son de todo tipo, lamentablemente la mayoría de veces son tan asquientos como la pared del baño público.

Hay mecanismos para denunciar términos, cuentas y tendencias maliciosas en Twitter, pero la solución está en los mismos usuarios. Estamos lanzando trinos de odio, manchando más la ensangrentada historia de Colombia.

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Recuerdo el ejercicio que hicieron en México hace poco más de un año. Se llamó Tweetbalas. Ubicaron un mapa de ese país en una gran pared en el Museo Memoria y Tolerancia. Frente al mapa pusieron una pistola con pintura roja. Esta pistola estaba conectada a un sistema de búsqueda en Twitter. El cuento es así: por cada trino que algún usuario lanzara para alimentar una tendencia de odio, la pistola disparaba contra el mapa, dejando una mancha de pintura roja. Allí no quedaba el ejercicio, en la plataforma online cada mancha roja visibilizaba al usuario autor de ese mensaje de odio. Poniéndolo en evidencia y en vergüenza pública nacional.

Por un lado, nos falta educación. Ni en las relaciones personales físicas ni en las virtuales debe existir agresión. Por otro, visibilización. Al matoneador hay que mostrarlo. No para lincharlo, pero sí para avergonzarlo públicamente. Y, por último, leyes. En la Ley Antidiscriminación, pisoteada por demás, debería existir un mecanismo para castigar a los promotores de mensajes de odio en las redes sociales. Yo denunciaría a unos cuantos.

Y mi recomendación: si ven una tendencia de odio, no la mencionen. Así sea para condenarla, su mención está ayudando a que este mensaje se amplifique. No caiga en la trampa del troll, que busca a toda costa visibilidad.

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