Un álbum: Random Acces Memories
Cualquiera que diga gustarle la música electrónica ha pedido a gritos más de una vez One More Time. También recuerda como tesoro a los personajes azules de una constelación lejana que es secuestrada y traída a la tierra por un ambicioso empresario en lo que fue una excelente trilogía de videos animados por la época en la que empezaba el nuevo milenio. ¿Y qué pasó entonces con los legendarios Guy Manuel de Homem-Cristo y Thomas Bangalter, más conocidos como Daft Punk? ¿Acaso se habían cansado de materializar tan buena música? Se llegó incluso a rumorar que, luego del Alive Tour de 2007, Bangalter estaba perdiendo capacidad auditiva. Sin embargo, llegó el 2010 y con él, los Daft Punk hicieron de las suyas en la banda sonora de la película Tron Legacy. Nuevamente, el silencio. Pero este año, luego de más de seis años sin un álbum nuevo, aparecieron nuevamente en la escena con su nueva placa discográfica Random Acces Memories para darnos el gusto de volver a oír las guitarras intervenidas y el dance al que tan bien nos acostumbraron este par de franceses acompañados esta vez por el toque secreto de discípulos como Pharrel Williams y Panda Bear de Animal Collective . Y aunque es cierto que en todos lados oímos Get Lucky una y otra vez; y hasta nos aguantamos los mexicanitos de youtube cantando la versión chicana Urapan mexican Lucky, hay que reconocer que los padres sagrados de la electrónica nos dieron tremendísimo álbum y que Daft Punk volvió con toda.
Una diseñadora: Manuela Álvarez
Posiblemente este año he escrito este nombre unas treinta veces y lo he pronunciado otras cincuenta y dos. Cuando una mujer común y terrestre con ganas de darle un toque de vanguardia a su closet me pregunta por un diseñador no estandarizado alejado de los típicos estereotipos de moda colombiana, la respuesta es Manuela Álvarez. Esta chica, de no más de 27 años, egresada del Instituo Marangoni de Milán, aparte de ser una visionaria con los pies en la tierra (algo escaso en el "glamuroso" mundo de la moda nacional) es una toda una revelación. Su nombre comenzó a resonar después de su aparición en la pasada edición de Colombiamoda; san Google lo sabe porque al tipear su nombre, ese es el único dato curioso que arroja. Pero lo realmente fascinante de esta diseñadora es el mundo detrás de su marca, MAZ. Se da el lujo de trabajar con materiales de excelente calidad y combinarlos de forma magistral sobre sus diseños de cortes geométrico donde las piezas más suntuosas se encuentra con otras minimalistas casi deportivas; pero no por esto, ni por ser la diseñadora revelación del momento, etiqueta sus colecciones con precios exhorbitantes, sino por el contrario visualiza la moda desde una perspectiva más incluyente al alcance de compradoras reales y, por eso, desde su acogedor taller blanco con neón por la 82 trabaja junto a un equipo de mujeres que hacen realidad los sueños textiles de más de una, sin exprimirle la tarjeta y dándoles las piezas que las dejan listas para andar con un toque de atrevimiento y descomplique por la pasarela más entretenida y diversa de todas: la calle.
Una puesta en escena: 13 Sueños.
Advertencia. Esto es un autoplagio. Acudí a palabras y frases que ya había escrito, pero que debo repetir porque quedé marcada por el síndrome del ritornelo que padecía el pájaro que protagonizó esta obra
Todo empezaba en un bar. Sonaba Blue Velvet, la melodía que arrullaba hacia el primer sueño de trece inundados de pasión, desespero, ahogo, miedo, libertad y todo un sin fin de sensaciones atadas a eso que llaman amor, eso que a veces pareciera tan único pero que duele de forma tan universal. El trece ha marcado de forma peculiar mi vida, y por mera casualidad esta obra lleva esa misma combinación numérica. Pero es más que por un número que la obra de Laura Villegas llega a este lista. Los que tuvimos la oportunidad de sumergirnos en esta experiencia sensorial que trascendió y las formas tradicionales de vivir el arte dramático en este país, sabemos que vimos en vivo y en directo una magistral puesta en escena que lleva la firma made in Colombia y que seguro trascenderá fronteras a punta de vuelo de pájaro. Impresionantes proyecciones digitales y video instalaciones fueron los mejores cómplices de esta hermosa historia en donde conspiró el teatro, las artes plásticas, la música en vivo y la danza contemporánea con un guiño a Pina Bausch, para transportar a todo al que pisó la añeja edificación del Tearo Odeón hacia un sueño de esos que duele despertar. Apenas, como abrebocas para lo que se viene el otro año en el Festival de Teatro de Bogotá, pero también para que producciones teatrales locales se antojen y le sigan la cuerda a estas apuestas escénicas y de paso ampliar la oferta de teatro de estas latitudes.
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Un Festival: IN-EDIT
Lo confieso y lo mantengo. Me gusta más la música en vivo y en directo que en grabación o video. Sin embargo, este año llegó a Colombia un festival de cine documental que me recordó que la música es hipnotizante, pero que la historia detrás ella, la hace a veces mucho más fascinante. Nunca pensé que lloraría a cantaros con la historia de una olvidada banda de tres hermanos afroamericanos que hacían punk en Detroit antes de que el punk fuera punk. A Band Called Death, es el título de este documental musical con el que se inauguró este festival audiovisual de origen catalán que pisó por primera vez Colombia con dieciséis piezas documentales que por una semana se proyectaron en diversos puntos de la capital, y que contagiaron el ambiente de melomanía a punta de la fusión música y cine, la cual muy pocas veces se visibilizada por estas tierras. Aunque no fui a todas las funciones, IN EDIT revivió en mí y estoy segura que en más de un músico y melómano natural, toda la euforia, el dolor, la locura y otros mil momentos memorables que son inherentes a la maratónica carrera de ser músico. Espero que haya llegado este año para quedarse para rato.
Un momento: Colombia vuelve a un mundial
Mi relación con el fútbol se ha limitado a una levantada distante de pompones y constantes peleas con mi papá para que cambie alguno de los 15 benditos canales que tiene de fútbol. Sin embargo, este año se me ablandó el corazón, dejé mi fastidio por el fútbol y una voz (la de mi novio) me dijo que escribiera de la gran clasificación de Colombia al mundial. Pero como no tengo ni idea, le cedí los renglones a él para que conociéramos la perspectiva de un verdadero paciente en cuidados intensivos por afición futbolística.
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Pasaron más de 15 años desde que David Beckham acabó con nuestra presentación mundialista cuando Mondragón, cuan largo como es, no pudo llegar al vértice de su mano derecha y con la famosa firma de Beckham, nos despedimos de Francia 98. Nuestros jugadores no pudieron conocer Korea, ni viajar a Alemania y mucho menos ensordecerse con las bubuzelas Surafricanas. Tres mundiales seguidos haciéndole barra a Brasil luego de haber visto a "La sele" durante tres mundiales seguidos. Y cuando más cerca estábamos de regresar, Chile nos empacó tres goles en 45 minutos, en nuestro propio patio. Pero el equipo de Pekerman, inundado por un deseo compartido por otros 40 millones, sumado al profesionalismo que caracteriza a la nueva camada de futbolistas colombianos, se puso a la tarea de remontar la adversidad, ayudado por las genialidades de James y la garra de Falcao. Así, conseguimos los tres goles necesarios para empatarle al equipo de Sánchez y Vidal y hoy, orgullosamente, podemos decir 'presente' en junio de 2014, cuando acudamos a la más importante cita del fútbol mundial. ¡Nos vamos para Brasil!
Yo celebro por la clasificación, porque quiero volver a ver calles repletas de maizena, aguas y pitos como en mi infancia y porque desde ahora inundaré mis despensa con más y más tarros de Milo para ver si nos ganamos un viaje doble para Brasil para ver a la Sele pero también para ver a mi viejo, que ya tiene sus tiquetes para la tierra de la samba, y de paso ver, en vivo y en directo, la sonrisota que le provoca esa satisfacción futbolística.