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De 'Cartas Al Gordo' a 'La Pena Máxima': El hincha colombiano y el cine

¿Existe alguna película que le haga justicia al deporte más famoso del mundo?

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MI GENTE LINDA, MI GENTE BELLA

Gústele a quien le guste, Dago García sabe de cine. Y, luego de ser el creador de clásicos como Posición Viciada, La pena máxima y Cartas al gordo, sí que conoce sobre el cruce entre cine y fútbol.

Por: Dago García.
*Este artículo fue publicado en la Revista impresa de 2014

El fútbol se ha resistido a ser filmado. No he visto la primera película en donde un partido quede bien registrado. La verosimilitud siempre se escapa y todo se convierte en postizo y ridículo. Algo pasa con esa burda estética del fútbol que no se deja capturar. Lo han logrado otros deportes. La cantidad de películas donde la tensión depende del desarrollo de un juego de beisbol, basquetbol, tenis o de una carrera de carros, es generosa. Hasta el boxeo, con una estética aún más burda que la del fútbol, ha logrado excelentes resultados. Pero el fútbol no.

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¿Por qué esa resistencia? ¿Y por qué se sigue intentando hacer películas sobre este escurridizo tema? Debe ser porque desde sus mismos orígenes, el cine ha sentido un especial gusto por el juego autorreferencial de convertir en espectáculo lo que ya es espectáculo, por morderse la cola poniendo en pantalla lo que el público disfruta en otros escenarios: la danza, el teatro, la magia, el deporte y hasta el cine mismo.

Pero el fútbol sigue sin tener su película fundamental. Tal vez sea porque es el deporte que más se expone en los medios y el que más eruditos tiene en el mundo. Tal vez sea por su mezcla de fuerza, habilidad, sudor y sentimiento. Tal vez por ser un deporte de equipo. O puede ser por el carácter rebelde y contestatario que subyace en el fondo del fútbol. Es evidente que en el deporte existe una división social del cuerpo. Las disciplinas que se juegan la cabeza (el ajedrez) constituyen la élite, pero a medida que se desciende en la escala, se va perdiendo valor. El fútbol es el único deporte en donde el “útil” se maneja con los pies y donde la cabeza se usa para golpearlo. El fútbol en su mejor expresión es “arte hecho con las patas”. De ahí su enorme raigambre popular.

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¿Cómo reflejar y fijar en pantalla algo que representa lo sublime y lo popular? ¿Cómo poner en escena ese rito tejido de estrategia, genio, libertad y pasión en donde el “texto sagrado” se escribe con los pies? Imposible. Pero ¿cuál es el camino? ¿La renuncia? En mi caso, el fútbol no puede estar alejado ni de mi vida ni de mi quehacer como productor y escritor de cine y televisión, sencillamente, porque soy un fanático. No concibo la vida sin fútbol.

Luego de un par de intentos fallidos por lograr lo imposible, opté por respetar la cancha de juego y lo que allí sucede y hablar del fútbol desde “fuera de campo”. En Posición Viciada, el escenario es el camerino y el protagonista, el jugador viejo al que le llegó la hora del retiro. En Las Cartas del Gordo, el escenario es la familia y el protagonista, el jugador que por una grave lesión debe abandonar la actividad deportiva. Pero donde más cómodo y satisfecho me he sentido ha sido cuando he abordado el tema desde la mirada y la vivencia del hincha. Es mejor ser rico que pobre, La pena máxima, Mi gente linda, mi gente bella, El control y Uno al año no hace daño intentan ser retratos de ese personaje irracional e impredecible que es el fanático. Ese que mira y sufre, ese que impotente asiste al derrumbe de sus ilusiones puestas sin condición en el equipo amado cuando pierde o que toca el cielo cuando los colores de su corazón se alzan con el triunfo.

Ese personaje es recurrente en las películas que escribo y que produzco y tal vez lo sea porque, para bien o para mal, ese personaje soy yo.

 

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