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El lado B de las elecciones presidenciales en EE.UU.

No sería raro que Donald Trump se convirtiera en el presidente #45 de Estados Unidos. Sería muy apocalíptico, como una mala película de Michael Bay.

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Desde jueguitos online para darle en la jeta a Donald Trump, hasta las teorías que aseguran que Hillary Clinton es un reptil, pasando por la posibilidad de que un desquiciado con peluquín tenga el puesto político más importante del mundo, las elecciones gringas están plagadas de deliciosos absurdos que nos hacen pensar que, quede quien quede, habremos quedado en muy malas manos.

Por: Álvaro Castellanos | @alvaro_caste // Foto: Gettyimages.

En 2012, el gobierno de EE.UU. tuvo que desmentir dos fuertes versiones que alborotaron el pánico en todo el país. Primero, por un caso de canibalismo en Florida, aclararon que los zombies, óigase bien, no existen. En serio, les tocó salir a explicar que los muertos que tragan cerebros son un invento del cine, los cómics y la TV. “No es cierto que exista un virus o una enfermedad susceptible de revivir a los muertos”, reforzó el Federal Control Disease Center (CDC).
Y días después explicaron que, tal como los zombies, las sirenas tampoco existen, a propósito de un especial de Discovery Channel que disparó la confusión. "Las sirenas (mitad mujeres, mitad peces) son una leyenda. No tenemos pruebas del primer humanoide acuático", confirmó el National Ocean Service (NOS). Efectivamente, sólo un país que no distingue la diferencia entre la realidad y su propia ficción podría tener a Donald Trump a un paso de llevar su trasteo a la Casa Blanca.

En el año en que el “Brexit” ganó en Reino Unido, y el “No” ganó en Colombia, no sería raro que Donald Trump se convirtiera en el presidente #45 de Estados Unidos. Sería muy apocalíptico, como una mala película de Michael Bay, pero sin el final feliz. De hecho, tengan la seguridad de que millones de estadounidenses, cada vez más lejos del privilegio de retirarse a los 40 para dedicarse a podar sus jardines, votarán por este hombre horrible sin importarles lo xenófobo, misógino y catastrófico que pueda resultar su mandato, inclusive a nivel mundial. Elegirlo sería una decisión muy “serie B” para unas elecciones llenas de “lados B” y particularidades muy especiales. Acá algunas:

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1)   La elección es un enredo

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La disputa por la presidencia, más apretada que la cara de la esposa de Trump, tiene un complejo mecanismo para determinar al sucesor de Obama. De entrada, parece más fácil demostrar la existencia de Dios que entender cómo funciona la elección del Presidente. Pero, así por encima, se puede decir que no gana necesariamente quien más votos sume, sino quien más votos de “colegios electorales” obtenga. Este modelo, conocido como “sufragio indirecto”, consiste en 51 elecciones separadas (en 50 Estados + el Distrito de Columbia, donde queda Washington DC). El ganador será el que consiga la cifra de 270 electores, entre 538 que se reparten por todo el país. Entonces, en lugar de votar directamente por Presidente, los gringos votan por electores, quienes se ya se han comprometido de antemano a elegir a un candidato en específico. Esta maraña supuestamente refuerza la concepción federalista de EE.UU. y le da importancia a estados chicos como Alaska, Wyoming o Vermont.

Si la democracia en sí misma es una trampa porque las  mayorías eligen a los ganadores y las mayorías son muy brutas, en EE.UU. incluso el concepto de democracia es confuso, porque el que más votos tenga puede perder. En el año 2000, por ejemplo, la joyita de George W. Bush tuvo medio millón de votos menos que Al Gore, pero como obtuvo 271 votos electorales, ganó la Presidencia. Luego se apoyó en la cultura del miedo, se inventó guerras, invadió Afganistán, Irak, fue reelegido y se apuntó millones de muertos. Oh, la democracia.

2) Make America en corbata again

La corbata es el símbolo por excelencia del oficinista y del político tradicional: es decir, del político corrupto. Obama lo sabe y durante sus dos períodos trató de quitársela lo que más pudo. Y en la carrera presidencial de 2016 pasó lo mismo. Tanto Bernie Sanders (Demócrata) como Ted Cruz (Republicano) trataron de desprenderse del obsoleto colgandejo para alejarse del patrón de vestuario típico del político y trazar una horizontalidad con los electores. Pues bien, Trump le apuesta a todo lo contrario. Al viejo le interesa estar en corbata hasta para acostarse a dormir, y tiene sentido, porque de alguna forma refuerza todos esos símbolos machistas, formales, dominadores y mandados a recoger que tanto lo representan.

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Aunque cada vez se le da menos importancia a la corbata, se sabe que, en la política, detrás de ellas hay todo tipo de artilugios. En el nudo, el color, la textura y la forma de usarla se plantean unos códigos invisibles de persuasión que comunican confianza, fortaleza, credibilidad, etc. Para el extravagante Trump, no obstante, no parece haber una estrategia o un estilo muy concreto al enfundarse una corbata porque se le ha visto con todo tipo: rojas, azules, lisas, de rombos, con rayitas diagonales, con textura. Lo que sí se sabe, ojo al detalle, es que siempre usa corbatas de su propia empresa de confección, de lo que se puede concluir que, como candidato presidencial, es un gran hombre de negocios.

3)   Hagan sus apuestas

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En EE.UU. está prohibido apostar para elecciones políticas, pero hay sitios web legales fuera del país donde los gringos están yendo a dejar una platica. Según la tendencia de tres grandes casas de apuestas online, deberíamos hacer un llamado a la locura porque hay una inclinación hacia el triunfo de Donald Trump. “Tenemos cinco apuestas por Trump, por cada una de Hillary”, le dijo la semana Pat Morrow, responsable de probabilidades del sitio de apuestas Bovada, a la revista The Atlantic. En Bovada, u otras casas legales como Betfair o Betonline, el tope de apuesta es de 500 dólares y más de 3000 se registran a diario.

Dos motivos hacen que Trump, pese a ser un absoluto cretino, se acerque a Clinton en la intención de voto, el cual se ve reflejado en las apuestas. El primero, los correos electrónicos que le investiga el FBI a Hillary. Se supone que la señora usaba su e-mail personal para difundir secretos de estado, como el asalto a la Embajada de EE.UU. en Bengasi, Libia, en 2012. Para los gringos, que les esculquen su información clasificada es de lo más grave que puede haber y ahí la esposa de Bill quedó fichada.  Y el segundo motivo tiene que ver con la tendencia al voto oculto: el mismo que no se vio en las encuestas del plebiscito o en el Brexit. Por corrección política, la gente no lo acepta abiertamente, pero a la hora de votar, sin nadie encima, llegará el apoyo multitudinario hacia el pelirrojo empresario, que pese a todas sus cochinadas promete retomar la burbuja del “sueño americano” a sus electores y eso le dará millones de votos.

4)   Con gasolina de avión

Dicen que Donald Trump en realidad no es tan millonario. Y pues menos mal, porque apenas tiene hoteles, casinos, complejos de negocios, edificios de apartamentos, restaurantes, marcas de ropa, una compañía de agua embotellada, más casinos y una flota de aviones privados. Si a eso le sumamos que no paga impuestos hace 15 años, la fábula de La pobre viejecita le queda pequeña. Nunca antes en la historia de EE.UU., un magnate ha sido al mismo tiempo candidato presidencial, como pasó en Italia con el honesto y bondadoso Silvio Berlusconi. Para financiarse su campaña, Trump ha echado mano de sus 3000 millones de dólares, mientras que Hillary Clinton apenas tiene un patrimonio de 30 millones y ha tenido que acudir a donaciones Demócratas, como todo candidato presidencial normal.

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Según una infografía de Wired, entre julio y octubre de 2016, Trump se ha gastado 2 millones de dólares solamente en vuelos privados. Este gasto, tan demente como su cara, se extiende a 3 millones de dólares si le sumamos hoteles, comida, alquiler de campos de golf y honorarios para su equipo de trabajo: una inversión que hace ver muy austera a doña Clinton, quien apenas ha gastado 323.000 dólares entre julio y octubre. Desde luego, los candidatos tienen un umbral de financiación que no se puede superar, pero como Trump saca de su propio bolsillo, regularlo es imposible.

5) ¿Por quién votan los famosos?

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En el país que más glorifica a las celebridades, que alguna de ellas se manifieste a favor de un candidato representa un golpe de opinión contundente, y por puro sentido común, la mayoría está a favor de Hillary Clinton. La señora, con todos los intereses y toda la agenda neoliberal que arrastra, es la candidata sensata a ganar la Presidencia. La Exprimera Dama tiene el apoyo de pesos pesados de todo tipo como Brad Pitt, Eva Longoria, George Clooney, Alicia Keys, Maryl Streep, Julianne Moore, Sharon Stone, Steve Wonder, Beyoncé, Warren Buffet, Magic Johnson, Pharrell Williams, etc.

Otros, como el actor Mark Ruffalo y la comediante Sarah Silverman han adherido a su campaña luego de haber sido devotos barrabravas de Bernie Sanders. También lo fue Susan Sarandon, quien rechaza a Trump, pero tampoco apoya a Hillary. “No voto con mi vagina”, dijo la actriz días antes de las elecciones. “El miedo a Donald Trump no es suficiente para que apoye a Clinton con su historial de corrupción”, añadió. Algunos más, como Robert De Niro han sido más enfáticos para putear a Trump que para apoyar a Clinton. “Es un estúpido, un perro, un marrano, un idiota, un desastre nacional y quisiera pegarle un puño en la cara”, resaltó en un video que se hizo viral en octubre. En tanto, famosas latinas como Salma Hayek (a quien Trump llamó “piñata”) y Alicia Machado (a quien Trump llamó “Miss Peggy”) lógicamente están con doña Clinton.

En contraste, el famoso más conocido que ha apoyado abiertamente a Trump es Clint Eastwood, un ultra-conservador que nunca ha tenido problema en divulgar sus posturas políticas así resulten antipáticas para todo el mundo. Otros famosos más pintorescos también son adeptos de Trump, como John Voight, Chuck Norris, el exluchador Hulk Hogan, Mike Tyson y Dennis Rodman. En el lanzamiento de su campaña, Trump buscó a Justin Bieber para que le cantara, pero con todo lo cabeza-hueca que es, el pelado le rechazó una oferta de millones de dólares.

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6) Pérdida de tiempo electoral

Como Internet da para todo, hay unos jueguitos alusivos a Clinton y Trump especialmente creados para que perdamos todo el tiempo que no tenemos y lo aprovechemos para burlarnos de ambos. El mejor de todos tal vez es Punch the Trump que consiste básicamente en darle en la jeta a Trump para complacer a Robert De Niro y a millones de personas en todo el mundo. El juego tiene el fundamento del clásico de Nintendo Punch out y se pueden hasta conectar combos para dejar al candidato republicano todo hecho mierda.

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Otro juego que me gustó se llama Trump vs Clinton y es una carrera en carro con varios niveles. Uno puede elegir al candidato que quiera y la idea es llegar primero que el otro, pasando por las 10 ciudades más importantes de EE.UU. Lo estuve probando y aunque coroné rápido Nueva York, Los Ángeles y Chicago a bordo del carrito azul de la señora, me quedé estancado en Dallas, casualmente justo la zona de EE.UU. donde toda la godarria redneck votará por don Donald. Finalmente, también tiene su tumbao’ otro juego llamado Dress up Who, donde seremos un estilista llamado Barack Obama y disfrazaremos a ambos candidatos para lograr que se vean más ridículos que lo que son.

7) Paren las rotativas: ¡Hillary es un reptil!

El país de la comida rápida y las celebridades también es el país de las teorías de la conspiración y, como ya se dijo, de confundir la realidad con la ficción, por muy idiota que ésta sea. Sólo así se explica que existan miles de individuos que creen fervientemente en los “reptilianos”: una raza de reptiles humanoides de origen extraterrestre o incluso terrícola que se han estado camuflando entre los humanos durante siglos esperando el momento para dominar el mundo y tragar nuestras cabezas con sus largas lenguas, como haría Reptile, el personaje de Mortal Kombat. Pues bien, los creyentes de los reptilianos sostienen que detrás de varias personalidades influyentes hay un “hombre caimán” (y no me refiero al célebre Álvaro Lemon) con inteligencia sobrenatural, lo cual ha llevado a varios de ellos a convertirse en líderes del mundo.

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Por ejemplo, George W. Bush y la Familia Real de Inglaterra son señalados como los reptilianos más importantes de nuestro tiempo. Y también, alisten las risas, Hillary Clinton, de quien se dice que tiene ojos de reptil. Hay fotos que lo muestran y se supone que quien diga que es un montaje sólo quiere negar la realidad. Cientos de videos lo muestran también, sólo que lo único que se ve en ellos es a una señora ultra-maquillada, trasnochada y con mucha hambre de poder. Sin embargo, aún si Hillary fuera un reptil, seguiría siendo mucho mejor que el otro demente de pelo esponjado y que además junta varias de las peores características de la especie humana.

8) ¿Por qué los martes?

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Antes de la constitución de 1991, en Colombia aún regían las leyes de 1886. Esto quiere decir que viejeras como matarse en un duelo  con pistolas y padrinos era absolutamente legal, sólo que ya se abolió. Aún en la actualidad, en EE.UU. las votaciones a Presidente son los martes por culpa de un anacronismo legal que viene de 1845. Para ese tiempo estábamos hablando de un país agrícola cuyo medio de transporte eran carretas empujadas por caballos, por lo que se pactó que todo el país elegiría Presidente el primer martes de noviembre, cuando la temporada de cosecha había terminado y en un día de la semana propicio para tener el tiempo de desplazarse al puesto votación luego de salir de la iglesia el domingo.

Un siglo y medio después, los gringos todavía arrastran esa incoherencia y deben ir a votar los martes con lo cual se fomenta el abstencionismo, ya que la gente está en pleno día laboral y no tiene tiempo para hacerlo. Sin embargo, siendo EE.UU. un país tan grande, en algunas partes se puede votar con anticipación, pero el martes definitivamente es necesario hacerlo de manera presencial. Al respecto, “ha habido numerosos intentos de cambiar el día de votación a un festivo federal o a dos días, como en otros países, pero ninguno ha tenido éxito”, dijo Anthony Corrado, profesor de Política Gubernamental del Colby College de Maine a la agencia EFE. Así las cosas, aunque parezca insólito, la fiesta de la democracia se seguirá celebrando el martes: un día muy malo hasta para enfiestarse.

9) Suerte con el muro

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La máxima promesa de Donald Trump en su camino a la Casa Blanca es que construirá un muro para separar a EE.UU. de México y evitar la entrada al país de mexicanos y latinos ilegales. La propuesta, xenófoba y detestable, parece tan imposible como el origen reptiliano de Hillary. La frontera entre ambos países cubre 3144 kilómetros y es bastante inverosímil creer en que su construcción completa sea una realidad.

Un video divulgado por el sitio web The Interceipt muestra con apoyo satelital la gran cantidad de territorio que cubriría el dichoso muro, el cual además tendría que pasar por diferentes suelos y por el Río Grande, lo cual supondría un daño ambiental que, de todas formas, a Trump le importa un chorizo ya que cree que el cambio climático “es un invento de los chinos para que la producción de EE.UU. no sea competitiva”. Si en un caso descabellado el muro de Trump fuera una realidad, lo más triste de todo es que tal vez levantado por mexicanos.

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