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¿Por qué las adaptaciones del anime son tan malas?

Es que ninguna se salva...

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Ghost in the Shell

Es claro que el anime es bastante popular. Nos podemos burlar de los "otakus" todo lo que queramos, pero es innegable que el anime es un fenómeno cultural y de entretenimiento sensacional. Eso lo saben saben quienes están inmersos en él y se han dado la oportunidad de ver más allá de los estereotipos. Siendo así, no es una sorpresa que las grandes productoras gringas quieran sacar tajada de ello haciendo adaptaciones en live action.

En años recientes hemos visto venir una tras otra. Speed Racer, Dragonball Evolution, Ghost in the Shell y Death Note: todas sin mayor impacto en las taquillas y sepultadas por las audiencias. Aún así, vienen otros proyectos como Akira, Cowboy Bebop y Your Name y desde ya el público no da ni un peso por su futuro. ¿Será que Hollywood no sabe aprender lecciones o es que las adaptaciones simplemente "no pegan"? 

Por Edgar Medrano 

En principio hay que reconocer que el anime está cargado de elementos que sólo funcionan en una animación. En general, el anime tiene algún elemento desorbitado, una extrañeza que lo pone en un mundo diferente al nuestro. Paisajes exuberantes, simbolismos, la interacción entre los personajes además de diálogos y movimientos exagerados, se conjugan con tal fluidez y gracia en el anime, que las adaptaciones, en el mejor de los casos, no logran igualarlos, y en el peor, sencillamente resultan penosos. 

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Desde esta perspectiva, ¿cuál sería el público para la adaptación de un anime? Si un gran estudio compra los derechos para producirla, debido a su popularidad y calidad, pero la embarra terriblemente en su ejecución, pasan dos cosas. Los fans del material original le darán palo hasta morir por arruinar algo que aman, y quienes no lo son probablemente no tendrán mucho interés en verla desde un principio. En consecuencia, pocas entradas se venderán en las salas de cine.

Las adaptaciones también fallan en representar la historia contada originalmente. No importa si es una serie o una película, las adaptaciones no han podido consolidar el concepto que fundamenta el material original, sobre todo por los arreglos que hacen a las historias en su afán de cautivar al público occidental. Cortan y modifican momentos y detalles críticos en el desarrollo de personajes o situaciones que terminan arruinando su intención original. Así mandan al traste el ritmo y tono en que debería ser contada.

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Un ejemplo claro es Death Note. El estudiante de secundaria Light Yagami recibe un libro que le permite matar a quien quiera escribiendo su nombre en sus páginas. En los primeros episodios es evidente que Light es uno de los mejores estudiantes de su escuela, atractivo y popular. Esto lo convierte en un egocéntrico de primera, lo anterior junto a la Death Note le da la sensación de ser un dios, eliminando a diestra y siniestra a quienes considera la maldad del mundo.

Él quiere que la gente sepa quién es y se deleita con el mito que se construye a su alrededor, alimentado por su juego de gato y ratón con el investigador L. Su lucha es interna, nunca gira en torno a si debería o no usar la Death Note, sino qué artimaña puede maquinar para seguirla usando. En su mente, él es un dios benevolente que crea un mundo perfecto. Aunque esta reseña describe a un ser monstruoso, el espectador puede sentir empatía por Light y eso hace que su historia sea interesante.

Sin embargo, en la adaptación de Netflix, Light Turner (Sí, Turner) es un estudiante de secundaria inteligente pero de bajo rendimiento, intimidado e invisible. Por lo tanto, la historia tiene que forzar la explicación de sus motivos al público. A diferencia de su homólogo de anime, Light Turner no es impulsado por el poder, al contrario, termina atormentado por el uso de la Death Note. La forma en que Netflix reestructura la historia está tan lejos del anime que la narración no le llega siquiera a tocar los talones. 

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Ahora bien, si ha habido adaptaciones exitosas de cómics (todos sabemos de la existencia e impacto del Universo Cómico de Marvel) hay que preguntarse por qué con el anime no ha funcionado igual. En principio, un dios del trueno o un humanoide iracundo verde parece tan traído de los cabellos como cualquier personaje de un anime. La diferencia radica en que los personajes, locaciones y costumbres son completamente japoneses. Aunque sea una película sobre una cyborg militar con dudas existenciales (es contigo,  Ghost in the Shell), nunca se aleja demasiado de sus raíces culturales. Esto deja a Hollywood con dos opciones, la primera es “americanizar” todo hasta deformar el material original, incluyendo “blanquear” el reparto; o por otra parte respetar al máximo el material, concentrándose más en la historias que en los efectos visuales, aunque esto implique el riesgo de alienar a gran parte del público occidental. Todos hemos visto el camino que han tomado y los resultados no han sido los mejores.

Por último, ¿cuál es el punto? Los animes que se han adaptado y próximos a adaptarse se han inmortalizado gracias a su material original. Son historias que fueron pensadas y contadas en su expresión más pura mediante el anime. Entonces, ¿cuál es el objeto de ver un producto derivado que seguramente será una imitación fallida? Parece ser que la única motivación por ahora, es ver qué tanto se descachan.

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No queda más sino pedirle a Hollywood que se concentre en las historias que saben producir y contar, lo han hecho durante décadas con éxito mundial. Para nadie es secreto que ya tienen un público consolidado monumental, que hace cuestionar aún más la necesidad de repetir obras y a paso quitar significado a las narrativas nacidas en otros países.

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