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Yuliana, Maluma y Esperanza: Una radiografía de la sexualidad colombiana

El deporte nacional de Colombia es tomar malas decisiones

Esperanza Gómez actriz colombiana de contenido para adultos
Esperanza Gómez

Por: @Zacarmenza 

Parece que el deporte nacional de Colombia es tomar malas decisiones y hacer de ellas un chiste. Así somos, nos enseñaron que la característica por excelencia del colombiano promedio es aguantarse el mierdero, pero aguantárselo con resignación y ojalá con una sonrisa… después de todo, siempre puede ser peor.

Pero de vez en cuando, como si la vida tratara de levantarnos a cachetadas implorando que dejemos la estupidez a un lado, ocurren cosas de las que hacer un chiste no solo es imposible sino que, de hacerlo, se trataría de algo profundamente ruin y miserable. 

Un día nos despertamos con la noticia de que Yuliana Samboní, una niña caucana que llegó a Bogotá a ver si la vida le sonreía un poquito, pasó sus últimos minutos de vida luchando con la angustia de ser raptada de su hogar, con la incertidumbre de no saber si volvería a ver a su familia o si tendría la oportunidad de conocer a ese hermano que traía su mamá en el vientre. O tal vez no pudo pensar en nada, porque a los 7 años la dimensión del mundo no contempla la maldad y los últimos minutos de su vida fueron puro dolor crudo.

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Todos reaccionamos, nos pareció imperdonable y la indignación propia de las redes sociales trasmutó a plantones de rechazo, pronunciamientos de solidaridad con la familia de Yuliana y una certeza generalizada de que el actuar de Rafael Uribe Noguera no solo era repudiable sino también injustificable e inexplicable. Exigir penas de muerte, cadena perpetua, castración química o simplemente desear que la cárcel le cobrara con creces el daño que Rafael le hizo a Yuliana, parecían ser la respuesta al qué hacer, ante la imposibilidad de responder el por qué. 

Y ahí, mientras insistíamos en que Rafael Uribe Noguera no era más que un monstruo, aparecía Maluma para recordarnos que no, que los monstruos no existen pero que el machismo y misoginia sí y que están tan naturalizados que nos cuesta encontrarlos hasta que cobran la vida de una niña indígena de 7 años.

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Con su reciente canción Cuatro babys el reggaetonero paisa se enfrentó a la crítica de una columnista y a una petición en Change.org que señala que “la letra es toda una apología de violencia hacia las mujeres que las describe como meros cuerpos intercambiables y disponibles al servicio del deseo sexual ilimitado, irrefrenable e incontrolable de los varones” y que solicita eliminarla de youtube y otras plataformas digitales. 

Y no, aunque la culpa de la violación y asesinato de Yuliana (además de las más de 21 niñas que, según la ONU a diario son violadas en Colombia) no es precisamente del reggaetón como género musical o de Maluma como artista, sí es claro que “cuatro babies” es la representación de la manera en la que estamos entendiendo la sexualidad en Colombia y un canal de reproducción masivo y eficaz de ello.

Si nos preguntamos por qué el caso de Yuliana tuvo más acogida mediática que los otros, con certeza concluiremos que tiene que ver con la condición económica del agresor: Un hombre “exitoso”, de buen aspecto, con una carrera en ascenso y miembro de una prestigiosa familia no parecía ser un candidato a monstruo sexual o pedófilo. 

Además, una familia que oculta las pruebas y entorpece la investigación de la fiscalía refleja que el dinero y las influencias todo lo pueden, en una sociedad en las que  todas las mujeres tienen un precio, al mejor estilo de Maluma Todas quieren chingarme encima de billetes de cien, Me tienen en un patín Comprando en san valentin. Ya me salieron más caras que un reloj de Ulysse Nardin

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Y claro, los motivos por los que Yuliana ya no está con nosotros se encuentran en lo más profundo de la médula colombiana; Rafael Uribe Noguera no es un monstruo, es más bien el tío, el sobrino, el vecino y el hermano al que le enseñaron que su deseo sexual es “ilimitado, irrefrenable e incontrolable” y que, además, contó con las condiciones materiales para ejercer control y poder sobre Yuliana.   

“Siempre me dan lo que quiero,
Chingan cuando yo les digo,
Ninguna me pone pero”

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(Inclusive, de ser cierto que Uribe Noguera le ofreció dinero en repetidas ocasiones previas a su secuestro, la vida de Yuliana le habría salido por poco más de diez mil pesos, mucho menos que un Ulysse Nardin)

Pero el mismo poder que representa Rafael Uribe Noguera, también puso a Yuliana en esa condición de desigualdad y vulnerabilidad, ¿por qué su familia tuvo que migrar a Bogotá en busca de las oportunidades que su lugar de origen no les brindó? 

Tal vez desplazados por el acaparamiento de tierras que hay en el país y en las que, al parecer, el hermano de Rafael Uribe Noguera ha fungido como asesor o, de pronto, a falta de programas como #MiCampoSabeMejor, promovidas a manera de chiste por el Ministro de Agricultura, en respuesta el show de Esperanza Gómez… (y ni hablar de las tierritas que tiene Iragorri listicas para la ley de ZIDRES y que ponen en riesgo de desplazamiento y vulnerabilidad a más familias como la de Yuliana)

“Quiere que la lleve pa' medallo
Quiere que la monte en carros del año”

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Sí, con seguridad Esperanza fue alimentada con lo mejor de nuestra tierra… una oportunidad que no tuvo Yuliana. Porque Esperanza, así nos duela reconocerlo, ha sido una mujer privilegiada que ha podido tomar las decisiones sobre su carrera y su cuerpo como mejor le ha parecido, sin el hambre o la necesidad como intermediarios. 

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Sin embargo, previo a la indignación por el asesinato de Yuliana, nos mostrábamos muy inquisidores cuestionando que, en un show en vivo, una actriz porno consintiera que sus fans la tocaran, que accediera a ponerse al servicio de ese “deseo sexual ilimitado, irrefrenable e incontrolable de los varones”.

Así las cosas,  las mujeres podemos ser objetos de consumo, moviendo el culo mientras Maluma canta

“Y es que todas maman bien
Todas me los hacen bien”

pero cuando decidimos sacar algún provecho de mamarlo bien o hacerlo bien, también se nos cuestiona… como a Esperanza.

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Ese deseo que representa Maluma en su canción dejará de cobrarnos víctimas como Yuliana, el día que aceptemos que no se trata de casos aislados, que no son simplemente enfermos mentales o mostruosos, sino que son el resultado de una sociedad que legitima la violencia hacia la mujer en sus canciones y en las que, una de las “cuatro “babies” puede ser una indígena de 7 años o cualquier de las por lo menos 21 niñas que son violadas a diario en Colombia.

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