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‘La odisea de los giles’: la comunidad vs el capitalista

La película Argentina ‘La odisea de los giles’ se estrenó justo el #21N en salas de cine del país. Una cinta necesaria para el momento.  

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Película La odisea de los giles- Warner

En 2001 Argentina vivió una de las crisis sociales, políticas y económicas más agudas de su historia reciente. Hubo revueltas y manifestaciones que empujaron y presionaron hasta la renuncia del entonces presidente, Fernando de la Rúa. El detonante de esa crisis fue la imposición de una medida conocida como el "Corralito", que consistía en restringir la extracción de dinero en efectivo de los bancos. Ese también fue el detonante de La odisea de los giles. Cuando se impuso el “Corralito”, un abogado corrupto (interpretado por el colombiano Andrés Parra) y un banquero, también corrupto, quisieron sacar ventaja del dinero de un fondo comunitario. Los giles (palabra que en Argentina es atribuible a “tonto” o “lento”), los que siempre llevan del bulto, a los que siempre les pasan por encima, sin embargo, se unieron para vengarse.

La película, una comedia negra protagonizada por Ricardo Darín y dirigida por Sebastián Borensztein, es una de las cintas más vistas en Argentina. Su taquilla es solo comparable con la hiperpublicitada el Joker. Y fue seleccionada para representar a Argentina en los premios Oscar. Es, sin duda, una de las películas Latinoamericanas del año.

Pero no se trata de una película documental sobre la crisis. Es, más bien, un filme sobre un grupo de ciudadanos insurrectos que quieren equilibrar la balanza.

Ricardo Darín (quien ya había actuado como símbolo del hastío social en uno de los fragmentos de Relatos Salvajes cuando hizo de “El ingeniero Bombita”) interpreta un exfutbolista de una provincia de Buenos Aires con un pasado mediocremente exitoso que planea, junto a su esposa, construir una cooperativa en su comunidad. Para ello, consigue los fondos con un grupo de vecinos y, en una jugada poco previsiva, los deposita en el banco.

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‘A Rainy Day in New York’, un día más en la rutina cómica de Woody Allen El Corralito, un par de tipos corruptos y, la vida, en suma, le impiden llevar su plan a cabo. Después de caer en depresión, termina convirtiéndose en el líder de un variopinto e inocente grupo de giles que buscan, por lo menos por una vez, poner la balanza de su lado.

La odisea de los giles, aunque se narra a partir de un momento histórico particular de Argentina, es la contracara de una premisa del hampa que bien conocemos acá en Colombia: una que se materializa en la frase “el vivo vive del bobo”. O del gil.

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A pesar de la ingenuidad del equipo justiciero liderado por Darín, los giles, lo que prima es el sentido comunitario.  

Lo que en un principio iba a ser la construcción de una cooperativa productiva para el pueblo, se vuelve una lucha entre comunidad y el individuo. Los unos, apoyados en un plan, en el ingenio y en las ganas de reparar lo perdido; el otro, aislado y agobiado, incluso, por su propiedad.  

 

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