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"La ciudad no da mucho espacio para los jóvenes"

Raperos de Las Cruces, mujeres que hacen graffiti, emos, cabezas rapadas de izquierda y derecha y metaleros cristianos hacen parte de los primeros episodios de la nueva serie de televisión de Canal Capital, Historias de ciudad, que se transmite los martes a las 10 de la noche. Con el enfoque que caracterizó el programa Enviado especial, que se transmitió durante 20 años y más de 1000 capítulos, Germán Castro Caycedo está recorriendo Bogotá en busca de algunas de las subculturas de los jóvenes locales que, por diferentes razones, no han tenido el suficiente cubrimiento en los medios de comunicación. “Hago énfasis en el tema juvenil, pero no en lo trágico: quiero mostrar que entre los jóvenes pasan muchas cosas buenas. No me interesa nada de delincuencia juvenil o barras bravas, que son el tema de todos los medios, todos los días; creo que los jóvenes ofrecen un panorama mucho más amplio que ese”, afirma Castro. Por ejemplo, encontró que “hablando de hip hop, los muchachos terminaron opinando sobre el TLC; las grafiteras tienen una visión muy clara del arte y del papel de la mujer en la sociedad actual; los RASH expresaron su crítica permanente al status quo; todos tienen mucha personalidad, un norte fijo y convicción en lo que dicen”, complementa. “Los más radicales son los cabezas rapadas, los demás están muy metidos en sus ideas y en sus gustos, pero abiertos a otras tendencias, son muy pacíficos y tolerantes”. Visualmente, el programa conserva un formato más característico de los años ochentas, con cámaras estáticas y una edición sin mayores riesgos. El proceso de investigación lo realizó el mismo Castro Caycedo, asesorándose de algunos antropólogos y recibiendo sugerencias sobre tendencias actuales. Luego buscó uno o dos líderes de las subculturas que quería retratar, habló con ellos para definir los ángulos del capítulo y realizó las entrevistas en los sitios que los mismos protagonistas consideraran más significativos para ellos. Con el objetivo de alejarse de lo noticioso, el contenido de Historias de ciudad entra a llenar un vacío en la parrilla de televisión nacional: La Sub 30 lleva casi un año sin realizar nuevos capítulos y, junto con pequeños esfuerzos de Señal Colombia, es el único espacio dedicado a mostrar el trabajo y las expresiones de los jóvenes, más allá del amarillismo. Aparte de ellos, los programas de Pirry o Séptimo Día, entre otros, se concentran en lo negativo, a veces en tono de denuncia a las falencias institucionales o gubernamentales contra los jóvenes, pero en la mayoría de las oportunidades generando una especie de pánico, como si entre las nuevas generaciones todo fuera violencia y drogas. En cambio, “no hablamos de eso con los personajes; me interesaba su filosofía, su estética, su modo de vida, su actitud frente al mundo. Descubrí que los jóvenes tienen mucho que decir, tienen una posición muy clara, cada uno desde su ángulo”, revela Castro Caycedo sobre Historias de ciudad y cierra afirmando que “esta es una juventud berraca”. “La ciudad no da mucho espacio para los jóvenes. Por ejemplo, a los grafiteros (después de todo lo que ha pasado y lo que se ha dicho sobre su trabajo) algunos los siguen viendo como vagos, a otros los estigmatizan con el satanismo o ideas retrógradas; la sociedad no entiende lo que ellos hacen como una forma de arte o una expresión más válida que un carajo. Y a pesar de todo, ellos mismos se han abierto los espacios, lo que hace su labor más meritoria”, confiesa el periodista. “Creo que en ningún país el espacio para la juventud es el más abierto, de lo contrario no surgirían movimientos nuevos”, concluye. Sobre la identidad de estas “subculturas urbanas”, Castro encuentra que “estas son tendencias importadas; pero los jóvenes colombianos las han transculturizado (como dicen los antropólogos), adaptándolas al medio en que viven. Esto no es sólo copiar de afuera, porque en cada movimiento tienen una posición crítica frente al medio que los rodea. Me parece que esta es una generación que está en todo, lejos de ese cuento de que no saben nada del país y nada les importa”. Y eso es lo que más ha sorprendido al público, acostumbrado a ver en los medios a la juventud como una masa estúpida, violenta o concentrada en trivialidades: “En la calle me han dicho que no sabían que ellos se preocuparan tanto por la realidad”.

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Raperos de Las Cruces, mujeres que hacen graffiti, emos, cabezas rapadas de izquierda y derecha y metaleros cristianos hacen parte de los primeros episodios de la nueva serie de televisión de Canal Capital, Historias de ciudad, que se transmite los martes a las 10 de la noche. Con el enfoque que caracterizó el programa Enviado especial, que se transmitió durante 20 años y más de 1000 capítulos, Germán Castro Caycedo está recorriendo Bogotá en busca de algunas de las subculturas de los jóvenes locales que, por diferentes razones, no han tenido el suficiente cubrimiento en los medios de comunicación.

“Hago énfasis en el tema juvenil, pero no en lo trágico: quiero mostrar que entre los jóvenes pasan muchas cosas buenas. No me interesa nada de delincuencia juvenil o barras bravas, que son el tema de todos los medios, todos los días; creo que los jóvenes ofrecen un panorama mucho más amplio que ese”, afirma Castro. Por ejemplo, encontró que “hablando de hip hop, los muchachos terminaron opinando sobre el TLC; las grafiteras tienen una visión muy clara del arte y del papel de la mujer en la sociedad actual; los RASH expresaron su crítica permanente al status quo; todos tienen mucha personalidad, un norte fijo y convicción en lo que dicen”, complementa. “Los más radicales son los cabezas rapadas, los demás están muy metidos en sus ideas y en sus gustos, pero abiertos a otras tendencias, son muy pacíficos y tolerantes”.

Visualmente, el programa conserva un formato más característico de los años ochentas, con cámaras estáticas y una edición sin mayores riesgos. El proceso de investigación lo realizó el mismo Castro Caycedo, asesorándose de algunos antropólogos y recibiendo sugerencias sobre tendencias actuales. Luego buscó uno o dos líderes de las subculturas que quería retratar, habló con ellos para definir los ángulos del capítulo y realizó las entrevistas en los sitios que los mismos protagonistas consideraran más significativos para ellos. Con el objetivo de alejarse de lo noticioso, el contenido de Historias de ciudad entra a llenar un vacío en la parrilla de televisión nacional: La Sub 30 lleva casi un año sin realizar nuevos capítulos y, junto con pequeños esfuerzos de Señal Colombia, es el único espacio dedicado a mostrar el trabajo y las expresiones de los jóvenes, más allá del amarillismo.

Aparte de ellos, los programas de Pirry o Séptimo Día, entre otros, se concentran en lo negativo, a veces en tono de denuncia a las falencias institucionales o gubernamentales contra los jóvenes, pero en la mayoría de las oportunidades generando una especie de pánico, como si entre las nuevas generaciones todo fuera violencia y drogas. En cambio, “no hablamos de eso con los personajes; me interesaba su filosofía, su estética, su modo de vida, su actitud frente al mundo. Descubrí que los jóvenes tienen mucho que decir, tienen una posición muy clara, cada uno desde su ángulo”, revela Castro Caycedo sobre Historias de ciudad y cierra afirmando que “esta es una juventud berraca”.

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“La ciudad no da mucho espacio para los jóvenes. Por ejemplo, a los grafiteros (después de todo lo que ha pasado y lo que se ha dicho sobre su trabajo) algunos los siguen viendo como vagos, a otros los estigmatizan con el satanismo o ideas retrógradas; la sociedad no entiende lo que ellos hacen como una forma de arte o una expresión más válida que un carajo. Y a pesar de todo, ellos mismos se han abierto los espacios, lo que hace su labor más meritoria”, confiesa el periodista. “Creo que en ningún país el espacio para la juventud es el más abierto, de lo contrario no surgirían movimientos nuevos”, concluye.

Sobre la identidad de estas “subculturas urbanas”, Castro encuentra que “estas son tendencias importadas; pero los jóvenes colombianos las han transculturizado (como dicen los antropólogos), adaptándolas al medio en que viven. Esto no es sólo copiar de afuera, porque en cada movimiento tienen una posición crítica frente al medio que los rodea. Me parece que esta es una generación que está en todo, lejos de ese cuento de que no saben nada del país y nada les importa”. Y eso es lo que más ha sorprendido al público, acostumbrado a ver en los medios a la juventud como una masa estúpida, violenta o concentrada en trivialidades: “En la calle me han dicho que no sabían que ellos se preocuparan tanto por la realidad”.

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