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Famas e infamias: los mejores casos de asesinos en serie en el cine

5 películas que a través de asesinos seriales ficticios, cuestionan la moral de la audiencia.

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Posters originales

¿Asesino o ídolo pop? ¿Criminal o filósofo? Los escalofriantes casos de los asesinos en serie han dejado detrás una serie de preguntas sobre sus motivos y métodos, y también muchas preguntas sueltas en el aire. El cine ha retomado esos casos y se ha inventado otros para ponernos en una encrucijada moral. ¿Hasta qué punto el “monstruo” es el otro? ¿Hemos sido cómplices de tanta violencia en el ambiente?

Por: Mauro Rivera // @CINEsfuerzoblog

¡Charles Manson, Richard Ramírez, Ted Bundy, Wayne Gacy, David Berkowitz y Ed Gein regresaron! No a través de una sesión de espiritismo, sino a través de novelas, series y películas que resucitan frecuentemente a las mentes criminales detrás de estos apellidos. Estos fueron los nombres que masificaron el término “asesino en serie” que se adueñó del imaginario criminal de la cultura popular desde hace más de 50 años. Sin embargo, ante otros enemigos de turno como el terrorismo derivado del 9/11 o el narcotráfico, tuvieron un breve receso a principios del siglo XXI comparado al boom que tuvieron en los 90.

El asesino en serie está caracterizado como aquel que mata a más de tres personas, motivado por impulsos sexuales y de poder y, además, tiene un modus operandi muy específico. No hay que confundirlos ni con los asesinos en masa, ni con los asesinatos motivados en la venganza. A pesar de que la condena a sus actos es casi unánime, se ha desarrollado una inagotable fascinación por tratar de entender cómo funciona la mente del criminal y el cómo cometen sus fechorías. De hecho, la memoria y sufrimiento de las víctimas han sido relegadas al olvido y, por el contrario, la fama de sus victimarios ha alcanzado el punto de llegar a tener imitadores y seguidores aún hoy en día.

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Tal vez esto radique en la forma en que se presentan a los criminales y sobre todo a los puntos de vista desde dónde se cuentan sus crímenes, pues en algunos casos los idealizan mientras que en otros casos se interpela al espectador que consume estas recreaciones. Con ustedes, cinco películas que a través de asesinos seriales ficticios, cuestionan la moral de la audiencia.

Asesinos por naturaleza (1994)

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A 25 años de su estreno, la película dirigida por Oliver Stone, adaptación de un guión original de Quentin Tarantino, indaga a través del exceso videoclipero, alucinógeno y ultraviolento, la importancia del punto de vista a la hora de contar historias de crímenes y cómo el que han usado la mayoría de medios de comunicación estadounidenses termina por glamurizar al criminal, y de paso cuestionar el bajo nivel crítico de una audiencia alienada.

Además Stone, como en el resto de su filmografía, interpela a la sociedad norteamericana hablando del abuso y trauma familiar como origen del mal que encarnan Mickey (Woody Harrelson) y Mallory (Juliette Lewis), el malestar en el sistema penitenciario norteamericano y la complicidad de una sociedad que aprueba cualquier medio para con tal de alcanzar las metas.

Con esto, Stone preguntará: ¿qué tan cómplice es la sociedad del espectáculo del surgimiento y sostenimiento de estas tendencias violentas en Estados Unidos?

Se7en (1995)

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Si hay un director contemporáneo que tenga obsesión con los asesinos en serie, ese es David Fincher, pues aparte de Seven, dirigió Zodiac (2007), The Girl with the Dragon Tattoo (2011) y en 2017 presentó la serie de televisión Mindhunter, que sigue a dos agentes del FBI entrevistando a famosos asesinos en serie para así resolver crímenes.

Sin embargo, en el caso de Se7en, que es la única de las dirigidas por Fincher que no está basada en una novela, John Doe (Kevin Spacey) será presentado como un asesino que padece hipermoralismo derivado de una religiosidad extrema, lo que se materializará en el asesinato –castigo para él– de quienes cometen alguno de los siete Pecados Capitales, pues está convencido de su superioridad moral.

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Así, Se7en pregunta: ¿acaso no nos vestimos muchas veces con ese traje de superioridad moral para destruir con juicios –y prejuicios– a los demás? Además, ¿la ansiedad del espectador por saber cómo se castigarán los otros pecados capitales en el filme no es una actitud morbosa y a la vez normalizadora de la violencia?

American Psycho (2000)

Basada en la novela de Bret Easton Ellis, la película de Mary Harron especula con la atrofiada moral de quienes detentan el poder económico y el privilegio, pues su protagonista Patrick Bateman (Christian Bale), un acaudalado y bien educado vicepresidente de una firma de inversión en Wall Street, se aleja del estereotipo perdedor y carente –adjetivos endilgados con frecuencia al perfil de un criminal– y encarna como lo dijo una política colombiana “lo que el mercado demanda”: alguien joven, creativo, altamente motivado y calificado.

Con esto la película pregunta: ¿el acceso a todas las oportunidades garantiza buenos personas? Claramente American Psycho responde que no, y además controvierte cómo el consumismo materialista ha erradicado valores como la compasión. No es gratuito que la historia se ubique en Wall Street, el sitio con más codicia del planeta, donde las tendencias de anhelo de poder y robo de dinero de la élite estadounidense también terminan siendo una especie de asesinato contra los que no tienen privilegios.

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Así, en un punto el espectador se verá obligado a confrontarse en el contexto de los valores de una sociedad de la que todos formamos parte y legitimamos día a día.

C'est arrivé près de chez vous (Sucedió cerca de su casa) (1992)

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Y aunque nos quieran hacer creer que el fenómeno de los asesinos seriales es exclusivo de Estados Unidos, en Europa también hay monstruos, solo que aparte de Henri Désiré Landru “Barba Azul”, ningún otro ha adquirido la dimensión de ídolo que al otro lado del Atlántico sí tienden a alcanzar gracias a sensacionalismo que rodea sus crímenes.

Y precisamente hacia esos cuestionamientos se dirige C'est arrivé près de chez vous, un falso documental o mockumentary que sigue a un grupo de documentalistas, que se acercan a un asesino en serie y seguir de cerca sus fechorías. Tal es la cercanía que alcanzan con el asesino Benoît (Benoît Poelvoorde), que los límites de lo que está bien y mal se desdibujan por el interés de los realizadores en “pro” de la historia que cuentan.

Además de cuestionar a los medios informativos, también lo hace con el espectador, pues a pesar de lo gráficas que son varias de sus escenas, la risa es inevitable y es ahí cuando el trío directorial de Rémy Belvaux, André Bonzel y Benoît Poelvoorde, cuestiona a la risa como un paso gigante hacia la normalización de la violencia, la misoginia y el racismo del carismático e infame Benoît.

M (1931)

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Tal vez es esta la primera película de la historia en que la trama se centra en un asesino en serie, quien, caracterizado por Peter Lorre, mantendrá lleno de miedo y paranoia a Berlín, pues ha violado y asesinado a varias niñas. Una película que más allá de indagar en el mal así como seguir los esfuerzos de la policía y el crimen organizado por capturar al asesino, es también un claro testimonio de la época en que surge: el levantamiento del nazismo en Alemania.

Así, evitando que el espectador sienta simpatía por el asesino, al mantener siempre presente el crimen y sus efectos en la comunidad, el director Fritz Lang abrirá un espacio para oír las motivaciones del victimario, un enfermo mental incapaz de controlar sus acciones, dejándole al público la gran pregunta: ¿es justificable moralmente ejecutar a un hombre que comete sus crímenes como resultado de una enfermedad?

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