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De 'El Concursante' al 'Guasón': la pobreza, la distancia y el caos 

“De la esperanza vive el pobre, que se acuesta todas las noches soñando que algún día se ganará la lotería"

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El concursante

No hay duda de que en los últimos cinco años la producción de cine en Colombia ha sido más prospera que nunca. No obstante, su consumo no llega a arañar siquiera los números que reporta el cine estadounidense en las salas criollas. No hace falta desparramarse en números tristes. Con solo mirar los datos de participación en estrenos y espectadores de Proimagenesen el primer semestre de 2019 la tendencia se revela. Los estrenos provenientes de Estados Unidos representaron el 53% de los estrenos totales frente a un 15% de películas nacionales. Pero los números de consumo fueron mucho, muchísimo más distantes. Las películas norteamericanas acapararon el 90.9% de los espectadores frente a un 2% de las locales.

Por Fabián Páez López @Davidchaka

La distancia es mucha y las variables que explican esos números abarcan muchos campos de saber, pero ahora que debuta una película local en las carteleras de cine vale la pena recordarlo. Sobre todo, tratándose de un estreno como El Concursante, película del director Carlos Osuna grabada en Cartagena, una ciudad cuya formación social tiene una distribución de ingresos equiparable a las cifras que reportan la comparación del cine gringo y el colombiano.

El Concursante transcurre, desde luego, lejos de la ciudad que se muestra en las postales turísticas. Cuenta Ronaldo Tejedor Simarra (Cristóbal), matemático y protagonista del filme, que “se asemeja a la realidad de donde vivo. Allí las personas se ven obligadas […] a humillarse, a tener que madrugar y hacer filas larguísimas con hambre y bajo el sol para reclamar una olla”.

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Un concurso (basado en la vida real) que regala ollas a presión se sale de control. Los concursantes ganadores terminan siendo una fila enorme de ciudadanos que desbordan la capacidad de la empresa de responder con el premio. Como buenos cartageneros, la fila se convierte en una fiesta. Una olla, o unas cuantas, por lo menos, le merecen a la gente aguantar la incertidumbre, el sol y la incomodidad.

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El champetero fino Charles King (quien, por cierto, se quería colar en la fila) lo explica en una de las canciones que imprimen ritmo al filme, Sueña nada más. El tema suena en uno de los momentos de mayor reflexión y cavilación en la interminable fila. “De la esperanza vive el pobre, que se acuesta todas las noches/soñando que algún día se ganará la lotería/esas son las ilusiones y los azares de la vida/marcan la imaginación de ser rico cualquier día”. Para los pobres en Cartagena la distancia es más infranqueable que la barrera geográfica.

El tema es, desde luego, un universal del capitalismo. Tomemos como ejemplo al Guasón. No solo porque fue la película más taquillera del año o porque para empujar al cine colombiano hay que arañar clics y visibilidad a punta de referencias a los nombres populares (los del 90.9%), sino porque su protagonista, Arthur Fleck, ocupaba el lugar de Cristóbal, protagonista de El Concursante. Ambos marginados, con rabia, golpeados literal y simbólicamente por un sistema desigual que los mantiene parados a punta de la retórica de los sueños, del sueño de ganar un concurso. De tener suerte. Pero siempre a distancia.

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Alerta spoiler

Al final, a Arthur Fleck convertido en Guasón y a Cristóbal los redime el caos. Son alzados en brazos, sonríen cuando no hay más opción que romperlo todo.

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