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5 documentales musicales para ver en Netflix

Si acabó de ver esa serie que lo tenía enganchado y se siente desubicado, acá lo ayudamos a pasar la tusa

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Tomado de Netflix

Si ya se insolaron en vacaciones, se quedaron sin plata, o no viajaron y aún están acostados maratoneando series, para que varíen el menú, les tenemos una dosis con documentales musicales poderosos. Rock, electrónica, jazz y discos que entran por los ojos con golpes que van directo al tímpano en piezas fulminantes.

 

Keith Richards: Under the Influence (2015)

Director: Morgan Neville

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Después de que algún megalómano oprima el botón nuclear, solo sobrevivirán las cucarachas y Keith Richards. La encarnación del rock. El guitarrista de los Rolling Stones que añade sulfuro a la banda, quien hoy a los 74 años, cohabita con su leyenda. “La gente piensa que Keith Richards anda por ahí fumando porros con una botella de Jack Daniel’s y maldiciendo porque la licorería del barrio está cerrada. Mi idea del cielo es ser una estrella del rock 'n roll que nadie vea. Totalmente anónimo. Pero una imagen es como grilletes y cadenas. No es como una sombra. Está ahí las 24 horas y no desaparece cundo baja el sol”, se le oye decir.

En Under the Influence, tomando como pretexto  la grabación de su disco solista Crosseyed Heart (2015), el guitarrista exhibe su fascinación por el blues que le voló la cabeza, la influencia que ejercieron Muddy Waters, Chuck Berry, el jazz, el folk  o Elvis Presley, que “fue el paso de la vida a blanco y negro a tecnicolor”. Evoca el inicio de los Stones, el voltaje de las giras, las peleas, su pasión por el estudio, su lado jamaiquino y episodios de su carrera con aparición de duros como Tom Waits o  Buddy Guy.

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Siempre rematando anécdotas con una risa casi gutural o con un madrazo, Keith, grandioso, habla entre otras, sobre el libro que escribió, según él: “el segundo mejor que la biblia”. Con baterías aún cargadas reflexiona sobre la vida y la muerte sentenciando: “no eres adulto hasta el día que te entierran”. Y deja para todos esta consigna: “No estoy envejeciendo, estoy evolucionando”.

I'll sleep when I'm dead (2016)

Director: Justin Krook

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¿Cuán rayado puede uno quedar por las acciones de su padre? ¿Cómo ese raye puede impulsar a alguien a volverse un grande de su oficio?  Este documental responde.

“Yo no estoy tan loco, él era un fucking desquiciado”, dice Steve Aoki sobre su papá, Rocky Aoki, fundador de la cadena de restaurantes Benihana. Un tipo que a mediados de los 60 cargó de entretenimiento y espectáculo la cocina japonesa, la llevó a Norteamérica poniendo a sus chefs como acróbatas culinarios, haciendo un mix de teatro y comida, y se volvió millonario. Un showman, genio del marketing, símbolo de la extravagancia,  que salía con Muhammad Ali, John Lennon, entre muchas figuras, y siempre estaba en medio de todo lo candente. Además, deportista amante del vértigo, que hacía pruebas de riesgo, corría en botes, volaba en globos aerostáticos (batió el record mundial en globo) etc. etc. Un padre ausente al que Steve quiso siempre impresionar.

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I'll sleep when i'm dead, que se empezó a grabar mientras el DJ preparaba su álbum Neon Future (2014), con testimonos de Diplo, Tiësto, Will. I.Am,  Afrojack, o Travis Barker (Blink-182), exhibe cómo Aoki pasó de ser un niño asiático víctima de bullying, a tocar en grupos hardcoreros en California, fundar a los 19 el sello Dim Mak (Bloc Party, The Kills) para luego ser el centro neurálgico del show. Un gurú con audífonos instalado en un púlpito de botones y humo, que arroja champaña y lanza  pastelazos a la cara del público. Acto de cierre del Tomorrowland, con tarima propia en  Ibiza, y primero en ir a muchos sitios a los que DJs no habían llegado. Una estrella adicta a estar de gira, de las que más ha viajado por el mundo, con Guiness World Record en su expediente, señor del entretenimiento las 24 horas del día,  a ese ritmo, “peligroso para la competencia”, dicen otros productores, y que sólo dormirá cuando se muera.

 

All Things must pass: el auge y hundimiento de Tower Records (2015)

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Directror: Collins Hanks

Si usted es amante del disco, dele play sin dudar.  “No music, no life” fue el lema en amarillo y rojo que distinguió a Tower Records. Una compañía poderosa que tuvo más de doscientas tiendas de discos en treinta países en los cinco continentes. Lugares que en su época dorada fueron el país de las maravillas de coleccionistas, melómanos y músicos.  Donde había música de todos los géneros, estanterías y exhibiciones que marcaban tendencia, y hacían figurar artistas, con  la batuta de su fundador: Russ Solomon, un personaje bacán y apasionado, que empezó vendiendo discos usados de 78 revoluciones en un local de su padre, creó en los 60 una tienda icónica de Sacramento (California) y forjó a partir de ella,  un imperio global. 

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Tower Records, fue el almacén que tuvo su propia y reputada revista de música: Pulse.  Allí, los vendedores eran especialistas en su género sonoro, Elton John se gastaba la plata comprando de a tres copias de cada disco, y Dave Grohl de los Foo Fighters, trabajaba sin que le hicieran cortar el pelo.  

La historia del negocio, del equipo que armó Solomon, de cómo en 1999 tuvo mil millones de dólares en ventas y en 2006 se declaró en bancarrota (una irreversible caída de la que hoy sobrevive la tienda de nueve plantas de Shibuya, en Tokio, abierta en 1995), en esta pieza que es radiografía de una etapa de la industria de la música y un cuento de amor con los discos.  

Chasing Trane (2016)

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Director: John Scheinfeld

El saxofonista John Coltrane está instalado en los santos cielos del jazz. Con pasos de gigante rebasó los límites de sus límites y con ideas musicales salvajes resopló fuego para el futuro. No hay que ser jazzero o experto para disfrutar esta obra. Podría afirmarse que es apta para iniciados. Básica. Apelando a fotos, videos, a palabras de Coltrane pronunciadas por el actor Denzel Whashington, a entrevistas con algunos de los amigos del músico, incluidos Jimmy Heath, Reggie Workman, Wayne Shorter o Benny Golson, y a testimonios de artistas como Carlos Santana o John Densmore, (baterista de The Doors), se hace un acercamiento a su figura, a una carrera con ostensibles virajes, a sus conflictos y búsqueda espiritual.

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El documental, arranca en el 57, cuando Coltrane, recién se une al innovador quinteto de Miles Davis (un grupo súper teso que dicta la vanguardia). Tiene 31 años, está casado – con hijastra a bordo- , es adicto a la heroína y toma en exceso. Aunque yonquie, es pacífico, “adorable”, pero poco fiable.  Dice Miles que va  los conciertos con ropa con la que parece que durmió. Y lo despiden estando en un punto alto.

Su infancia, cómo se volvió mago con el saxo, cómo fue capaz de zafarse solo de las drogas, levantarse y  elevarse; las sesiones de grabación que detonaron cambios musicales; lo transgresor con discos como Giant Steps o A Love Supreme; la respuesta con música ante hechos sociales; su carácter  insaciable, nunca satisfecho, “siempre afinándose a sí mismo”, hasta su muerte a los 40, se abordan en este homenaje a un extraterrestre. Dijo el veterano saxofonista Sonny Rollins: “John era mi mejor amigo, no era como el 99% de la gente. Existió en el mundo real, tenía familia, tenía hijos, pero no es ahí donde estaba. No estaba en el mundo real. Estaba en otro lugar. Era genial. Es genial”


 

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Roger Waters, The Wall (2014)

Directores: Roger Waters y Sean Evans

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Este video es una pasadez.  Roger Waters, ex bajista de Pink Floyd es un viejo punketo, poderoso, que aún doblega masas, que sigue dotado de magia, de rabia, euforia y la irradia con su música. De puño en alto, a los 73, desafiante escupe en la cara sus discursos sociales y anti bélicos. No importa si usted es músico famoso o público: A mediados del año pasado, como parte activa de un boicot cultural a Israel, - firme hasta que se les conceda el “derecho a regresar” a los palestinos y la barrera israelí de Cisjordania sea desmantelada-, entró en polémica con Radiohead por estar dispuestos a dar un show en Tel Aviv (Israel) y le dijo a Thom Yorke que era un llorón, que los ignoró a todos y que no hablaba con nadie acerca de nada. Y en agosto, ante críticas recibidas por asistentes en Norteamérica (sobre todo en Estados Republicanos) a los shows de su gira Us + Them, por imágenes anti-Trump y ácidas consignas contra él, cuando le preguntaron qué les diría a los fans que no querían política durante sus conciertos, Waters respondió: " Que vayan a ver a Katy Perry o que vean a las Kardashians. No me importa".

Pues la misma furia y teatralidad, fueron registradas en  la multitudinaria gira The Wall Live realizada entre 2010 y 2013, que contó con un montaje escénico impresionante, basta producción, sonido de lujo y fue un derroche de todo. Todo lo que uno pueda imaginar en un concierto, elevado al cubo. The Wall 2.0. Una obra en palabras de Waters: “dedicada a todas las víctimas del terrorismo del Estado en todas partes del mundo”. En los ladrillos de la gran pared, rostros de muertos en guerras en diferentes puntos. Mensajes irónicos como “si no triunfas en el primer intento, haz un ataque aéreo” “puedo confiar en el gobierno”  o “el gran hermano te observa”, las figuras gigantes características, el cerdo infaltable, instantes abrumadores y otros acústicos.   Apartes para delirar con una banda tremenda, espectáculo.   Esos momentos del tour, sumados a un viaje del músico para recorrer los pasos que dio su padre asesinado en la guerra en 1944, forman una pieza brutal. Como dijo Waters: ¿Hay algún paranoico aquí? Run like hell.

 

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