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Nos colamos en el ensayo de Tribu Baharú antes del lanzamiento de su disco

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Shaka es de Urabá, Makambille es de Palenque, Chindo de Bocachica, Boris Nelson de Turbaco, Oscar de Moniquirá y Pocho de barranquilla. Ese el fornido amasijo que compone esta olla champetua y sazonada. Son una tribu espesa y diversa, cada integrante único, pero el amor en común por la champeta es lo que los ha llevado a unirse para llevarle al mundo una versión bastante peculiar de esta.

En el 2009 se agruparon y no precisamente bajo los rayos candentes de un sol caribeño, sino bajo cielo grisáceo de la capital. Aquí es donde han vivido, ensayado y donde han ayudado a formar un público champetero, luchando contra el paradigma de que el público rolo no coordina ni un aplauso, los han puesto a mover el esqueleto en torno a canciones como ‘Ingrid’ o ‘El besito’ en los diferentes espacios del circuito bogotano.

Nos colamos al ensayo previo al lanzamiento de su disco. El ensayo comenzó a las 6 en punto y hombre, no nos digamos mentiras, trasladarse un lunes a esa hora en Bogotá no es una tarea fácil, hasta deprimente puede resultar a veces. Llegué sin ánimos y abrumada por el trancón y salí con una carga magnética poderosa. Entrar al estudio fue como trasladarse automáticamente a un universo donde el único lenguaje que se habla es el de la champeta.

Pocho, baterista y man sonriente por excelencia tiene una conexión con Oscar o “Moni” como le llaman (por aquello de ser de Moniquirá), no sé sabe quién hace más uso de su sonrisa, pero ambos son una poderosa fuerza que da cuerda a la tribu y que se refleja en su contacto visual. Mientras Chindo le mete el Groove con su bajo y Boris, un poco más serio, se encarga de llevar la batuta y el orden. Los encargados de dar la cara y la voz son Chaka y Maga, dos bombillos que se iluminan con el sonar de cada uno de los instrumentos, que bailan, viven y sienten cada canción.

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En el 2014 fueron a Womex (una de las ruedas de negocios más importantes del mundo) y fueron proclamados como uno de los mejores showcases. A punta de bulla, de vacile y de tener la pila llena todo el tiempo se convirtieron en la agrupación que dio de que hablar y que contagió sabor a diestra y siniestra.(Le recomendamos ver el mini documental de la experiencia abajo de esta página, a ver si no se le agua el ojo) 

En el ensayo entendí por qué: porque su esencia es la de hacer que los cuerpos se levanten, que la carga ancestral que lleva la champeta se expanda; ellos no pretenden tocar champeta antigua o urbana, pretenden llevar su propia versión y vacilársela mientras lo hacen. Le meten reggae, raggamuffin, hip hop, le meten todo lo que ellos considere que va a emanar emoción. 

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Este viernes presentan en vivo y en directo su primer álbum (Aquí toda la información del lanzamiento): Pal más exigente bailador y después de salir del ensayo, podemos dar fe de que sí es música pal más exigente bailador, pal que quiera intentarlo, pal que quiera un poco de terapia y pal que quiera toparse de frente con propuestas que, con garra, se abren espacio en este pedregoso camino de la música independiente.

Hablamos con ellos.

Por: Nadia Orozco @Cornfake

¿Cuál fue el primer ladrillo para empezar a construir esta tribu?

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Todos teníamos en común una idea y desde ahí empezamos a echar el proyecto hacía adelante. La primera canción que hicimos fue “Ingrid”, una adaptación de un tema de Kandabongo man. Arrancamos a finales del 2009 y en el 2011 se consolidó el sonido.

Cómo es eso de hacer champeta en la capital

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La gente nota la diferente de las diferentes versiones de la música, en Bogotá hay muchas personas y full melómano que le gusta lo orgánico; Tribu es como una propuesta diferente, otra nota de cómo se versiona la champeta, nosotros tenemos un sonido jocoso, chévere que le pone alegría a la gente.

Cuando la champeta sonaba fuerte en Cartagena, los músicos venían a Bogotá, pero se devolvían; ahora la diferencia es que hay músicos que están acá, solidificando la escena. La comunidad costeña acá también es grande y eso también ha hecho que crezca. Cada uno está poniendo su grano de arena.

¿Cuál es el ingrediente que ha hecho que Tribu Baharú guste tanto?

Ser una banda distrital ha hecho que podamos mostrar más cosas; eso no quiere decir que estando en la Costa no se pueda hacer, pero acá sí eres más visibles a agentes del mercado. Bogotá nos vuelve multiculturales, es una mezcla bien chévere porque cada uno aporta su viaje, cada quien escucha cosas distintas y eso le da el toque.

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Diego Eraso

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Foto: Daniel Álvarez

Cómo es el panorama actual de la champeta para Tribu

Se han abierto muchas puertas, en el 2000 hubo un boom, luego bajó y otra vez se han abierto muchas puertas. Artistas como Mr. Black están llevando el legado al mundo, la champeta está trascendiendo, ahora hay que seguir trabajando y difundiendo. Aunque la champeta no es nueva en Cartagena, la gente está empezando a aceptarla, se ha venido mejorando.

¿Esa polémica que en un momento tuvo lugar entre la champeta urbana y la más tradicional aún es relevante?

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La champeta urbana es lo mismo, solo que tiene un toque electrónico; pero el piano y la batería y el resto está ahí. Tu consigues la champeta urbana en el mejor difusor que es el picó. La champeta urbana viene de ahí para dar un nuevo toque, para innovar, hacer nuevos sonidos y hay muy buenas amistades entre todos porque a la final todos estamos apoyando la misma causa.

No solo Mr. Black tiene la bandera en el exterior, hay otros que a su modo han tomado el sonido de la champeta y también han trascendido así sea fusionándola.  Todos han hecho su versión de la champeta y Tribu ha salido al exterior, Kevin Flórez, Systema Solar, Bomba Estéreo… eso es o importante que la gente diga “esto me suena a muchas cosas, pero tiene champeta”; todos vamos para el mismo fin. Esa discusión se generó más en Cartagena porque muchas personas pensaban que la champeta no tenía que modernizarse, pero eso es inevitable, pasa en todos los géneros. 

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