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‘Clímax’, la película de Gaspar Noé, es una fiesta de terror

Bailes, contorsiones alucinatorias y un mal viaje que nunca termina. ‘Clímax’, ese éxtasis de terror para ravers que construyó Gaspar Noé llegó a Netflix,

638162_Climax, de Gaspar Noé // Foto cortesía prensa Laboratorios Black Velvet
Climax, de Gaspar Noé // Foto cortesía prensa Laboratorios Black Velvet

Clímax, la más reciente película de Gaspar Noé, tiene todo lo que ama y odia cualquier raver: baile, contorsiones rítmicas y emocionales, house, una sangría envenenada, alucinaciones y un mal viaje insuperable. Ahora se puede ver en el catálogo de Netflix. 

Por Fabián Páez López @davichaka

La sustancia de las películas de Gaspar Noé es el escándalo; sus historias contienen una cualidad orgiástica que provoca hasta el aborrecimiento. La escena de una violación de nueve minutos en Irreversible (2002) o la inmersión absoluta de la cámara en las múltiples escenas sexuales de Love (2015), con su respectivo primer plano eyaculatorio, solo son una muestra de la patente emocional del director franco-argentino, que ya completa 20 años de carrera. En Clímax, su más reciente filme (disponible ahora en el catálogo de Netflix), ese tumultuoso exceso de humanidad ocurre durante un rave alegre y alucinatorio hasta el agobio, una fiesta que da lugar a una experiencia colectivamente desoladora. Pero con un soundtrack tremendo.

Suena contradictorio juntar la alegría con el agobio o la soledad con un ritual de comunión colectiva, pero eso es precisamente lo que pasa en Clímax. En 1996, época que, por cierto, fue decisiva para que detonara el house francés, un grupo de jóvenes bailarines virtuosos se reúne a celebrar la culminación de su obra hasta que una sangría envenenada hace que el éxtasis se desborde en caos.

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El elenco lo ficharon Serge Catoire y Gaspar Noé. Los escogidos son la crème de la crème del baile parisino. Figuras anónimas para el cine pero comprobadamente virtuosas para la danza y la improvisación. Fueron seleccionadas tras ver horas y horas de batallas de krump y de voguing, estilos de baile que se caracterizan por incluir movimientos con contorsiones energéticas, violentas y expresivas. Kiddy Smile, reputado dj francés y uno de los más notables agitadores de esas batallas, fue el encargado de convencer de participar en el proyecto a muchos de esos bailarines y, además, hizo el papel de Dj Daddy.

Canciones originales compuestas por Thomas Bangalter (uno de los dos cerebros de Daft Punk y viejo colaborador en la filmografía de Gaspar Noé), además de clásicos de The Rolling Stones, Aphex Twin y el mismísimo Daft Punk musicalizan las contorsiones emocionales y físicas de los implicados en la fiesta.

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Como ya es costumbre para el director, si bien había un argumento y una coreografía inicial ensayada, el guion no tenía muchas páginas. Tanto el baile como las conversaciones fluyeron y se intensificaron a medida que se rodaba la cinta, ensamblada en dos bloques principales que dan forma al grueso de la historia.

El primero, una serie de videos de audiciones proyectados en un televisor empotrado en una biblioteca que bien podría ser la de Gaspar, y que funciona como introducción de los personajes. El segundo, un plano secuencia de 42 minutos grabado linealmente y con diálogos improvisados, que va creciendo en intensidad y moviéndose por muchos rincones hasta que todos entran en un estado de alteración lisérgica, de delirio. El clímax. La cresta de la ola de la felicidad y al mismo tiempo el inicio del declive, del mal viaje. Un descenso asfixiante en plena celebración, como si en el drop de una canción el dj pusiera un filtro y llenara el aire con ecos y reverberaciones perturbadores. Y como si ese nublamiento en la melodía se extendiera para siempre.

En Clímax, el rave representa la ansiedad palpitante que produce el transito lento hacia la cima de una montaña rusa, pero que también augura el vertiginoso vacío que produce la caída más extrema. Dice Gaspar Noé en el comunicado de prensa que la cinta es una “modesta representación de la alegre y triste realidad”, porque en el éxtasis o el júbilo máximo, ese estado que todos se desviven buscando, se juntan la alegría y el caos. Es una cinta que hay que ver casi que con morbo por el desastre y por el exceso. 

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