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A la mierda la realidad, voy a encontrar pareja virtual por Tinder

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Basta con tener un teléfono inteligente o una tableta, bajar la aplicación que lleva el nombre de Tinder, sincronizarla con la red social Facebook y permitir usar su localización para entrar en un universo paralelo de las citas online. 

Al mejor estilo de esa clásica página web “Sexsy o sexno”, Tinder le permite a los usuarios encontrar su media naranja; los candidatos que aparecerán en su pantalla serán aquellos que estén más cerca del lugar donde usted se encuentra (sí, su vecino puede estar siendo su próximo As bajo la manga para el viernes) o con los que comparta más gustos en común. Cada usuario se encarga de decidir si quiere tener contacto con alguna de las personas: un corazón o un “nope” serán definitivos para su futuro amor virtual. 

En el caso de que los dos usuarios se hagan ojitos con un mutuo corazón al estilo de Instagram, se abrirá el umbral para que se intercambien mensajes y le pongan fecha, lugar y hora a una cita, pero en la vida real. Si por el contrario la foto de perfil no le impresionó en lo absoluto solo ponga nope y siga buscando.

Ahora bien, no estamos seguros si esta herramienta se vaya a convertir en el placebo de los despechados, en el 911 de los solitarios, en el alimento de los grandes egos o tal vez en la ruta más fácil para coronar el altar. Tal vez hasta se vuelvan a poner de moda las citas a ciegas en cualquier café clandestino de la ciudad, pero ¡ojo! caras vemos, gustos no sabemos. 

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Cuidado, el amor no es color de rosa ni Tinder es precisamente un cupido virtual. Hay que desconfiar de todos los que están detrás de la pantalla, de los hombres y mujeres con fotos despampanantes y vidas perfectas. Vaya usted a saber si esa persona termina siendo fan del procurador Ordóñez o la abuela de su ex novia.

Estamos todos advertidos. 

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