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Un país de perversos, oportunistas e hipócraticas

Cada vez me asquea más esto de ser colombiano, y antes de que los hipócritas me griten apátrida, vendido, desgraciado y  guerrillero (todas esas cosas que le gritan los furibistas a cualquiera que no admita so pena de desprecio jurar y perjurar que este es el mejor país del mundo) debo decir que amo a mi país, que lo amo como se ama a la madre que nos parió y nos dio su pecho y calor, como amaría a mi madre así fuera drogadicta, puta, ladrona o lo que fuera, la amaría igual, así como amo a mi país a pesar de ser un nido de bestias. “Hecho en Colombia”, “Vive Colombia viaja por ella”, si se puede, lo que vale es la gente, “Creer en lo nuestro”, “Colombia es pasión”… Cuanta saliva y creatividad para vender esta tierra de cafres donde -si, solo ha pasado en Colombia al menos que lo recuerde- un padre manda secuestrar a su hijo de 11 meses de nacido, con la orden de matarlo y desaparecerlo, y después aparece sínico ante los medios pidiendo clemencia a los secuestradores. Horrendo, espeluznante, lo que ustedes quieran pero peor aún, más aterrador que el mismo crimen, más desalmado y cruel es la manera como esta sociedad de buitres se abalanzó sobre el cadáver todavía fresco de la criatura para disputárselo a picotazos y dentelladas dignas de hienas y chulos. Miles de niños y niñas (desde recién nacidos) son violados, torturados, vejados y asesinados cada año en este país, pero nadie dice nada. Sin embargo y como en este caso hubo una cámara cerca, como la noticia  fue dramatizada y llorada en vivo por las presentadoras de los noticieros, entonces como por arte de magia la violencia contra los niños se hizo real, apareció de la nada y por generación espontánea; y entonces esta sociedad que los ve morirse de hambre, que le escupe en la calle si le ensucian el parabrisas, que les paga en los prostíbulos, que los recluta para la guerra y que no dice nada, se unió y lloró alrededor del pequeño Santiago como si hubiera tenido una epifanía. A los buitres no les importó el duelo de su padres, el dolor desgarrador de la madre, la vergüenza de la familia, y sin una gota de profundidad y en una muestra de falta total de dignidad y de ética, bajo la premisa de que“si no lo hacemos nosotros lo hace la competencia”, los medios, si esos en los que yo trabajo, se metieron hasta en el lo más íntimo y respetable de la victima solo para vender comerciales, marcar rating o vender periódicos. Qué país de oportunistas, de pantalleros, hasta Uribe hiso campaña con esta tragedia, ¿qué hacía el Presidente de la República en la casa de los padres en Chía?, ¿SIENDO SOLIDARIO? Si tanto le importan los niños porque no le abre espacio en el hueco de la reforma política y legisla para ellos. ¿Y si no hubieran estado los medios y la cosa política para alabarle su buen corazón, habría ido? ¿Qué hacía allí si nunca ha visitado a una sola familia de otros niños muertos o violados o torturados antes? ¿Qué hacían los noticieros trasmitiendo en directo?, y nosotros, ¿qué hacíamos pegados del televisor? ¿Acaso lo hicimos porque el tabloide por excelencia publicó la foto del cadáver?, ¿qué tenemos en la cabeza? Perversos, maliciosos, oportunistas, voyeristas pero sobre todo hipócritas, en medio de esta danza diabólica de mascaradas y mentiras aparecieron con trompetas y clarines los padres de la patria, los mismos que hace dos años mataron el proyecto de ley de penas de hasta prisión perpetua para los asesinos y violadores de niños, sin ni siquiera leerlo (tal vez porque estaban ocupados librándose de la parapolítica). Tratando de ganar glorias con avemarías ajenas, aparecieron diciendo que ahora si había que radicar el proyecto de ley. ¿Por qué ahora sí? ¿Qué diferencia hay con hace dos años? Solo una, hace dos años no había pantalla. Para cuando esta columna salga a la luz, a este país de bestias ya se le habrá olvidado Santiago y la ley seguirá igual, seguirán despareciendo jóvenes en Soacha para presentarlos como falsos positivos, la gente esperará otro partido de la Selección Colombia, los niños seguirán muriendo violados y asesinados, Uribe seguirá con el 80% de popularidad y los padres de la patria seguirán tan gorditos y felices tratando de reformar la justicia, pero para ellos, no para los niños.

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Cada vez me asquea más esto de ser colombiano, y antes de que los hipócritas me griten apátrida, vendido, desgraciado y  guerrillero (todas esas cosas que le gritan los furibistas a cualquiera que no admita so pena de desprecio jurar y perjurar que este es el mejor país del mundo) debo decir que amo a mi país, que lo amo como se ama a la madre que nos parió y nos dio su pecho y calor, como amaría a mi madre así fuera drogadicta, puta, ladrona o lo que fuera, la amaría igual, así como amo a mi país a pesar de ser un nido de bestias.

“Hecho en Colombia”, “Vive Colombia viaja por ella”, si se puede, lo que vale es la gente, “Creer en lo nuestro”, “Colombia es pasión”… Cuanta saliva y creatividad para vender esta tierra de cafres donde -si, solo ha pasado en Colombia al menos que lo recuerde- un padre manda secuestrar a su hijo de 11 meses de nacido, con la orden de matarlo y desaparecerlo, y después aparece sínico ante los medios pidiendo clemencia a los secuestradores. Horrendo, espeluznante, lo que ustedes quieran pero peor aún, más aterrador que el mismo crimen, más desalmado y cruel es la manera como esta sociedad de buitres se abalanzó sobre el cadáver todavía fresco de la criatura para disputárselo a picotazos y dentelladas dignas de hienas y chulos.

Miles de niños y niñas (desde recién nacidos) son violados, torturados, vejados y asesinados cada año en este país, pero nadie dice nada. Sin embargo y como en este caso hubo una cámara cerca, como la noticia  fue dramatizada y llorada en vivo por las presentadoras de los noticieros, entonces como por arte de magia la violencia contra los niños se hizo real, apareció de la nada y por generación espontánea; y entonces esta sociedad que los ve morirse de hambre, que le escupe en la calle si le ensucian el parabrisas, que les paga en los prostíbulos, que los recluta para la guerra y que no dice nada, se unió y lloró alrededor del pequeño Santiago como si hubiera tenido una epifanía.

A los buitres no les importó el duelo de su padres, el dolor desgarrador de la madre, la vergüenza de la familia, y sin una gota de profundidad y en una muestra de falta total de dignidad y de ética, bajo la premisa de que“si no lo hacemos nosotros lo hace la competencia”, los medios, si esos en los que yo trabajo, se metieron hasta en el lo más íntimo y respetable de la victima solo para vender comerciales, marcar rating o vender periódicos. Qué país de oportunistas, de pantalleros, hasta Uribe hiso campaña con esta tragedia, ¿qué hacía el Presidente de la República en la casa de los padres en Chía?, ¿SIENDO SOLIDARIO? Si tanto le importan los niños porque no le abre espacio en el hueco de la reforma política y legisla para ellos. ¿Y si no hubieran estado los medios y la cosa política para alabarle su buen corazón, habría ido? ¿Qué hacía allí si nunca ha visitado a una sola familia de otros niños muertos o violados o torturados antes? ¿Qué hacían los noticieros trasmitiendo en directo?, y nosotros, ¿qué hacíamos pegados del televisor? ¿Acaso lo hicimos porque el tabloide por excelencia publicó la foto del cadáver?, ¿qué tenemos en la cabeza?

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Perversos, maliciosos, oportunistas, voyeristas pero sobre todo hipócritas, en medio de esta danza diabólica de mascaradas y mentiras aparecieron con trompetas y clarines los padres de la patria, los mismos que hace dos años mataron el proyecto de ley de penas de hasta prisión perpetua para los asesinos y violadores de niños, sin ni siquiera leerlo (tal vez porque estaban ocupados librándose de la parapolítica). Tratando de ganar glorias con avemarías ajenas, aparecieron diciendo que ahora si había que radicar el proyecto de ley. ¿Por qué ahora sí? ¿Qué diferencia hay con hace dos años? Solo una, hace dos años no había pantalla.

Para cuando esta columna salga a la luz, a este país de bestias ya se le habrá olvidado Santiago y la ley seguirá igual, seguirán despareciendo jóvenes en Soacha para presentarlos como falsos positivos, la gente esperará otro partido de la Selección Colombia, los niños seguirán muriendo violados y asesinados, Uribe seguirá con el 80% de popularidad y los padres de la patria seguirán tan gorditos y felices tratando de reformar la justicia, pero para ellos, no para los niños.

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