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Esto no es Cumbiana: esto es Kolombia

La película mexicana de moda es ‘Ya no estoy aquí’. Un Gansito marginal sobre la influencia de esa Colombia que acá someten y allá exaltan a rabiar.

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Ya no estoy aquí, cortesía Prensa Netflix

"Los Kolombias de los 90 y dos mil, muy distintos a los colombianos que por estos días descargaron su pasaporte de Cumbiana, el nuevo disco de Carlos Vives, para lucirlos en sus redes sociales y convertirse en 'ciudadanos anfibios del territorio cumbiero' según reza la campaña; tuvieron que lidiar con un estigma social y su movimiento comenzó a ser tomado como una amenaza a partir del 2008, cuando la guerra urbana del narcotráfico llegó a los sitios en los que ellos bailaban para imponer su ley".

Por Chucky García @chuckygarcia

Cada vez que el plano se abre en la película y da paso a una toma panorámica, Monterrey luce como Medellín: una metrópoli de pujanza industrial cercada por montañas y comunas, barrios periféricos en los que las casas no guardan distancia social y se abrazan dejando solo espacio para unas calles empinadas. Laberintos por los cuales transitan personas resignadas a un no futuro, motos que siempre cargan con la sospecha de traer algún pistolero en el manubrio y carros de policía de los que no sabe de qué lado de la historia están: si en el de la justicia, en el de las organizaciones criminales o en el de las dos al tiempo.

Cualquiera que sea la respuesta a la trivia anterior, lo cierto es que casi nunca será del lado de la gente en medio del fuego.

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Ya no estoy aquí, la nueva película mexicana de la que todos hablan, disponible en Netflix, incluso se parece a Rodrigo D No Futuro, el filme del director Víctor Gaviria que protagonizó el actor y músico Ramiro Meneses y que está cumpliendo 30 años de haberse convertido en la primera película colombiana escogida para la Selección oficial del Festival Internacional de Cine de Cannes. Ya no estoy aquí es cien por ciento cumbia de barrio mientras que Rodrigo D No Futuro es punk y ultrametal al piso, pero en medio de esos dos extremos se encuentran para bailar a un mismo ritmo: el de las culturas subterráneas atravesada por la violencia, la pobreza y la falta de oportunidades; y el de un personaje principal al que no le han dado amor pero le sobran canciones para sentirse vivo a pesar de todo.

Ulises, el protagonista de Ya no estoy aquí (dirigida por Fernando Frías de la Parra), es tan parco, introvertido o ausente como el mismo Rodrigo de Rodrigo D No Futuro, aunque en esta historia mexicana que se sitúa unos diez años atrás en Monterrey, cuando los llamados “Cholombianos” ya habían establecido su propio oasis de cumbias rebajadas y trajes coloridos y holgados; al menos queda una luz al final del túnel y es probarse como trabajador informal ilegal en los Estados Unidos.

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Parte del estilo de los Cholombianos, los mismos que se autoproclamaban como “Kolombias” y que también llamaban así a las cumbias colombianas que desde la mitad del siglo pasado llegaron a Monterrey y explosionaron la cultura local (al punto de que luego la cultura local las vistió a su modo, las exaltó a rabiar y las situó en un altar tal alto que ni siquiera en Colombia existe algo igual); venía justamente de los cholos chicanos de Los Ángeles. Pero en definitiva fueron los colombianos que iban camino a otras ciudades gringas como Houston o Texas y que finalmente no lo lograron y terminaron varados en Monterrey quienes les heredaron la cumbia y de paso otras galguerías: el vallenato, los escapularios y hasta los colores amarillo, azul y rojo.

Los Kolombias de los 90 y dos mil, muy distintos a los colombianos que por estos días descargaron su pasaporte de Cumbiana, el nuevo disco de Carlos Vives, para lucirlos en sus redes sociales y convertirse en “ciudadanos anfibios del territorio cumbiero” según reza la campaña; tuvieron que lidiar con un estigma social y su movimiento comenzó a ser tomado como una amenaza a partir del 2008, cuando la guerra urbana del narcotráfico llegó a los sitios en los que ellos bailaban para imponer su ley.

La cosa se complicó cinco años después, cuando 17 integrantes de una de sus bandas de referencia, el Kombo Kolombia, fueron secuestrados, torturados, acribillados y lanzados sin vida a un pozo, en un hecho que las autoridades mexicanas adjudicaron a Los Zetas y que marcó el principio del fin de esta expresión urbana.

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Ese cartel de drogas de la vida real es quien justamente le da un giro a la ficción de Ya no estoy aquí, una producción que al igual que lo hizo Rodrigo D No Futuro en su momento acoge a todo un elenco de actores naturales para recrear sus escenas. La película colombiana está dedicada a “la memoria de John Galvis, Jackson Gallegos, Leonardo Sánchez y Francisco Marín, actores que sucumbieron sin cumplir los 20 años a la absurda violencia de Medellín, para que sus imágenes vivan por lo menos el término normal de una persona”, y si bien no ha sido el caso de la mexicana, las dos podrían compartir esta dedicatoria por reunir “las experiencias de quienes habitan en las fronteras, en la periferia de la vida y en las profundidades de la catástrofe”, como escribió la artista colombiana Doris Salcedo hace unos días en su artículo “Nombrar es la tarea inmemorial del arte” para The New York Times y en el que ella explica cómo el arte puede sacar a la luz a las víctimas olvidadas que la violencia trató de borrar. “He dedicado mi trabajo a aquellos que, como escribió el filósofo Emmanuel Lévinas, no tienen más que la vulnerabilidad de su propia piel”, cuenta Salcedo. “O, como dijo el poeta Paul Celan, aquellos a los que ‘ni siquiera protege la carpa tradicional de los cielos’”.

Gracias a estos, en todo caso, existen retratistas como Fernando Frías de la Parra, o como Amanda Watkins, una fotógrafa y diseñadora inglesa que durante cuatro años documentó a los “Cholombianos” y los sacó a la luz del mundo en un libro que lleva el mismo nombre. Entre 2014 y 2016, con la publicación de este completo álbum de fotos y varias exposiciones, la Kolombia que ni siquiera en Colombia sabían que existía fue redescubierta, aunque ya no existía, y en el festival Rock al Parque 2015 tuvimos la suerte de ver a Celso Piña, mientras los fundamentalistas se mordían los codos. El Rebelde del acordeón que le dio mil vueltas al planeta con Su Ronda Bogotá, en Monterrey era como un Joe Strummer para esos “Kolombias” insurrectos que Watkins comparó en su momento con lo sucedido con The Clash en el Reino Unido: “Cuando vi a estos chicos me sentí muy afortunada. Sentí que estaba viendo un movimiento como lo fue el punk hace algunos años”.

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