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Ir a un concierto de Radiohead es algo que hay que hacer en la vida

Ya que a Colombia traen al Papa y no a Radiohead, decidimos ir a uno de sus conciertos para ver por qué tanto escándalo.

600356_Gira A Moon Shaped Pool de Radiohead en Miami. 30 de marzo de 2017. (Foto: John Anzola Morales)
Gira A Moon Shaped Pool de Radiohead en Miami. 30 de marzo de 2017. (Foto: John Anzola Morales)

Una de las razones por las que hay que admirar a Radiohead es por su capacidad para envolver las mentes de quienes los escuchan con sus letras y melodías, con ambientes que pueden ir desde la tristeza por la soledad o el recuerdo del amor pasajero, hasta el sinsentido del consumismo y la decepción por haber sido engullido por el sistema. Todo esto se vio en una de las fechas de su nueva gira.

Por: John Anzola Morales

"... and I have it all here; in red, blue, green... in red, blue, green..." // Videotape

Hace unos días me encontré con un tuit que, palabras más palabras menos, decía "traer a Radiohead a Colombia es más barato que traer al Papa. ¡Entonces, traigan a Radiohead!". Para ese momento, yo ya había optado por obrar mi propio milagro sin necesidad de la intercesión de Francisco.

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Cansado de los múltiples rumores, del “este año sí vienen”, del "son el artista sorpresa" de muchos festivales a los cuales realmente no hubiese querido asistir, simplemente acudí al tarjetazo cuando recibí un correo en enero donde se anunciaba la gira de la banda por Estados Unidos. ¿Vuelos? ¿Hospedaje? ¿La migra? Ya veríamos después; lo importante era que había asegurado un lugar en el primer show de 2017 de la gira A Moon Shaped Pool.


Miami sería la ciudad elegida para que tocaran por primera vez en suelo norteamericano luego de la elección de Donald J. Trump como presidente. Como sabrán, Radiohead se ha caracterizado por sus claras posiciones políticas (independientemente de que sean compartidas o no) sin llegar a convertirse en un Bono o un Fito Páez, quemados por tanta preguntadera sobre el bien y el mal, sobre lo divino y lo humano, sobre por quien votamos o a quien culpamos.

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No solo eso. Esta también sería la primera presentación de los ingleses luego de la muerte de Rachel Owen, la compañera de Thom Yorke durante poco más de dos décadas (se separaron en 2015). De hecho, A Moon Shaped Pool (Lea también: La nueva estrategia de Radiohead: ¿berrinche o ataque de genialidad?), recoge en algunas de sus letras expresiones que dan cuenta del proceso por el que atravesó su líder al poner fin a la relación con la que fuera la madre de sus hijos. Y bueno, tampoco está de más decir que esta era la primera ocasión en la que vería a la banda de la cual he sido fan durante veinte de mis treinta y cuatro años de existencia. Emotividad garantizada.


A lo que vinimos. En momentos en los cuales algunos "artistas", "activistas" e incluso seguidores se fueron en contra de la banda por incluir en su gira un concierto en Tel Aviv a finales del año, en contravía del boicot que unos cuantos han estado promoviendo contra Israel, la inclusión de Dudu Tassa & the Kuwaitis (proyecto musical intercultural judeo-arábico) como teloneros era más que una declaración de intenciones. Las casualidades con Radiohead no existen. 

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Por eso tampoco fue azar que el concierto empezara con Daydreaming, la canción señalada como el manifiesto de su separación (en el video Yorke abre 23 puertas, los mismos años que estuvo junto a su ex). Desert Island Disk y Full Stop complementarían el arranque de una presentación en la que, de paso, se pudo apreciar un nuevo montaje de luces y video, con varios cambios con respecto al que venían utilizando en la gira hasta el año anterior.
Una pequeña pausa y pasamos a Airbag, el corte inicial del OK Computer. Esa primera canción que suena al darle play a este álbum que está cumpliendo veinte años desde su lanzamiento. A partir de ese momento, podría decirse que se dio inicio a un ritual del que todos, quisiéramos o no, haríamos parte. A una catarsis colectiva. Se vino entonces una tanda brutal con Morning Bell (no la interpretaban en vivo desde hace 7 años), Climbing Up the Walls, All I Need, Videotape y Let Down. Esta secuencia de interpretaciones pertenecientes al OK Computer y al In Rainbows (trabajo que también este año cumple diez de haber sido publicado), se agradeció profundamente y reafirmó que éramos testigos de un acontecimiento muy especial.

A estas alturas la conexión entre público y banda era total. Todos lo estábamos disfrutando. Thom Yorke la rompía con su voz y su puesta en escena, Ed O’Brien (guitarra y coros) y Colin Greenwood (bajo y teclados) reían y animaban. Phil Selway (batería) y Jonny Greenwood (guitarra y teclados) en lo de ellos; en especial este último que se clavaba sobre sus instrumentos cada vez que era necesario. Se sentía la buena onda sobre el escenario, no sólo entre los protagonistas sino también con el staff que los acompaña.

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Se vino otra tanda encabezada por I Might Be Wrong (no la interpretaban en vivo desde 2012), Lotus Flower (el bailecito no podía faltar), Identikit e Idioteque. El show iba in crescendo cuando aparecieron Nude y Weird Fishes/Arpeggi, en mi opinión, el punto más alto de la noche. En esta canción los asistentes tomamos el control de los coros que estaban a cargo de O'brien. Y todos felices, incluido él. The Numbers y How to Disappear Completely (mi favorita) cerraron estos primeros ochenta minutos de los cuales solo fuimos conscientes cuando dejaron el escenario y disminuyó la intensidad de la iluminación.

Volvieron para el primer encore con No Surprises. Cuando llegamos a la línea "they don't, they don't speak for us" (ellos no hablan por nosotros), las voces del público se convirtieron en una proclama. En ningún otro momento de la noche se escucharon tan fuerte, al unísono. Fue casi un grito de batalla que estuvo acompañado por un par de "¡Fuck Trump!" que emergieron de las gargantas de algunos de mis vecinos. Sin duda, el momento más emocionante de la noche. Luego llegaron Burn the Witch, Reckoner, Fake Plastic Trees y The Tourist (la última vez que tocaron esta canción fue en 2008) como para que no quedaran dudas sobre cuál era el principal motivo que nos convocaba esa noche.

Y luego el segundo encore y la melancolía de saber que en poco tiempo finalizaría el acto. You and Whose Army y Bodysnatchers para cerrar un concierto inolvidable, cargado de simbolismos (dirigidos especialmente hacia los gringos que eligieron al celebrity) y sin llamamientos de ningún tipo, ni a la reflexión ni mucho menos al optimismo. Cada quien entiende su propio mensaje, si es que lo hubo. 

Una de las razones por las he admirado a Radiohead desde siempre es por su capacidad para envolver las mentes de quienes los escuchamos con sus letras y melodías, creando ambientes propicios para sumergirse profundamente en pensamientos que pueden ir desde la tristeza por la soledad o el recuerdo del amor pasajero, hasta el sinsentido del consumismo y la decepción por haber sido engullido por el sistema. Para eso no se necesitan de arengas ni de discursos sobre una tarima. A esta agrupación no le interesa eso. Es la música, estúpidos. Tan solo eso.

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De mi parte, como fanático del grupo, solo puedo agregar el sentimiento de satisfacción por cumplir un sueño: el de haber visto a los compositores de buena parte de la banda sonora que, para bien o para mal, decidí ponerle a mi vida. Por fortuna.

 

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