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Paremos ya, ‘Mean Girls’ no es una escuela de feminismo

Es anacrónico decir, en pleno 2019, que esta película es feminista.

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Película Mean Girls

Si dieron clic y decidieron leer este artículo, lo más probable es que, como yo, amen la película de 2004, Mean Girls (o Chicas pesadas, como la nombraron en español). Cuando la vi por primera vez, a los 13 años, me obsesioné tanto que me aprendí los diálogos en un inglés que apenas aprendía, recorté de las revistas todas las fotos de Lindsay Lohan que pudiera encontrar. Además, crecí creyendo que todas las mujeres éramos malas entre nosotras.

Por: Silvia Suárez // @silviajulianaa 

Yo amo mucho Mean Girls, no me odien por lo que sigue.

Es probable que hayan visto cómo algunos fanáticos de la película insisten en que ésta es la primera escuela de feminismo que recibimos los que estamos entre los 23 y 35 años, solo porque al final las protagonistas hacen las paces gracias a que Ms. Norbury (Tina Fey) reúne a todas las chicas del colegio y dice: “todas deberían dejar de llamarse perras y zorras entre ustedes. Eso solo hace que esté bien que los chicos también lo hagan”.

Esa frase justamente se nos vendió como un conjuro mágico y feminista que tiene más implicaciones problemáticas que positivas, y es de lo que quiero hablar acá.

Seré clara: el problema principal de Mean Girls es que pone toda la responsabilidad de las discusiones y peleas en las estudiantes mujeres. La película vende la idea trasnochada de que “el mayor enemigo de una mujer es otra mujer”, así que apunta a solucionar los problemas “de las mujeres”. ¿En realidad, somos las mujeres quienes “permitimos” que los hombres nos llamen de ciertas formas? No, es el patriarcado el que permite a hombres (y a mujeres como las de Mean Girls) llamarnos como quieran.

Por ejemplo, después de que se enteran del libro en el que Las Plásticas habían escrito comentarios negativos acerca de sus compañeras, solo reúnen a las estudiantes mujeres para hablar del asunto. Obviamente un hombre no estaría involucrado en chismes de mujeres, ¿cómo se me ocurre? Así, pasan por debajo de cuerda actitudes violentas de los compañeros hombres de la escuela, quienes, por decir menos, han sexualizado a todas sus compañeras y son excusados con que los chicos siempre serán chicos.

Ni hablar de que, según el libro de chismes, un profesor hombre mayor de edad tiene relaciones sexuales con estudiantes menores de edad. Eso pasa como un chiste y el profesor nunca es llamado a responsabilizarse por sus acciones. De nuevo, las que están mal son las estudiantes que estuvieron con él. Otro de los problemas de Mean Girls en relación con el feminismo es su exposición del amor romántico como el fin de toda chica. El centro de la película es la pelea entre Regina y Cady por tener el amor de Aaron Samuels, el lindo y popular del colegio.

El primer error de la que llamaré “la rama del amor romántico” de la película se ve cuando Cady les dice a sus amigas de Las Plásticas que le gusta Aaron, sin saber que él había sido novio de Regina (la abeja reina del grupo). Gretchen, la seguidora más fiel de Regina, se apresura a decirle que no puede salir con los ex novios de sus amigos porque “son las reglas del feminismo”. Me declaro culpable de haberme creído esta regla y de haber propagado esta idea. En realidad, el feminismo no tiene esta regla (¿o ninguna regla?). Si algo quisiera el feminismo es que no se entendieran las relaciones sentimentales como un ejercicio de poseer a otro, que es más una idea capitalista que otra cosa, por lo que en realidad cualquier mujer podría cuadrarse con cualquier persona así hubiera sido la pareja de su amigx en el pasado. El punto aquí es tener en cuenta la responsabilidad afectiva: ¿le afecta a tu amigx que salgas con su ex pareja? ¿aún tiene sentimientos por su ex pareja? ¿es incómodo para alguna de las partes? Si las respuestas son no, pues adelante.

El segundo error de esta rama puede verse en cada jugada que hacen las chicas contra ellas mismas por tener a un chico. Sí, todos quisimos hacer la broma de “Planned Parenthood” en algún momento, pero en realidad está muy mal jugar así con la vida sexual y reproductiva de una compañera de clase. Tampoco está bien manipular el cuerpo de otra con barras que la hacían subir de peso o cremas no aptas para la cara. Pero no solo está mal porque afecta la vida de otra mujer, sino porque en la película se muestra, de nuevo, que el centro de la vida las mujeres son los hombres; que las acciones que una mujer toma para conseguir algo son motivadas por hombres. Nada menos feminista que esto.

Por último, hay una constante burla hacia Damien, el personaje gay de la película, no solo de los compañeros hombres (de quienes, seamos sinceros, se esperaría), sino también de sus propias amigas. ¿No les alcanzo el “empoderamiento” femenino para darse cuenta de que la estaban embarrando ahí? Yo sé que esta es una película del 2004, que mirarla con los lentes feministas actuales es anacrónico. Rescato también la posibilidad de que la guionista, que es Tina Fey o sea Ms. Norbury, haya querido hacer una exposición de hora y media de lo que estaba mal en cuanto a las relaciones entre mujeres adolescentes en ese año, que lo haya hecho para evidenciar un problema y no para avalarlo.

Sin embargo, es más anacrónico aún decir a estas alturas, en pleno 2019, que esta película es feminista. Sí, cuenta con reflexiones importantes, como cuando Cady está en el debate de matemáticas y tiene que competir contra otra chica que no está bien maquillada, entonces se da cuenta de que “criticar a otra mujer no me va a hacer mejor”. Pero no por eso es feminista.

 

 

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