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La atrevida versión de Carlos Moreno sobre 'Que viva la música'

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Hablé con Carlos Moreno en el espacio del videochat del Espectador.com sobre su nueva película 'Que viva la música'.

Por: Luis Fernando Mayolo @mayolito (ver videochat)

La crítica se ha vuelto despiadada e injusta. Por lo menos así lo siento con una película como ‘Que viva la música’, de la que algunos de sus contradictores han llegado afirmar incluso que con ella “han vuelto a matar a Andrés Caicedo” (como si alguien lo hubiera matado), basando sus argumentos palabras más, palabras menos, en una especie de traición al espíritu mismo del libro. 

Y digo injusta, porque Carlos Moreno, el director, nos ha demostrado una y otra vez en sus películas anteriores que no le faltan huevos para plasmar su propia visión y narrativa en todo lo que hace, así lo disfrutemos o no. De eso se trata el cine, ahí está su encanto a diferencia de la televisión. También es injusta porque su propuesta en esta producción tiene escenas magistrales como la de cuando Maria del Carmen se monta en ese bus lleno de trabajadores de los cañaduzales y empieza esa sinfonía musical sabrosa y tropical llena de primeros planos guiada por Richie Ray & Bobby Cruz con "Lo Atara La Arache"(ver la escena);​ o cuando ‘el Indio’ está en ese trance de hongos y violencia, y el árbol se lo devora, y para no ir más lejos, el primer recorrido por las calles de la ciudad cuando comienza la película, de la mano de la visión de Caicedo sobre la ciudad. 

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El único parámetro para juzgarla no puede ser el libro, porque la película en sí misma es una nueva obra y el realizador está en todo su derecho de respetarla o transgredirla. De todas formas lo que a mí siempre me gustó de Andrés Caicedo y en especial de esta obra fue su manera cruda de recorrer y mostrarnos Cali como ciudad y sociedad, y  cómo atrapaba su espíritu en un soberbio viaje musical por el rock y la salsa, desde la visión de alguien que nunca se sintió cómodo viviendo en ella y un personaje que nunca dormía y la droga le daba ese combustible para una rumba desenfrenada y sin fin. ¿Logró plasmarlo Carlos Moreno? Las opiniones están divididas. Por eso se lo preguntamos más adelante, porque de eso se trata la crítica y a diferencia del comentario, si se tiene posibilidad de hablar con el director ¿por qué no hacerlo?

Pero antes debo agregar que para mí ‘Que viva la música’ logra capturar ese espíritu, así muchos de los detalles importantes estén ausentes, por ejemplo la música de los Rolling Stones y los años 70. También hay que aceptar que es una película fatigante, porque estamos mirando todo desde los ojos de la Siempreviva, en la que ocurren muchas cosas sin necesariamente una ser consecuencia de la otra, con una narrativa que no es fácil de digerir,  porque el público en general no está acostumbrada a ella. Por eso es válido que muchos consideren que no tiene historia, como lo escuché en un ascensor, o que algunos les parezca aburridora. Este tipo de narrativas comienzan a gustar viendo y viendo cine, escudriñando autores, disfrutando el sentirse incómodo viendo películas. Es una película que no tiene demasiados diálogos y la voz en off se convierte en el monólogo que busca darle el trasfondo y la reflexión a todo lo que sucede.

De todas formas, estemos de acuerdo o no, lo interesante es el debate que pueda despertar el cine colombiano. Carlos Moreno lo tiene claro, por eso cuando le pregunté sobre el desencanto sobre la película de una de las hermanas de Caicedo respondió: “El lugar del realizador no es responder a la crítica, simplemente permitirla. La obra se defiende o hunde sola, no tiene que ver conmigo”.

Así que si la película le dejó muchos interrogantes o la amó con todo el corazón, esta entrevista le dará nuevos elementos para la discusión.

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No le parece que medírsele a realizar una versión de un libro de culto como ‘Que viva la música’ era una apuesta muy arriesgada…

Primero que todo hay que aclarar que la idea no fue mía, este proyecto lo comenzó Rodrigo Guerrero en Dínamo, cuando empezó a gestionar la posibilidad de llevar la novela al cine. Yo llegué luego de que la película dio vueltas por las manos de dos directores, incluso ya había comenzado un guionista a escribir las versiones y pasado unos años la pelota me llegó a mí y decidí comenzar esta aventura. 

Creo que 'Que viva la música', así como la obra de Andrés Caicedo, es un fetiche cinematográfico, es decir, primero que todo, son relatos y novelas urbanas que en los años 70 cuando se publicaron fueron las primeras en su tipo, en una época en que la literatura latinoamericana se enfocaba un poco más en el realismo mágico y otro tipo de relatos un poco más épicos, por la onda de García Márquez; y Andrés Caicedo hablaba de las calles, las esquinas, los parques de marihuaneros y cosas así de una aparente frivolidad, pero que revertía una profundidad muy grande, porque las ciudades latinoamericanas comenzaban a crecer con todas esas diferencias sociales urbanas que son tan importantes para su obra. Digo que es un fetiche porque creo que casi todos los realizadores les hubiera gustado llevarlas al cine, sobre todo los caleños y vallecaucanos, porque todos alguna vez han mirado hacia allá.

Cuando se hace una adaptación de algo clásico siempre hay personas que critican o defienden el derecho a no modificar la esencia de esa obra.  ¿Considera que usted lo hizo?

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Fue muy difícil porque la novela está llena de referentes personales, literarios, cinematográficos y artísticos. Nosotros realmente nunca asumimos este proyecto como una adaptación de una obra que nos resultaba inadaptable, sino más bien una lectura y una película inspirada, y sobre todo una invitación a la obra. Con lo que hicimos pretendemos que se lea o visite nuevamente el libro. Nunca pensamos, ni esperamos que la película lo superara, porque la historia es muy grande, a tal punto que podrían hacerse muchas versiones desde diferentes puntos de vista. Lo que hicimos fue una obra que pretende conservar el manifiesto central, ese manifiesto rebelde de una chica que se revela contra la sociedad, deja todo y se pone en contra de la misma. 

¿Y conoce por qué abandonaron otros directores el proyecto?

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No muy bien, pero ni siquiera es el abandonar, porque en esto juegan coincidencias de tiempos, de pronto todavía no existían los fondos. 

En varios artículos de prensa que he leído y le dan palo a la película hay frases suyas que no sé si son reales. Por ejemplo citan que su intención no era adaptar 'Que viva la música', sino desadaptarla, y que la mejor manera de homenajearla era irrespetándola.

Probablemente son mis palabras, pero están fuera de contexto, porque la verdad no recuerdo de dónde salió eso, pero si se ha jugado mucho con ellas. La traducción de eso tiene que ver con lo que dije antes, tuvimos una mirada sobre ella diferente a la herramienta de la adaptación, porque pienso que una obra debería siempre tener una interpretación artística del intermediario (ósea yo), que sientas una nueva postura. Y eso es muy habitual en el cine. Por ejemplo en ‘Apocalypse Now’, guardando las distancias, Coppola adaptó el Corazón de las Tinieblas de Joseph Conrad y lo llevó a otro universo conservando lo mismo, esa metáfora entre la guerra y la locura del hombre. Creo que un ejercicio similar hicimos nosotros y se ha hecho mucho en la historia del cine y la literatura.

La Siempreviva hace un viaje interesantísimo del rock a la salsa, una mirada cruda sobre el Cali de los 70, la rumba, la droga, la misma lucha de clases sociales. Cuáles elementos conservaron y cuáles replantearon del libro original, teniendo presente las más de 90 canciones a las que hace referencia y muchos otros elementos que constituyen su espíritu.

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Las limitaciones del cine hacen acortar ciertas cosas que en el papel se pueden alargar. Hubo estrategias, por ejemplo decidimos que la película fuera atemporal, que no necesariamente se ubicara en los años 70 y no pudimos tener una canción de los Rolling Stones. Lo luchamos, pero no podíamos pagar un millón de dólares, que era lo que nos cobraban. Por eso se consiguió una música más contemporánea y se jugaron con otros elementos que conducían la película hacia el mismo lugar que lo hacía la novela. Con la salsa creo que tuvimos todo lo que quisimos tener. Son estrategias cinematográficas y propuestas mezcladas.

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Tengo entendido que la banda sonora la hicieron con Iván Benavides

La película por estar en coproducción participaba una supervisora musical que era Lynn Fainchtein. Nunca lo había hecho antes, comprendí su oficio en el rodaje. Ella había trabajado con Cuarón, Iñarritu y otros. De alguna manera es un personaje como  Pepe Grillo ajustando las necesidades musicales de la historia dentro de una baraja que privilegia lo más coherente con el camino que se toma.

¿Ese rol existe en Colombia?

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No sabría decirlo. Iván hizo la música incidental. Siendo esta una coproducción todo lo de la edición musical y muchos roles técnicos fueron increíbles.

Cuando se hace cine es interesante que el director sea atrevido, que no le dé miedo hacer una propuesta audiovisual diferente a lo que vemos todos los días, que se sienta un estilo personal del director con elementos identificables de obras pasadas en su lenguaje. ¿Considera que lo logró plasmar en esta película?

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Espero que sí, es difícil hablar de eso, porque a veces resulta automático. El mundo animal está a manera de metáfora, son herramientas, mañas audiovisuales que se utilizan hasta que se conviertan en un abuso. Son los caminos de cada realizador, el apropiarse de una estética y lenguaje, pero lo que realmente me interesa es que las historias queden claras, dentro de todas las rarezas de las películas que he hecho.

Un golpe certero en el ego de los que creen hacen cine de autor

No necesariamente, lo respeto muchísimo y soy un gran consumidor, pero no considero que hago parte. Prefiero que mis películas trasciendan y que yo sea casi olvidado. 

En las veces que he conversado con usted he sentido que no es el más caleño de los caleños y de alguna manera esto se ve reflejado en su obra

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Soy caleño raizal y como autor desconfío un poco de clasificar el cine caleño como un grupo. Creo que son historias que las he contado y que tienen que ver con Cali, porque es un interés mío, un universo complejo y próximo que pareciera un experimento social. Una ciudad llena de contrastes, contradicciones y absurdos y de ahí salen muchas historias. Me gusta que las historias sean en Cali, pero que no sea un sello estético.

Hay temas que lo obsesionan. Si vemos ‘Perro come Perro’, ‘Todos tus muertos’ e incluso ‘Que viva la música’, el elemento de la violencia  siempre está presente y es protagónico.

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A mí la violencia me interesa como tema porque la aborrezco y una manera de exorcizarla es hablar de ella. Lo seguiré haciendo porque hace parte del absurdo del ser humano. También está el tema de la indolencia, porque eso indica que una sociedad que la promueve tiende a fracasar. El tema del narcotráfico me parece interesante, por eso está plasmado en ‘El Cartel de los Sapos’, que a diferencia de la voz popular que dice que hay muchas películas de narcotráfico, yo creo que no se han hecho tantas. El Narcotráfico es la única revolución social que hemos tenido en Colombia y en Cali concretamente transformó la sociedad. Cali antes y después son ciudades diferentes, como si hubiera pasado un cataclismo.

Sobre todo los que vivimos esa época, uno lo cuenta y no parece real.

La realidad siempre superará la ficción.

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¿Qué fue lo más difícil al hacer la película?

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No hubo complicaciones muy grandes, el rodaje fue muy calmado, pero de todas maneras lo más difícil siempre será la estrategia con la que decidimos filmar. Antes era más milimétrico, con Storyboard incluido. En 'Que viva la música' los personajes tenían unos objetivos y cumplían con ellos de forma muy libre. Por ejemplo había una fiesta y nosotros teníamos que seguir al personaje sin saber cuántos planos iban a quedar. Eso fue difícil y creo que nunca más lo volvería a hacer. Le da un sentido y una estética a la película pero no me siento cómodo.

Ahora, luego de ya tener la película en sus manos finalizada, cuáles considera que son las bondades y los errores de la película 

Me cuesta mucho hablar de eso, prefiero que cada espectador encuentre la respuesta. Lo que sí puedo hablar es de lo que me hubiera gustado tener. En este caso mayor tiempo de preproducción, es decir, planificarla un poco más. Eso sí, la hubiera hecho aún más psicodélica si lo volviera a intentar. Creo que por momentos fui tímido.

¿Cuánto tiempo tuvieron de rodaje?

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De las películas que he hecho, en esta es la que se cumplió más radicalmente con el plan de rodaje. No nos atrasamos ningún día: seis semanas exactas. ‘Perro come Perro’ fueron siete, ‘Todos tus Muertos’ fueron cuatro semanas, ‘El Cartel de los Sapos’ fueron nueve, pero era otro tipo de producción.

¿Tiene alguna expectativas de taquilla?

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Esa es preocupación para los productores, mis expectativas eran otras, por ejemplo terminarla como yo quería.

La elección del casting, en especial el del personaje de María del Carmen, la Siempreviva, debió haber sido un infierno, por la responsabilidad y el peso que este tiene sobre la narración.

Fue muy complicado, de hecho la película tenía una convocatoria por internet para hacerlo. Llegaron muchas propuestas muy curiosas, algunas que no servían para nada y otras muy buenas, pero no aparecía la chica. Hubo actrices que aparecieron que ni siquiera cumplían con el requisito de la edad. El personaje casi que es un arquetipo de mujer, como una heroína, y el casting convencional tampoco arrojaba mucho. Cuando las alarmas estaban en rojo apareció Paulina. Fue muy afortunado porque ella es una artista visual y nosotros buscábamos una actuación libre y menos actoral.

¿Le martirizan las críticas? Se me viene a la cabeza una en especial, la de Rosario, una de las hermanas de Andrés Caicedo.

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Ni con esta película, ni con las otras, a veces las leo, a veces no. No respondo a ellas, como tampoco lo hago con los halagos. Son opiniones y está bien, no me lo tomo personal. Sobre el halago por ejemplo decía Facundo Cabral que quien acepta un halago comienza a ser dominado, el hombre acaricia el caballo antes de montarlo. Creo que lo mismo pasa con la crítica. El lugar del realizador no es responder a la crítica, simplemente permitirla. La obra se defiende o hunde sola, no tiene que ver conmigo.

Creo que lo interesantes es el debate, que se abra la discusión...

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Si claro, insisto, lo importante es la novela, no la película. Nuestra lectura es una más, ojala de muchas. Incluso alguna vez pensamos en llamarla de otra manera porque al venderla hacia afuera el nombre no interesaba mucho y parecía un musical. Al final la tradición de la novela nos haría decidirnos por usar el nombre. En inglés se vende como 'Liveforever'.

¿Cómo ha sido trabajar con el guionista Alonso Torres? (pregunta del público)

Con él venimos trabajando y de hecho estamos escribiendo algo ahora. Es particular porque tenemos un método muy curioso de trabajo porque ambos somos muy vagos. No tenemos disciplina, hablamos mucho y bajo presión las cosas salen. Somos amigos y algo que me encanta de él es su visión sobre las historias, es algo que yo no tengo, es un juego complementario. A veces las construimos de una forma muy oral, luego la redactamos.

Alcanza la memoria para eso...

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Es muy raro, el que nos viera diría que somos muy irresponsables. De esta forma ya llevamos tres.

Le preocupa la distribución, el que la película no dure mucho en cartelera

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Creo que los exhibidores no tienen ninguna responsabilidad con el cine colombiano, no deberían tenerla porque son empresas privadas. Si los realizadores lográramos construir un circuito propio independiente y proteccionista como existe en otros países, sería lo ideal. Ese paternalismo podría ser dañino para el cine, es más responsabilidad nuestra, eso sí aclarando que debemos seguir haciendo todo tipo de cine por la misma salud del séptimo arte. Ya en Colombia empieza a existir, un ejemplo es Tonalá.

¿Cuál es el siguiente paso?

La vida del realizador es incierta, ni siquiera sé en dos meses que voy a hacer. Jugamos con esta incertidumbre, tal vez es el combustible, con el ánimo de seguir construyendo cosas.

 
 

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