En 1999, el año en el que nací, se estrenó una de las películas románticas más icónicas del género hasta el día de hoy.
Notting Hill, protagonizada por Julia Roberts y Hugh Grant, cuenta la historia de un simple librero que, por cosas de la vida, se enamora de una superestrella de Hollywood. Al final, aunque sus vidas no son del todo compatibles, deciden apostar por su amor.
Notting Hill marcó un antes y un después en la forma en la que anhelamos y entendemos las relaciones románticas. Estoy segura de que todos los que somos adictos a las historias románticas nos sabemos esa icónica línea de Julia Roberts en la película:
“A pesar de todo, soy solo una mujer, parada enfrente de un hombre, pidiéndole que la ame…”.
Publicidad
Pero acá vienen malas noticias. Aunque sí es verdad que esta es una de las películas románticas más hermosas que existe, sin duda, es el peor ejemplo y el más alejado de una historia de amor real.
Si nos ponemos a pensar, los de la generación Z tenemos todas las de perder en las relaciones de pareja. Incluso, tenemos una que otra justificación para anhelar relaciones tan alejadas de la realidad.
Publicidad
Por un lado, según los psicólogos, aprendemos a amar o a demostrar cariño por lo que vemos en nuestros primeros años de vida. Lastimosamente, nuestros papás vienen de una generación donde aguantarse todo los hacía más fuertes y las relaciones duraban hasta el final, así tocara luchar contra viento (agresiones) y marea (falta de amor).
Nadie nos enseñó sobre eso que ahora reconocemos tan importante como “la responsabilidad afectiva”.
Ahora, sumemosle a esto que crecimos con películas que nos han enseñado que el amor tiene que ser fuera de lo ordinario para ser realmente amor.
Primero, las historias de Disney en las que el príncipe tenía que salvar a la princesa del dragón y así demostrarle que la ama. Después, las comedias románticas en las que, como en How to Lose a Guy in 10 Days, después de mil altos y bajos, nos tienen que perseguir en una moto en la mitad de un trancón espantoso para encontrarnos milagrosamente en un taxi, bajarnos y decirnos que nos aman.
Publicidad
Entonces, cuando hacemos un recuento de los ejemplos de relaciones que tuvimos al crecer entendemos que es lógico le huyamos a la monotonía y que prefiramos el caos para tener reconciliaciones extraordinarias.
Cuando estaba en la universidad, tuve una novia de la que me enamoré perdidamente. Tuvimos nuestro periodo de luna de miel entre clases y planes los fines de semana. Después de un tiempo, mis amigos me preguntaban que por qué no les contaba nada de mi relación. Yo les contestaba que no había mucho que agregar, que todo iba bien, igual.
Publicidad
Ahora, anhelo y entiendo que eso es una muy buena señal: estar tranquilas y vivir sin muchos altibajos.
Sin embargo, en ese momento, tener periodos largos en los que no había peleas que nos llevaran a una reconciliación en la que nos dijéramos cuánto nos amábamos mientras llorábamos, era aburrido.
Terminé con ella bajo la excusa de que las cosas ya no eran las mismas y que ya no me sentía enamorada. Claro, mi película favorita es The Holiday: las protagonistas intercambian casas en dos lados del mundo contrarios y solo así consiguen el amor verdadero. ¿Cómo podría yo haber encontrado el amor en una clase de 8 A.M a 10 A.M los lunes y miércoles?
Con el paso de los años, esta es una narrativa que no solo nosotros queremos y debemos cambiar. El cine también ha experimentado algunas transformaciones y ciertas personas se han lanzado a contar historias de amor que no están fuera de lo ordinario, pero sí están más cerca a la realidad que vivimos.
Publicidad
En el 2023, Celine Song debutó como escritora y directora con su exitosa historia, nominada a Mejor Película en los Oscar 2024, Past Lives. Las sorpresas no fueron la cantidad de nominaciones que recibió Celine Song, sino el hecho de que una película en la que no pasaba nada extraordinario recibiera ese tipo de reconocimiento.
Past Lives estuvo nominada a los Oscar junto a otras 10 películas más como Oppenheimer, el creador de la bomba atómica; Poor Things, la historia de una mujer con el cerebro de un bebé que explora, entre otras cosas, su sexualidad libremente y Anatomy of a Fall, la historia de un matrimonio caótico que termina en la muerte de uno de los dos.
Publicidad
En una entrevista, Celine Song comentó que uno de los retos más grandes de hacer esta película era apostar y creer que la audiencia se quedaría a ver toda la historia a pesar de que no pasaba nada extraordinario.
Una película de dos mejores amigos de la infancia que se enamoran y que, mucho tiempo después, se vuelven a encontrar y saben que se atraen pero están en momentos de la vida diferentes. Eso es, nada más. Aún así, si me preguntan a mí, esta película debió ganar el Oscar.
Cuando la vi sentí algo similar a cuando vi por primera vez una película con una historia de amor entre dos mujeres: alguien está contando algo que se parece a mi realidad.
No era que yo estuviera enamorada de mi mejor amiga de la infancia, era el hecho de que Song se aproxima a la idea del amor desde otro punto, mucho más cotidiano, en donde la vida sigue y no espera a nadie y, aunque nunca dejas de querer a amores pasados, la vida está en el presente, donde hay gente nueva y nuevas prioridades que te generan tranquilidad.
Publicidad
En Colombia llamaríamos melodrama a esto que he estado denominando como “altos y bajos y gestos extraordinarios”.
Hace poco tuve una charla con Estefanía Piñeres y Natalia Santa, la protagonista y la directora de la película colombiana Malta. Piñeres me contó su preocupación sobre ser parte de una película que no estuviera empapada de melodrama.
Publicidad
“Creo que uno de los desafíos más grandes para mí como actriz era sentir que eso que hice como actriz era suficiente (...) sobre todo en Colombia que nuestro lenguaje fundamental es el melodrama, donde las emociones están siempre en sus picos más altos, estamos muy acostumbrados a que si no hay un pico alto de emoción, no estamos haciendo nuestro trabajo”.
Este tipo de películas, que están intentando volver a lo cotidiano y real, atraviesan muchos retos, como el de no ser parte de productoras grandes como Hollywood que termina apostando al cine que ya saben que funciona.
No me malinterpreten, si hay alguien fan de las comedias románticas y las películas de amor extraordinarias, soy yo. El problema es que hayamos reducido el cine, la ventana de nuestras vidas, a solo un tipo de realidad: el amor heterosexual, monógamo, extremo, melodramático, complicado, lleno de picos emocionales que nos refuerzan por qué un personaje quiere al otro.
Las películas requieren conflicto para entretener. ¿Pero qué más conflictivo que lo que vivimos día a día internamente? La cuestión recae en el tipo de problema que los personajes atraviesan (¿en qué universo tu jefa te pide que te cases con ella solo para conseguir la visa y además acepta viajar contigo a Alaska a conocer a su familia?).
Publicidad
Al final, creer en estas historias que nos han mostrado las películas es perjudicial.
Spoiler: lo más probable es que ninguna superestrella de Hollywood se enamore de ti, que nadie te persiga en moto para decirte que te ama, que nadie te siga la cuerda en tener picos de emociones todos los días para que sea más “emocionante”.
Publicidad
Y lo irónico es que, después de todo este tiempo aprendiendo a las malas, terminamos anhelando cosas muy diferentes.
***