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Los Ilusionistas 2: Hollywood nos quiere embutir el espectáculo como sea

El nuevo blockbuster cinematográfica de la temporada tiene muchas lecciones para enseñar.

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Los Ilusionistas 2

Poco le importó al público mundial que la crítica le diera palo a la primera parte de Los Ilusionistas (Now you see me), pues aun así se convirtió en un fenómeno de taquilla. Con el estreno de la secuela hay que preguntarse por qué esta saga de magos-ladrones-robinhoods ha logrado conquistar el mundo.

Por Juan Pablo Castiblanco Ricaurte // @KidCasti

El mundo cada vez está más absorbido por el espectáculo; lo necesita, lo añora, está condicionado a que sea parte de todos los eventos de la vida cotidiana. Los gringos han dominado este arte de hacer espectáculo (de convertir el arte en espectáculo) a la perfección. De hacer espectáculo con todo, ante todo, sobre todo. Al final de la Copa América, mientras los chilenos daban la vuelta olímpica, Pitbull se subió a una tarima montada de afán a dar un innecesario concierto. Las finales de sus deportes más populares –béisbol, basquetbol y fútbol americano–, son concebidas como un duelo grecorromano en el que dos héroes se baten en la arena hasta matar con sus propias manos a su enemigo. Las guerras son transmitidas en vivo. La política se ha vuelto más un juego de popularidad y sensacionalismo que un debate social. Y desde allá, desde la nación más poderosa del mundo, la espectacularidad se derrama hacia todo lo demás.

El bueno contra el malo. Las figuras. Las estrellas.

Para que haya espectáculo son imprescindibles los grandes nombres. O una historia. Pero ante la crisis creativa de uno de los centros narrativos más grandes del mundo, Hollywood, la opción de las estrellas, es la que termina prevaleciendo. Es la lógica del exceso llevada al arte: hacer más esperando que, en algún momento, signifique hacer mejor. La fórmula no es nueva pero cada vez más frecuente: Avengers no solo retomó un célebre cómic y agrupó héroes icónicos (en varias ocasiones además) sino que puso en el mismo lugar los carismas de Robert Downey Jr., Scarlett Johansson, Chris Evans, Mark Ruffalo, Samuel Jackson y Chris Hemsworth. Desde la primera entrega de los Ocean’s, hay un mismo y lujoso espacio para que George Clooney, Brad Pitt, Matt Damon, Julia Roberts, Catherine Zeta-Jones, Al Pacino y Andy García estén juntos. La trilogía de Los Indestructibles ha sido más una excusa para reunir a las viejas y nuevas glorias del puño-patada-fusil-granada como Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger, Harrison Ford, Mel Gibson, Jason Statham o Jet Li que para contar una historia. Y ni qué decir de desechables comedias románticas como Año Nuevo, Valentine’s Day o Simplemente no te quiere, que son un compilado de microhistorias protagonizadas por nombres que mueven taquilla. Hasta directores menos industriales como Wes Anderson, David O. Russell o el propio Quentin Tarantino también han usado el recurso de juntar a los dioses en sus películas.

A la infinita lista se suma ahora la segunda parte de la inesperadamente exitosa Los Ilusionistas. Al elenco base de la primera parte compuesto por Mark Ruffalo, Jesse “hablo a 100 km/h” Eisenberg, Woody Harrelson y Morgan Freeman, se suman en la secuela Daniel “Harry Potter” Radcliffe y Michael Caine. Poco importó que la crítica le hubiera dado duro a la primera Los Ilusionistas o que en Rotten Tomatoes tenga una calificación promedio por parte de sus usuarios de 5.7 sobre 10, porque en el mundo recaudó en taquilla cinco veces lo que costó y, en su momento, solo fue superada por una de las diez mil entregas de la todopoderosa saga de Rápido y Furioso. Su secuela, que ya fue estrenada en China, desbancó a otro blockbuster del entretenimiento (bien flojo, eso sí) como Día de la independencia.

La razón del boom es tan difícil de explicar como por qué un video en YouTube se vuelve viral, pero definitivamente el elenco all-star más la historia de una serie de magos-ladrones-robinhoods tiene mucho que ver. Así mismo, demostró una vez más que lo que la crítica deshecha al público masivo le resbala. Y también se erige como una nueva forma de concebir el cine, menos como una obra de arte y más cercano a un show en vivo que impresiona por sus efectos y rutilancia (¿alguien dijo Rápido y furioso?). Así se entiende que entre sus productores esté uno de los magos más famosos de la cultura pop, David Copperfield, y que otros célebres ilusionistas, hipnotizadores, mentalistas y expertos en trucos de cartas como Keith Barry, Andrei Jikh o Blake Vogt hayan asesorado al equipo en la construcción de las escenas. Espectáculo ante todo. Sobre todo.

 

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