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Las cuentas alegres del mercado de la música pirata en Colombia

Vendedores, promotores y artistas emergentes siguen agarrándose de lo que queda del negocio de la piratería musical. Un negocio que sigue moviendo plata.

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Santiago Acosta

En Colombia la piratería de música se aferra a los canales que le quedan. En la calle, en los semáforos y en las pequeñas ciudades sigue siendo un negocio vender compilados y promocionar artistas a través de la venta informal.

Por Fabián Páez López // @Davidchaka – Fotos: Santiago Acosta

La piratería en Colombia es más emblemática que el tamal, el guaro o la leyenda del escudo nacional, “Libertad y Orden”. Los números lo demuestran. Solo en 2013, entre todo lo que se chiveó en el país, se registraron pérdidas por $1,3 billones, según cifras de la Alta Consejería para la Seguridad y la Convivencia -aunque bueno, decir ‘lo que se perdió’ suena odioso, pues por lo menos la piratería es un negocio del que vive mucha gente que no tiene de otra. Y claro, de esa cifra enorme de dinero tergiversado, la industria musical es una de las grandes perdedoras. Por citar un ejemplo del mismo año, el 89% de descargas ilegales fueron de música colombiana, lo que afectó los ingresos de los artistas nacionales.

Tratándose de música, en medio de ese caos que es Sayco y Acinpro…o mejor, el negocio de las regalías que ganan los artistas nacionales por su música, y del descenso de las ventas en formato CD, la piratería sigue estando en todo lado: que Las 100 canciones navideñas, que Perreo pa´la discoteca, que los Maxihits de reggaetón, que De todito express, que Crossover para bailar y gozar.  Todos estos títulos, así no sean los que reseñan los medios especializados, abundan en semáforos, zonas comerciales como San Andresito, páginas de Internet y en pequeños pueblos y municipios del país, donde todavía hay locales que se dedican, única y exclusivamente, a vender compilaciones y álbumes piratas. Con sus caratulas llenas de figuras photoshopeadas, sobre un fondo de colores intensos y una buena cantidad de adjetivos puestos con una tipografía luminosa.

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Hablé con uno de esos vendedores que reinventaron el negocio de la música pirata en el país después de la llegada de lo digital. Le dicen ‘El Michi’ y es dueño de su propia marca: ‘Producciones El Michi’. Él llegó tarde al negocio, pero por ser de los pocos capaces de imprimir su nombre en las caratulas e innovar con el formato es uno de los más grandes distribuidores. Ya lleva dos años vendiendo USB´s de cuatro gigas en las que almacena entre 500 y 1.000 canciones, según el tamaño y la calidad de las pistas que descarga. Su sello, afirma, es que siempre verifica que las canciones suenen bien.

Según cuenta ‘El Michi’, en un mes, puede poner a circular unas 10.000 memorias en diferentes zonas como Monteria, Valledupar, Pereira, Medellín, Manizales y Bogotá, donde tiene su local. Para un distribuidor mayorista, el precio de las piezas ronda los $8.000 pesos, que en un semáforo, en la calle o en otro local terminan ofreciéndose mínimo en $10.000. Además, dice, el declive que sufre la industria fonográfica por el descenso en las ventas en formato físico no lo ha afectado, al contrario: “por la diversidad que tiene la marca, se han ido incrementando las ventas”.

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Para sacar una nueva USB, lo que hace ‘El Michi’ es invertirle un buen tiempo a buscar listados de canciones por género o por temática en las emisoras, busca los títulos en Youtube, los descarga en un programa conocido como aTube cátcher y con los artistas que más le suenan diseña una caratula. Él es todas las manos del proceso de producción. Es por eso que puede que se le escapen algunas cosas y vean en la calle circular una USB con Lo mejor del rock español con la cara de Kurt Cobain en la portada. A veces pasa.

El Michi, por supuesto, no es el único en el mercado. Hay muchos más, pero si no hay cifras concretas de lo que se vende legalmente, de lo que se mueve bajo cuerda mucho menos. Eso sí, hay otra parte del negocio que ha sido mucho menos explorada, y que poco tiene de ilegal. Se asemeja más a la payola de radio.

Promoción pirata

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Según cuenta El Michi, a su despacho llegan frecuentemente artistas, “la mayoría de música urbana o popular”, a regalarle discos, invitarlo a almorzar o a dejarle regalos para que incluya sus canciones en las USB. Pero lo que para él es un acuerdo informal hay otros que lo tienen bien explotado y comercializan también la promoción de artistas.

William Segura es un vallenatero de la agrupación Los Románticos y además es promotor de artistas desde hace años. Para él está claro que la calle es lo más rentable a la hora de poner a circular a un artista nuevo.

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“En la distribución callejera hay diferentes precios. Ahora imprimir un papel y comprar un cd es muy barato y mucha gente en varias ciudades tiene máquinas para eso. Hay piratas por todo lado. Los vendedores incluso prefieren no tener un local y mandar los discos directamente a la calle. Lo máximo que yo he llegado a pagar para mover un artista con un distribuidor son $250.000”, dice.

El negocio de la promoción de músicos en la calle, como cuenta William, es una especie de alianza informal que difícilmente encaja en la piratería común. Son los promotores de nuevos músicos, como él, los que buscan en cada ciudad a los distribuidores y les pagan para que incluyan las canciones de su artista en discos compilados, además de su imagen en el papel. Por $250.000 se aseguran que salgan a la calle unas 7000 copias. Que se vendan o no, ya es otra historia. La clave, según dice, es reiterar el procedimiento cada vez que salga un hit, porque eso es lo que busca la gente cuando compra, por ejemplo, en un semáforo: una canción de moda que le puede salir a 2.000 pesos y viene con una tonelada de canciones de más.

La cadena de gente que se alimenta de la piratería es más larga de lo que parece. Y en los casos en los que se distribuye música ajena para promover la música propia, cuesta trabajo incluirla en la categoría de ilegal. Es más, puede llegar a ser la única forma para que empiecen a sonar los nuevos músicos, que son propietarios de su música y no reciben nada de lo que se vende. A eso, sumémosle que con la avalancha del mundo digital, es posible que a la distribución de música pirata le quede poca vida.  

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