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Frankie Ha Muerto: El visceral rock de las ideas

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Por Santiago Arango @Santiagohagalau              
Foto Maxíaz

Un grupo que nació en medio de la guerra del narcotráfico en la Medellín de los 90 eligió el rock como metáfora para frentear la muerte. Damas y caballeros: los primeros góticos de Colombia.

No dejes que te atrapen los esparcidores de pasiones tristes”. Sin duda, una hermosa frase de una hermosa canción. Llamada La culpa, muchas personas han interpretado este tema como un llamado a descargar ese madero pesado, esa carga que tan bien saben administrar las religiones. Los creadores de esa reflexión son ‘los primos’, como suelen saludar en la calle o en conciertos a los fundadores del post punk (para otros, también, los papás del gótico antioqueño) en Medellín.

Con casi 21 años de trayectoria, cuando el circuito musical de Medallo aún era pipiolo, este combo fue el primero en la historia de la escena paisa en arriesgarse a incorporar elementos escénicos como flores, muñecas ahorcadas, maquillaje, megáfonos, televisores destruidos, danza y otros elementos en su show. Considerados en la ciudad como una banda de culto, respetados justamente como un enigma que tarda en descifrarse, a lo largo de su carrera ‘los primos’ han sido capaces de mutar como un camaleón pero sin jamás perder su sello de búsqueda, transformación y pensamiento.

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La trascendencia de este grupo se entiende porque desde su primer álbum homónimo, lanzado en 1995, consolidó un discurso y sonido propios (nadie en Medellín suena como Los Frankie), destacándose por su capacidad de crear universos y personajes apocalípticos y cotidianos como el Señor X para contar historias que ayuden a preguntarse por la realidad nacional a inicios de los 90. En su clásico Padre Nuestro, el sicario implora bendiciones antes de asesinar: “Madre Santa, Virgen pura, protégeme al matar…” Es una banda generacional.

Hablar de este grupo es rastrear el poder de la palabra, de su fuerza transformadora y veneno enloquecedor.

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Eso queda claro en líneas tan contundentes como “un filo cortante en mi boca: la palabra” de la canción Medellín p.m.: La conflagración, o en fragmentos como “todos los muertos llevan afán” de Mortaja de letras, un llamado a hacer un stop a las rutinas salvajes (pues finalmente todos seremos polvo). Atrevidas e inteligentes, las canciones de sus tres álbumes son verdaderos himnos que hablan de la necesidad de reflexión y de zafarse de las violencias, de la importancia del valor máximo final: el de la humanidad.

Por eso no es extraño encontrar ideas en sus canciones en torno a la obra de grandes como Rimbaud, Nietzsche o Bataille, quienes han sido alimento al igual que otros autores en el discurso frankista. Postpunk gótico, tintes de metal y hasta fraseos hip hop, hacen de este un grupo ecléctico de rock teatral con personalidad propia, reconocido además por contar con uno de los mejores letristas de la música local: Fabio Garrido, su vocalista quien es acompañado por Mario en los tarros, Juan y Caliche en las guitarras, Alex en el bajo y Luna en el teclado.

Después de pasar por el Festival Estéreo Picnic 2011, tocar en el Festival Internacional Altavoz y tras ser la primera banda de rock en dar un concierto en el Festival Internacional de Poesía de Medellín, entre muchos otros logros, el grupo actualmente presenta su cuarto álbum de estudio, una placa dedicada, según Garrido, “a todos los que padecen esa tragedia de la desaparición y el desplazamiento forzado, a sus familias que soportan el drama y a todos aquellos que por su silencio obligado se han convertido en Extraños en este país”, tal como se titula el trabajo. Al álbum, grabado en estudios El Pez y producido por el grupo, lo recubre un manto sombrío, casi existencialista. Las catorce canciones que lo integran están divididas en dos caras, a lo casete: Cara A, Extraños en este país, y Cara B: Diles por favor que no me maten.

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