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Las mejores familias: un Parasite a la peruana que pone en jaque al clasismo

Se estrena en salas de cine colombianas la nueva película del peruano Javier Fuentes León en coproducción con Dynamo.

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Las mejores familias, película del peruano Javier Fuentes León.
Foto: Cortesía Dynamo.

Tras el éxito de Parasite, la prensa le preguntó al director Bong Joon-Ho cómo había logrado construir una historia tan local pero que tuviera tanto significado global. Muy perspicaz, el surcoreano contestó que “todos vivimos en el mismo país llamado capitalismo”. Por eso, aunque la producción colomboperuana Las mejores familias fue rodada en Lima y la mayoría de su elenco es peruano (excepto nuestro recordado compatriota Roberto Cano), la historia es tan colombiana como el Paro Nacional o nuestros políticos corruptos.

Por Juan Pablo Castiblanco Ricaurte // @KidCasti

Este jueves 26 de agosto se estrena en salas de cine colombianas una película pertinente y sincronizada con la discusión social que se ha activado en los últimos dos años, especialmente en Colombia. Como de esta no salimos mejores personas, como auguraban los rincones más optimistas e ingenuos de las redes sociales, lo que sí pasó es que las brechas sociales se agudizaron aún más, la riqueza se siguió concentrando y la pobreza se siguió expandiendo.

La crueldad de discursos "martaluciaramirezcos" como “los pobres no deben querer todo regalado”, “no hay que estar atenidos a ver qué hace el gobierno” o “el pobre es pobre porque quiere” quedaron en evidencia. Y aunque la injusticia del sistema es inocultable, aún hay quienes se siguen fijando en si la protesta sigue buenas formas, o si no se está incitando al odio por reclamar los derechos básicos.

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En medio de todo este panorama social tan caricaturesco y literalmente increíble (de no creer), el peruano Javier Fuentes León construyó su tercera película, producto de una alianza entre su productora El Calvo Films y la prolífica colombiana Dynamo (responsable de series como Distrito salvaje o Falco, o películas como Monos o Los fierros).

Inicialmente, Las mejores familias iba a ser un comentario sobre la homofobia, pero al descubrir que ese tema ya lo había tratado en su ópera prima Contracorriente (2009), cambió el guion para apuntarle a la cada vez más necesaria conversación sobre racismo, clasismo y privilegio.

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'Las mejores familias'.

El error de la clase alta en el mundo es la ceguera ante el privilegio. Hay una idea de que todo lo que tenemos y hemos conseguido ha sido por esfuerzo propio. Con eso no quiero decir que el esfuerzo no existe; por supuesto muchas personas de las clases acomodadas han logrado cosas gracias a eso. Pero ser ciego a la ventaja enorme con la que uno empieza a caminar en la vida, que te regala acceso a la educación, a la buena alimentación, a contactos, relaciones, dinero, poder, incluso al permiso a poder soñar y la seguridad de que, si sueñas, quizás lo puedas lograr, es un error", explica Javier Fuentes León sobre el pilar de su película.

"Con esto no quiero decir que la culpa es el privilegio, lo que hay que hacer es ser consciente del privilegio, no mirar a los que no lo tienen como una culpa de ellos, y no necesariamente renunciar a él. Quizás esto sea un poco ingenuo, sino usarlo para mejorar nuestra vida y la de los demás”, agrega.

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Las mejores familias se enmarca en un cuadro que parece una caricatura pero que es tan real que todos lo hemos visto alguna vez de cerca o de lejos. El delirio de la gente de bien, la perversidad de la heteronormatividad, la hipocresía de las familias que suponen que dinero es sinónimo de poder.

La historia cuenta la reunión de dos familias en un almuerzo donde se revienta un gran secreto. Al mejor estilo de clásicos como El ángel exterminador (1962) de Luis Buñuel o Celebración (1998) de Thomas Vinterberg, todo ocurre dentro de una casa, en una atmósfera asfixiante y donde la tensión es inminente.

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También hay algo de esa atmósfera de los cuentos de Agatha Christie, y que hace poco retomó la celebrada Knives Out (2019), donde el espectador jugaba el rol de detective tratando de saber cuál de los personajes ocupaba el puesto de villano. Todos los personajes de Las mejores familias, desde las empleadas hasta las matronas, esconden algo. El misterio es saber qué.

El único problema con esta película de buenas intenciones es que le falta ajustar su identidad. Se presenta como una comedia, una sátira. Se siente algo de eso: una sutil burla de la “gente de bien” y su desconectada explicación de por qué existe pobreza (en una escena, una de las dueñas de las casas critica a los participantes de una protesta social por estar en la calle quejándose en vez de estar trabajando… un domingo. ¿Dónde más habremos visto esto?). Pero el dardo no termina de llegar a su destino. Hay algo que se desdibuja en el camino. Tal vez que no es tan comedia como se quiere, ni tan drama como se desenvuelven los hechos, ni tan épica como la situación lo insinúa.

El comentario social es importante y necesario en un momento donde para algunos la pobreza es un estado mental, casi que una decisión motivada por la pereza, y para otros es la suma de las injusticias del sistema. Reconciliar las dos puntas de esta teoría es lo que nos tiene en los álgidos debates en los que estamos.

Aunque no va a revolcarnos la visión sobre el estado de las cosas, es de celebrar que esta conversación sobre el clasismo se siga tomando tantos escenarios como sea posible.

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