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Prohibido Llorar

La Segunda Convención Internacional de Tatuadores llega a Bogotá los próximos 16, 17 y 18 de agosto. Por / Juan Pablo Gallón Salazar El tatuaje, carne y arte, una conversación entre una cubierta que se ha hecho lienzo y una serie de líneas, colores y formas que tienen algo qué decir; una composición entre la más íntima de las superficies y un trazo que presenta otras dinámicas porque lleva incluido en sí un espíritu que habla de permanencia; una práctica en la que el cuerpo, como templo, recibe plegarias ilustradas. Tal y como lo hacían los polinesios, los samoanos o los egipcios, ancestros y precursores de esta práctica, alrededor de una hoguera, entre comida, bailes y rezos, los días 16, 17 y 18 de agosto, en Bogotá, entre rock, polas y shows, todo un pueblo se reunirá para celebrar un rito en el que las pieles desnudas reclaman el protagonismo porque sobre ellas un legado, una intimidación, una cura o un paso habrá de ser inscrito.

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La Segunda Convención Internacional de Tatuadores llega a Bogotá los próximos 16, 17 y 18 de agosto. Por / Juan Pablo Gallón Salazar El tatuaje, carne y arte, una conversación entre una cubierta que se ha hecho lienzo y una serie de líneas, colores y formas que tienen algo qué decir; una composición entre la más íntima de las superficies y un trazo que presenta otras dinámicas porque lleva incluido en sí un espíritu que habla de permanencia; una práctica en la que el cuerpo, como templo, recibe plegarias ilustradas. Tal y como lo hacían los polinesios, los samoanos o los egipcios, ancestros y precursores de esta práctica, alrededor de una hoguera, entre comida, bailes y rezos, los días 16, 17 y 18 de agosto, en Bogotá, entre rock, polas y shows, todo un pueblo se reunirá para celebrar un rito en el que las pieles desnudas reclaman el protagonismo porque sobre ellas un legado, una intimidación, una cura o un paso habrá de ser inscrito.

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