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'Sex and the City': Una mirada retrospectiva a su impacto cultural

'Sex and the City' no solo es un programa sobre mujeres blancas exitosas, sino también sobre mujeres que se sienten a gusto con su compañía, se identifican como almas gemelas de sus amigas y brindan apoyo emocional, práctico y moral. Un repaso a su impacto cultural.

Sex and the City
Sarah Jessica Parker, Kristin Davis, Cynthia Nixon y Kim Cattrall, protagonistas de Sex and the City
//Foto: Claire R Greenway

Desde finales de los 2000 Sex and the City cambió las formas estereotipadas de representar la feminidad en el cine y la televisión. Las películas y la serie (hoy a punto de ser revivida), amadas y criticadas por igual, cambiaron tanto el juego que hoy requieren un análisis en retrospectiva: ¿cómo podríamos leerla a la luz de esta nueva década?

Por Valeria Sánchez Prieto y Juan Camilo Ospina Deaza

Para muchas mujeres Carrie Bradshaw, interpretada por Jessica Parker, era una heroína que personificaba el ideal de mujer trabajadora, exitosa y femenina, viviendo plenamente sus cuarenta y que lograba interpretar a su modo sus relaciones afectivas.

Sin embargo, mucha agua ha pasado por debajo del puente y "el ideal", hasta cierto punto, se ha derrumbado. A pesar de lo disruptiva que fue en su época, en años recientes han criticado a Sex and the City por sus interpretaciones estereotipadas de las personas gay y hasta por la exaltación de una forma de ser femenina/blanca/estadounidense. Pero antes de entrar en las interpretaciones, ubiquémonos en la historia.

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Una introducción al universo Sex and the City: el libro, las películas y la serie

Sex and the City fue una franquicia de culto a finales de los noventas e inicios de los dos mil. Recientemente, cobró vigencia de nuevo cuando se anunció que en 2021 saldría una nueva serie, aunque sin la participación de una de sus figuras principales, quien no participaría más del proyecto por problemas personales con otra de sus coprotagonistas.

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(A propósito, pueden leer: ‘Sex and the City’ vuelve en 2021, pero sin el personaje de Samantha Jones)

Para quienes quizá no tengan clara la cronología, debemos mencionar que, además de las dos películas estrenadas en el 2008 y 2010, este producto cultural contó con una serie que se emitió en HBOdesde 1998 hasta el 2004. Posteriormente, lanzaron una secuela llamada The Carrie Diaries (2013). Todas estas historias surgieron de la adaptación del libro Sex and the City, escrito por Candace Bushnell.

La historia gira alrededor de cuatro protagonistas legendarias: Charlotte, Samantha, Miranda y Carrie, quienes cuentan sus aventuras en Nueva York. En términos generales, se centra en el punto de vista femenino, siendo contada desde la perspectiva de Carrie, una periodista o, como ella se llama a sí misma, “antropóloga sexual”.

Los temas y la trama de cada episodio de la serie estaban enmarcados por las preguntas que Carrie hace en sus columnas semanales para el periódico ficticio New York Star (un reflejo de la escritura del propio Bushnell para el New York Observer de la vida real) e incluyen desde lesbianismo experimental hasta cáncer de mama y, también, los desafíos de combinar carrera y maternidad.

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Se podría decir que el objetivo principal de Sex and the City era explorar cómo era para las mujeres solteras heterosexuales de treinta y tantos años negociar el sexo y el amor en un entorno urbano de finales del siglo XX; es decir: vivir la tensión entre los valores tradicionales y un mundo cosmopolita.

Sex and the City

y el feminismo

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La pregunta por su relación con el feminismo tiene varias vías de entrada, pues en ocasiones los personajes de estas series se han asumido como el resultado de la lucha feminista, pero también han sido criticados por sus interpretaciones de la feminidad, su forma de ver otras sexualidades y, sobre todo, su elitismo.

Como lo plantea Alice Wignall “¿ es realmente posible llamarte feminista y aun así disfrutar Sex and the City? La pregunta no está fuera de contexto, pues hasta la revista TIME se formuló una pregunta similar cuando lanzaba una portada con los rostros de Susan B. Anthony, Betty, Friedman, Gloria Steinem y luego Ally McBeal, planteando la pregunta: "¿Está muerto el feminismo?"

En cualquier caso hay que decir que, desde ciertas interpretaciones del feminismo, los personajes de la película Sex and the City son, en efecto, un producto directo de todos los años de progresión y arduo trabajo hacia el avance de los derechos de las mujeres. No hay que olvidar que, para antes de 1998, era prácticamente imposible ver una representación similar en el cine o la televisión.

Sex and the City
Nueva York, septiembre 8 de 2009. Kim Cattrall, Cynthia Nixon, Sarah Jessica Parker, y Kristen Davis.
Ray Tamarra/Getty Images

Sin duda, para su momento, Sex and the City fue revolucionario: era una serie exclusivamente centrada desde los ojos femeninos. En un mundo que históricamente ha narrado a las mujeres desde los ojos de los hombres (male gaze), son surgentes las voces que no ridiculicen, se burlen o menosprecien las preocupaciones y el conocimiento femenino.

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Ya hemos visto qué pasa cuando solo se cuenta con la visión masculina para explicar el mundo. Es irrisoria la imagen del médico condenando a una mujer como histérica, sencillamente por no ser capaz de comprender el deseo sexual femenino.

Sex and the City, en cambio, se atrevió a abordar problemas como el éxito profesional, la infertilidad, el duelo, el envejecimiento, la maternidad, la moda, el divorcio, la experiencia sexual, entre otros, que eran considerados tabú y no se discutían abiertamente en público.

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Sus protagonistas no necesitaban hombres para ganar dinero, comprar ropa y accesorios lujosos o para ganar prestigio o prominencia social. Por el contrario, planteaban que sus almas gemelas eran sus amigas, ni los hombres con los que se acostaban. Un giro particularmente importante contra las narraciones clásicas sobre el amor romántico. Además, muestra relaciones entre mujeres que no son de competencia, sino de apoyo.

En un sentido similar, el programa hace referencia a los cuentos de hadas para problematizar sus moralejas e implicaciones. Irónicamente, Sex and the City utiliza el famoso “once upon a time” para narrar sus historias. Aun así, siempre puntualiza la distancia que existe entre esas narraciones y la realidad que viven las personas.

¿Las mujeres deben esperar como la bella durmiente a un hombre que las salve? ¿De verdad adquirimos nuestra verdadera identidad hasta que un hombre nos elige y pone una zapatilla? ¿Hay que anhelar a un caballero de brillante armadura para que resuelva nuestros problemas? ¿Qué pasa cuando se acaba el final feliz? ¿El dichoso “y vivieron felices por siempre” llega cuando se encuentre al “hombre de ensueños”? ¿En serio eso es lo que le da sentido a la vida?

Dentro de la primera película, por ejemplo, Carrie se vuelve la portada de Vogue con el título “la última soltera de la gran manzana”, precisamente porque su edad se acercaba al momento donde ya no se podría casar, como si esto fuera alguna clase de obligación.

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Este tipo de inquietudes no son excepcionales, sino que reflejan las presiones que viven las mujeres por no envejecer, casarse y formar una familia. Fue una de las primeras comedias populares en explorar el hecho de que permanecer soltera entre los treinta y los cuarenta era normal para las mujeres profesionales de hoy en día, y que, por lo tanto, buscar sexo descaradamente era un aspecto igualmente normal de la vida amorosa moderna.

La crítica a Sex and the City

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Por muy revolucionario que fuera para su época Sex and the City no se escapó de las representaciones problema´ticas. Habría que preguntarse, de entrada, si el hecho de que sus protagonistas sean mujeres jóvenes, delgadas, blancas, heterosexuales y económicamente exitosas no contribuye a la generación de una imagen estereotipada en la que solo cierto tipo de mujer es la que tiene acceso al éxito.

Se ha dicho, incluso, que ellas son “arquetipos de mujeres”. Una afirmación que, leída desde hoy, parece excluyente. ¿O cómo explicar que en una historia desarrollada en una de las ciudades más multiculturales del mundo brillen por su ausencia las personas asiáticas, negras o latinas?

Salvo contadas excepciones, los personajes que pertenecen a estas comunidades son empleadas del servicio o personal asistencial ¿de verdad solo las personas blancas pueden ser exitosas en Nueva York?

El acercamiento a las personas LGTBIno es muy diferente. Para el cuarteto de amigas ni el lesbianismo ni la bisexualidad existen. O bien son consideradas caprichos o indecisión. Y en la misma línea representan de forma simplista a la comunidad gay. Solo hay dos clichés de hombres homosexuales: el hombre experto en modas y el chismoso. Y ni qué decir de su forma de tratar la población trans y queer, que era mostrada como peligrosa.

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Hay que decir también que el elemento que dinamiza sus vidas son sus parejas. Todo lo demás está bien, en última instancia porque tienen el dinero para solucionar la mayoría de los problemas. Todas las penurias por las que atraviesan son, de una forma u otra, resultado directo de lo que un hombre ha hecho o no. Hay una gran ausencia de causas sociales que vayan más allá de su individualismo.

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De hecho, hay un interesante y paradójico conflicto, crucial para entender las interacciones en un mundo condicionado por la diferenciación sexual. Así lo señala Miranda en un episodio: "¿Cómo es que cuatro mujeres tan inteligentes no tienen nada de qué hablar más que de novios?".

El impacto cultural de

Sex and the City

Lo disruptivo de Sex and the City es innegable. Basta con decir que a raíz de ella han surgido también una extensa producción académica que va desde libros como Reading Sex and the City, cursos universitarios como el impartido por el MIT llamado El sexo y el instituto, hasta interesantes memes que confrontan las ideas de la serie.

Este interés académico se debió a su impacto en la cultura popular. Como explicó Kayleigh Dray en 2015: investigadores encontraron que en la década de los noventa, solo el 42% de los estadounidenses creía que el sexo prematrimonial "no era inmoral". Sin embargo, después del SATC, ese número aumentó en un enorme 16%.

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Carrie Bradshaw fue elogiada por académicos como Helen Richards por ser un raro ejemplo de una "flaneuse visible" o por Naomi Wolf. A pesar de la crítica, fue un programa que decía a las mujeres que no necesitaban emparejarse y casarse para ser felices. Fue un recordatorio de que el amor y la satisfacción pueden venir en formas diferentes, de que hay modelos aspiracionales alternativos al de la relación romántica perfecta.

Como todo programa de televisión nos muestra una forma de pensar, una forma de ver el mundo y una manera situada de solucionar problemas. También tipifica prejuicios que las mujeres blancas adineradas tenían en los noventas respecto a otras clases sociales. Y son inevitables las posiciones contrapuestas para leer el show. Pero en cualquier caso, el programa tiene el valor de confrontarnos con las perspectivas de las protagonistas, con estereotipos incluidos y todo.

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Sería muy complicado creer que Carrie nos debería dar las respuestas verdaderas y a prueba de fallas para la feminidad emancipada cuando, francamente, tampoco las tiene el feminismo de la vida real. SATC es en realidad un reconocimiento de los problemas que muchas mujeres todavía experimentan al conciliar la protección y la preservación de sus propias identidades mientras se relacionan con los hombres en el trabajo, el juego y la cama. No solo es un programa sobre mujeres, sino también sobre mujeres que se sienten a gusto con su compañía. Se identifican como almas gemelas de sus amigas y brindan apoyo emocional, práctico y moral.

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