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Homenaje a Gabo: El comienzo

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Fui muy afortunado al poder crear, junto con mis compañeros Tatiana, Felipe, Miguel y Julian, con Rey Naranjo y su equipo, el libro Gabo, memorias de una vida mágica, que se convierte en un homenaje al maestro García Márquez. Ahora quiero compartirles un texto que escribí sobre él y su partida. Se llama: El comienzo.

Por: Óscar Pantoja

El comienzo

La humanidad se ha ido construyendo gracias a seres humanos capaces de expresar lo que no se había expresado, resumir lo que antes no tenía resumen, mostrar aquello que antes no existía. Lo más difícil es poder crear una imagen, una palabra, un sonido que lo simbolice todo o casi todo. Un caballero andante peleando con un molino de viento ya está en nuestra mente y sabemos lo que significa, y lo más seguro es que esa imagen estará en la futura mente de nuestros descendientes. Del mismo modo, un manuscrito hallado en una botella; esa pequeña esfera en un sótano llamada Aleph; un viejo y el mar; Comala; una perla; un horrible insecto, y desde luego: Macondo. 

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Construir es quizás la tarea más dura, difícil y tal vez ingrata para el hombre, que en el fondo lo que mejor sabe hacer es destruir. Por eso, cuando uno de esos seres —que resume lo que no existía y construye donde antes no había nada— deja esta tierra, se experimenta un vacío único, una tristeza metafísica. Así me siento yo en este momento.

Macondo ya hace parte de la mente del ser humano. Pronunciar su solo nombre destapa, sin decirlo, cientos de cosas. Explica un lugar, una idiosincrasia, una forma de vida. Algo que no existía ahora hace parte de nosotros, nos complementa, nos ensancha el pensamiento. Ese nombre que significa un mundo lo construyó un individuo en la soledad de su casa, con su máquina de escribir, gastando días, meses y años, con sus manos como un artesano, con su imaginación y su mente como un sabio, aguantando los desatinos de la gente y de la vida, los padecimientos mundanos de comer y subsistir. ¿Por qué lo hizo? ¿Para quién? No sabemos lo que mueve a estos seres a sacrificar su vida por la justificación de la raza humana. ¿Y si hubiera fallado?  ¿Si no hubiera alcanzado lo que buscaba? Menos mal estas dos preguntas no sucedieron y lo consiguió.

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El maestro Gabriel García Márquez nació en un país marcado por una violencia muy vieja creada por los políticos y por las diferencias sociales, una violencia estúpida que se agiganta más por las mismas razones económicas y políticas, y que convirtió a ese país en un lugar de individuos envidiosos, derrotados, sumisos, perdidos. A esto se le sumó el narcotráfico y la corrupción. El resultado fue una sociedad esquizofrénica. García Márquez vivió en carne propia el desprecio de los poderosos, fue sacado del país, traicionado por la política y la prensa, exiliado de su patria.  Sin embargo, en medio de esa ultrajante actitud, el maestro siguió trabajando sin saber si lo que hacía iba a resultar o no, simplemente echando la máquina a andar todos los días.

Desde joven quería ser escritor y lo deseó tanto que lo consiguió, pero lo consiguió con trabajo, con disciplina, con sacrificio, luchando cada milímetro por ser un hombre en el total sentido de la palabra. Todo para poderle dar a sus lectores y a ese país ingrato algo diferente, un lugar inexistente. El país no se lo comió, ni le contagió su derrota y su envidia, ese país salvaje no lo sepultó. Por el contrario, él lo reinventó, lo estudió como ningún otro y encontró que también era alegre, inteligente y fantástico. Y lo volvió a crear a su modo. Hizo a Macondo para explicarnos, para contarnos en otras aldeas y en el mundo, para que nos reconocieran y que no fuéramos olvidados de la faz de la tierra. Eso lo hizo sin bullicio, sin vanidad, sin soberbia. Lo hizo en la soledad de su estudio y con la compañía de su esposa Mercedes y de sus hijos. 

Ahora que el maestro ha muerto, que ha dejado este mundo de forma física, me atrevería a decir que es el comienzo, que todo hasta ahora empieza, que su obra y su ejemplo de vida se tienen que empezar de nuevo a conocer.

Él, sin la ayuda de nadie, construyó un camino que ahora tenemos que empezar a seguir, el camino del triunfo honrado, del trabajo a cabalidad, de la excelencia por un arte. Si alguien se toma la molestia de hacer esto, de enseñarle una ruta a sus paisanos, significa que probablemente otra vez va a volver a ocurrir. En un nuevo rincón, alguien con coraje y paciencia, estará tramando las historias que nos harán de nuevo conocer en el mundo. Espero que así sea.

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La literatura en el fondo no cambia nada de forma objetiva, pero cambia todo de forma subjetiva. Gabriel García Márquez cambió para siempre a este país, lo cambió para bien. Lo enriqueció, lo hizo más complejo, universal. Él, con su trabajo, se convirtió en el hombre de mayor prestigio de nuestra historia. Nadie se le equipara.

Maestro, gracias, muchas gracias porque por usted, por primera vez siento algo de orgullo de ser colombiano. 

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