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“Amazona”: un documental para hacerse mil preguntas sobre la maternidad

Llega a salas la película ganadora del Premio del Público en el pasado Festival de Cine de Cartagena.

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La película colombiana del momento es Amazona: un documental para hacerse preguntas profundas sobre los límites de las relaciones entre madres e hijos, sobre las pulsiones femeninas y sobre  los largos lazos familiares.                                                                                                                

Por: Ángel Unfried / Director de El Malpensante

Una mujer camina entre el verde espeso y húmedo. Aunque sus marcados rasgos europeos contrastan radicalmente con el paisaje de la Amazonía colombiana, su piel revela las huellas de muchos años recorriendo estos caminos selváticos. Algo vivo se mueve dentro de la bolsa que lleva en su mano, mientras la cámara le sigue los pasos hasta una jaula en la que está encerrada una enorme boa. Al sacar el contenido de la bolsa y contemplar la lentitud de la serpiente que avanza hacia la presa, la mirada de la mujer parece estar llena de afecto, una forma de complicidad muy cercana.

La mujer se llama Valeria Meikle. Es inglesa y tiene 77 años. Cuando tenía 23, salió de Londres para internarse en un mundo desconocido llamado Colombia. Valeria es la protagonista del documental que su hija Clare Weiskopf tituló con la ambiciosa y contundente palabra Amazona; una referencia mitológica, geográfica y poderosamente femenina, que en lo absoluto le queda grande a su madre.

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El primer largometraje de Weiskopf, hecho completamente a cuatro manos con su esposo Nicolás Van Hemelryck, va más allá del complejo lazo de sangre entre la directora y su protagonista. También se aleja de la tentación fácil de repetir los lugares comunes que podrían rodear el exótico viaje de una mujer inglesa que llega a la selva para quedarse. Los retazos de un álbum familiar imperfecto acaban entrecruzándose con episodios de la historia del país. La cotidianidad transcurre entre recuerdos de Londres y episodios de una larga vida colombiana narrados en un español británico y rolo. El paisaje deja de ser un simple marco decorativo para convertirse en una extensión del personaje central. La selva –hermosa, confusa y amenazante– es el escenario en el cual se despliega la respuesta a dos preguntas que son el motor de la película y que acaban exigiendo a la directora asumir también su rol como personaje: ¿quién es mi madre?, ¿qué significa ser madre?

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La segunda pregunta toma dos caras: durante el rodaje, la directora está a punto de convertirse también en mamá. El embarazo es un tema transversal a los diálogos de la película. La experiencia de una motiva las preguntas de la otra: de las conversaciones sobre los síntomas del embarazo, madre e hija viran hacia la maternidad y, con ella, hacia los cuestionamientos sobre cómo la ha ejercido Valeria. Las historias de Clare y sus hermanos están marcadas por tránsitos abruptos entre la ciudad y el campo, por episodios intermitentes de unidad familiar y desprendimiento, e incluso por catástrofes, como la de Armero. El transcurso de esta curva emocional marca la vida de Valeria y la confronta con el límite de sus fuerzas, con sus aciertos y errores, y con la tensión permanente entre la maternidad y la individualidad.

Es complicado descifrar a Valeria a través de la narración en off de su hija Clare. Es más fácil leerla entre líneas en el denso testimonio de Diego, su hijo menor. Pero es mucho más elocuente cuando se narra sí misma, a través de sus gestos despojados de máscaras políticamente correctas, de sus vehementes declaraciones, de sus acciones que llevan la metáfora muy cerca de lo explícito.

“Si algo no deja que vivas tu vida, tienes que hacer lo que sea para poder vivirla. Ser mamá es más difícil en ese sentido, porque uno sacrifica. Pero hay cosas que no se pueden sacrificar. ¿De qué sirve una madre sacrificada, de qué sirve una mujer sacrificada?”. Son esas las palabras que pronuncia una madre que acaba de ver parir a su gata, que ha recibido con sus manos a la camada de gatitos y que ahora avanza con una bolsa en la mano hacia una serpiente, consciente del sacrificio de una vida por otra. Es esa complejidad sin atenuantes lo que equipara a Valeria Meikle con esta selva. Es esa violenta forma de belleza lo que la convierte en Amazona.

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