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Hicimos una jugosa lista de películas de skate y evaluamos qué tan buenas son

Skaters: ¿qué tan buenas son las películas sobre montar tabla?

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Skate Kitchen

Para un placer otro placer. No son pocas las películas que han intentado captar la adrenalina de rodar y rodar por las calles en patineta, hacer olies, kickflips o hardflips y por eso llegó la hora de rendirles un tributo. Pero también evaluamos esos títulos que han aprovechado el skateboarding para mostrar lo que es el espíritu rebelde, contestario y eternamente joven.

Por: Mauro Rivera // @CINEsfuerzoblog

La aparición de la “tabla” en el cine arrancó en 1965 con el cortometraje premiado en Cannes, SkaterDater, que da cuenta de la historia de un grupo de niños que descubren el amor rodando por las calles. Más adelante, desde mediados de los setentas hubo varias adaptaciones de la movida californiana en Venice Beach –donde nació la tendencia más acrobática del skate–, con películas como Freewheelin (Scott Ditrich, 1976) o Skateboard Madness (Julian Pena) que tuvieron poco éxito comercial y crítico. De ahí en adelante vinieron más apariciones del skateboarding a modo más ornamental como Volver al futuro (Robert Zemeckis, 1985) y Locademia de policía 4 (Jim Drake, 1987).

Sin embargo, en paralelo a estos intentos del cine, la aparición de los dispositivos caseros de video revolucionó la práctica del skateboarding alrededor del mundo, pues ya serían los mismos skaters quienes empezarían a grabarse a sí mismos mostrando sus éxitos y fracasos sin ninguna pretensión narrativa. Así mismo, la fácil multiplicación del video casero ayudó a que la diáspora del skateboarding se regará por todo el planeta, pues ya era fácil ver, pausar, retroceder y volver a ver los trucos que se inventaban al otro lado del planeta para copiarlos.

Desde luego, esta proximidad entre el skate y lo audiovisual llevó a que varios skateboarders dieran el paso a detrás de cámaras y pasaran a grabar videoclips musicales, luego a la televisión e incursionaran en el cine con su propio lenguaje. El gran referente de esta transición es el estadounidense Spike Jonze, quien luego de ser deportista extremo en BMX y tabla, empezó a grabar los videos de sus compañeros de aventuras, para luego realizar videos a las bandas Wax y Sonic Youth en 1992, que se caracterizan por esa mirada gran angular y en primera persona de un grupo de amigos que viviendo y rodando la calle, encuentran su felicidad. De ahí en adelante él fue uno de los más influyentes directores de videos musicales de la década de los noventa.

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Jonze –cuyo nombre real es Adam Spiegel–, volvió a sus raíces skaters y produjo junto a Jeff Tremaine la popular serie de televisión Jackass, que con sus consecuentes películas nutrió al mundo del cine con experiencias más vivenciales que mantuvieron la estética de los videos del skateboarding: lentes gran angulares, repeticiones instantáneas, cámaras dinámicas y, sobre todo, una apertura creativa que aunque apuntó al fracaso demostró ese espíritu que acompaña al skateboarding: caer para volverse a levantar y seguir creando.

Otro skater que tuvo un exitoso paso a la dirección es Stacy Peralta, quien no solo es una figura determinante en la historia del skateboarding, sino que además ha sido el que mejor ha logrado acercar al público general a ese momento en que este pasatiempo se profesionalizó y se convirtió en el fenómeno mundial actual. Su película más conocida es Dogtown and Z-Boys (2001), documental premiado en Sundance que en tono autobiográfico relata la historia del equipo Zephyr (Z-Boys), del cual salieron varios de los más influyentes skaters del mundo: Jay Adams, Tony Alva y el mismo Peralta. Años más tarde fue el guionista de Lords of Dogtown (Catherine Hardwicke, 2005), una película que recreó la historia de los Z-boys y si bien no brilla por sus calidades artísticas, sí se ha convertido en una película referente para varias generaciones de skaters.

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Para 2012, Peralta también presentó otro documental sobre el skateboarding titulado Bones Brigade: An Autobiography, en el que contó la historia del influyente equipo que él mismo conformó en los 80 denominado Bones Brigade, del que salieron skaters como Tony Hawk, Steve Caballero, Rodney Mullen y Bucky Lasek, figuras determinantes para historia de los X-Games y la globalización del deporte que debutará en los Olímpicos Tokio 2020.

¿UN NUEVO BOOM DE LAS PELÍCULAS DE SKATE?

Y aunque nunca se ha ido en su totalidad del mundo del cine, durante 2018 se habló de un renacer del skateboarding en el cine de la mano de Skate Kitchen (Crystal Moselle), Minding the Gap (Bing Liu) y En los 90 (Jonah Hill) –presente en la cartelera colombiana hasta hace muy poco–; tres películas que desde ángulos muy diferentes abordan nuevamente el “coming of age” (o historias de madurez, categoría en la que se representa el paso a la adultez a través del encuentro con las realidades que en la niñez pasaron inadvertidas o no tuvieron el mismo significado), pero con mayor inteligencia y reflexión.

Con Skate Kitchen, Crystal Moselle amplía el espectro de la representación subvirtiendo la poca –si no nula– presencia femenina en las películas del skateboarding con una historia inspirada en el colectivo real SkateKitchen conformado por unas jóvenes que ruedan en NY y que encuentran en el skate no solo una forma de expresión, sino una familia. Por el lado de En los 90, Jonah Hill con mirada nostálgica, mas no melancólica, sigue a un niño de 10 años que buscando huir de una realidad agreste en su hogar, se involucra con un grupo de skaters adolescentes y empieza a descubrir el mundo, dándose cuenta de que las malas situaciones son una constante en el resto del mundo.

Finalmente Minding the Gap, película nominada en 2019 al Premio Óscar en la categoría documental, es quizá la más lograda exploración al corazón del skateboarding, ya que el director Bing Liu, luego de revisar el material de archivo que grabó por más de 10 años en las rodadas con sus amigos, cuestiona y descubre las verdaderas razones que lo llevaron a él y a su grupo de amigos a practicar el skate, la familia que encontraron allí y aún más inquietante cómo esa supuesta libertad alcanzada en la adolescencia afectó su forma de tomar decisiones en la adultez. Haciendo así que lo más notable de este filme sea cómo logra ese lugar común del coming of age del que se ha vuelto prisionero el skateboarding.

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LAS DEUDAS…

Todo esto demuestra que a pesar de la sostenida evolución en el abordaje que el cine ha hecho del skateboarding, las películas aún se encuentran en deuda con esta subcultura, que aparte de ser una de las presencias más dinámicas de las ciudades en los últimos 40 años, aún no se le ha reconocido como ese fuerza rebelde, inconformista y crítica que ha creado dinámicas sociales que favorecen la ciudadanía y la convivencia. Imágenes en movimiento que seguramente ayudarían a cambiar la percepción que mayoritariamente se tiene de este colectivo que constantemente es víctima de la estigmatización y persecución por parte de las autoridades, como por ejemplo con lo que hace pocos días vivimos con indignación en Bogotá.

Además, aparte de su ya mencionado aporte estético en el audiovisual contemporáneo (experimentación con los puntos de vista, narración “no-narrativa”), y al inseparable espíritu resiliente y literal de “levantarse y volver a intentarlo, luego de caer”, también se ha heredado de la forma en que el skateboarding se representa a sí mismo un relativo afán  testimonial por dar cuenta de lo que se hace, de ahí que fenómenos como la historia de Instagram o incluso el selfie heredan ese “yo lo hice, y esta es la prueba”.

 

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