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8 razones para saber si “La forma del agua” es o no una obra maestra

¿Será que La forma del agua es apenas una buena película de Guillermo del Toro y una excelente para los cinéfilos?

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Al ver La forma del agua la sensación que queda es doble: alegra pero no permite aceptar del todo que es una de las grandes de Guillermo del Toro. No es la mejor para su estándar. Los fanáticos del mexicano nos sentimos tranquilos más no emocionados, y los adictos a la temporada de premios pueden encontrar esa nostalgia que a veces nos llena de vida.

Por: Gustavo A. Delvasto // @DelvastoGustavo

El director mexicano Guillermo del Toro dijo tras conocer las trece nominaciones al Óscar de su película The Shape of Water (La forma del agua), "es un gran honor y una gran alegría el estar aquí con una película que es fiel a mis convicciones y a las imágenes que amo desde la infancia”. Si bien él sabe más de sus películas que un pobre periodista como yo, no sé qué tan cierto es que este filme en específico sea fiel a sus convicciones. Eso sí, creo que sus imágenes provienen como siempre de su amor a la nostalgia de la infancia. Masticamos la película, la pusimos al derecho y al revés, y nos remitimos a las viejas películas de Del Toro para entender por qué ha generado tanto ruido. Ocho razones para saber si es una obra maestra o al menos por qué ha generado tanto ruido

AMOR PARA TODOS LOS PÚBLICOS

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La historia, aunque algo predecible en su ejecución, toca las fibras adecuadas para el público. Aparte de la nostalgia, sobresalen los personajes marginados: el gay, la mujer de color, las personas con discapacidades, el “monstruo”, los empleados del aseo, el diferente siendo el espía ruso, los amantes del cine, todos aquellos grupos e individuos que en estos tiempos necesitan ser sacados a la luz, tratados con humor y compasión, con los cuales los espectadores se pueden identificar cuando se enfrentan al fuerte, el hombre blanco, el poder establecido en el filme.

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EN GUILLERMO DEL TORO HAY MÁS DE LO QUE SE VE A SIMPLE VISTA

Sus películas mejor logradas y aceptadas como obras maestras, como El espinazo del diablo (2001) o El laberinto del fauno (2006), funcionan en varios niveles con buena carga de profundidad en ellas. Junto con La forma del agua, tienen una mirada bien lograda sobre el fascismo o la opresión de Estados, instituciones y personas. Las dos ubicadas en la España de los años 30, son más pesimistas. La mirada infantil, con su imaginación y fantasía, es escudo de la cruda realidad, perfecto contraste a lo que los adultos ofrecen, representantes de ese sistema opresor, cuya crueldad e intenciones egoístas son “villanos” de los filmes.

En cambio, en La forma del agua, el “malo” es un limitado individuo, extremadamente rígido, volátil y fanático religioso; se queda en el personaje y no logra representar un sistema cruel y opresor, tal como lo hacían los villanos de las anteriores películas.

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PELÍCULA DE AMOR CON UNA EXCELENTE FACTURA

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La película es una bonita historia de amor entre una mujer muda y un extraño anfibio, acorde con los cánones de Del Toro. Deleita a los amantes del cine de antes y a los que se rigen por la temporada de premios o los listados a lo mejor del año pasado. El estar nominada al Óscar no es gratuito, dadas sus sobresalientes cualidades en actuación, especialmente con la actriz Sally Hawkins y Richard Jenkins. Su excelente fotografía de ensueño de verdad remite a un tiempo pasado, con predominio de texturas de color verde y el énfasis en el agua como elemento que fluye. La música nostálgica incluye jazz, rhythm and blues y bossa nova. La película recrea claramente una historia oda al amor y la nostalgia, reconfortantes para el oscuro mundo de hoy.

LAS EXTRAÑAS FORMAS DE AMOR EN LA OBRA DE DEL TORO

La filmografía de Del Toro ha logrado mejores parejas, más disfuncionales, más interesantes si se quiere, con seres extraños en mundos extremos. Si bien los protagonistas de La forma del agua son una típica pareja dispareja, quizá al extremo (¿mujer copulando con anfibio?), no son del todo disfuncionales, no tienen obstáculos; simplemente se enamoran, a diferencia de por ejemplo Hellboy y Liz en Hellboy (2004), con sus torpezas en el cortejo, inseguridades o ingenuidades. Tampoco es mejor lograda que la trágica pareja de El espinazo del diablo, interpretada por Marissa Paredes y Federico Luppi protagonistas de un amor imposible, eterno, trascendente por encima de la muerte. Para no ir más lejos, el verdadero amor en una historia gótica, el de Crimson Peak (2015), con la pareja de los actores Mia Wasikowska y el británico Tom Hiddleston, mostraba una relación imposible y trágica, marcada por el pasado y la terrible historia familiar del protagonista.

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LA NOSTALGIA DE DEL TORO POR LO MENOS GANARÁ UN ÓSCAR

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El espectador puede verse afectado positivamente por la nostalgia en esta película. No solo las viejas generaciones, también aquellos millenials curiosos y arqueólogos por esos periodos de antaño. Vemos este éxito tanto en series como Stranger Things, Mad Men, o The Crown, así como en otros filmes que en años recientes han recibido los favores de críticos y público, como La La Land, The Artist, El discurso del rey, o Cinema Paraíso, entre otros.

El mismo Del Toro en la entrevista mencionada dice que “todas mis películas son sobre el pasado; soy un hombre melancólico. La melancolía es una trampa romántica, significa que estamos definidos por el pasado.” A los votantes del Óscar les derrite esas visiones nostálgicas. Según el psiquiatra Rafael Euba, en declaraciones para un periódico español, si la nostalgia “te permite encontrar un refugio momentáneo a las inclemencias del presente, puede ser útil”. Está de moda vivir, según la investigadora española Rosalía Baena, “en una sociedad que privilegia las emociones y en la que falta mucha identidad. La nostalgia te da identidad y emociones”.

Lo más seguro es que dentro de todas las categorías del Óscar, la estatuilla de Mejor director sea fija para Guillermo del Toro, el que nos lleva y nos entretiene con esas vueltas al pasado, así sea fantasioso.

DEL TORO, UN AUTOR CON TODAS LAS DE LA LEY

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Podemos decir cualquier cosa del mexicano, criticar su amor por la cultura pop y los espectáculos hollywoodenses, reflejados en filmes como Mimic, Hellboy I y II o Pacific Rim, que son más palomitas que profunda reflexión, pero Del Toro es un autor consistente en cuanto a temas, estéticas y sensibilidades. Sus niños perdidos e indefensos, su simpatía por los “monstruos” o las familias disfuncionales en riesgo son prueba de una extraordinaria imaginación, su amor por los efectos especiales prácticos y como, él mismo dice, “la belleza en la violencia”. Podemos reprocharle cualquier cosa de las anteriores que a muchos no les atrae, pero es un director que logró la fama siendo autor. Del Toro es alguien que ve valor tanto en filmes de Federico Fellini como en historietas de demonios, vampiros o películas serie B. La forma del agua no es la excepción.

¿LA FORMA DEL AGUA ES UN PLAGIO?

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Guillermo del Toro había hablado que al ver de niño la película El monstruo de la laguna negra (1954), pensó que la criatura y la mujer estaban destinados a estar juntos. En el 2011 empezó a forjar más claramente la idea de La forma del agua, pero en el 2017, cuando se publicaron las primeras imágenes de la película, un director holandés afirmó que se parecía al corto con el que se graduó de la academia holandesa de cine, juzguen ustedes mismos.

EL SELLO GUILLERMO DEL TORO NO ES DEL TODO CLARO

En una entrevista del 2016 Del Toro afirmaba que “todas mis películas son sobre dos cosas: familia y pasado. Son las dos cosas que rigen mi vida.” Al ver La forma del agua quedo con la sensación de que es una extraña alegoría al pasado, y la fantasía incrustada en ese pasado. Sin llegar a ser una fábula, tal como algunas de sus historias góticas, es un cuento de hadas semioscuro que prefiere irse por las ramas, no explorar el potencial de los personajes como familias disfuncionales, y no deconstruir del todo la historia de amor (aunque aceptemos que esta ficción de amor entre una humana y un anfibio, sí se acerca peligrosamente a la zoofilia).

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