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‘Yo, Lucas’: el documental de un alcohólico para recordar sus borracheras

No deje de verla.

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Yo, Lucas.

¿Usted se volvería a meter en la cama con sus exparejas? Eso fue lo que hizo Lucas Maldonado en Yo, Lucas, en salas de cine de Bogotá, Medellín y Cali desde el 20 de septiembre. Esta película es un ejercicio honesto y descarnado de Lucas para encontrarse y reflexionar sobre sí mismo y su adicción al alcohol.

Fueron 7 años de producción (y de recuperación) en los que Lucas buscó a sus exnovias, familiares y amigos para reconstruir fiestas, conversaciones, y anécdotas. Tras la muerte de Blas, su mejor amigo alcohólico, decidió repasar esos instantes de los que recuerda poco, a causa del alcohol.

¿Fue difícil convencer a sus exnovias de hablar sobre él? Según Lucas, para nada. “En mi recuerdo iban felices, yo les decía que podían hablar mal de mí y les sonaba muchísimo”.  Pero sus declaraciones no fueron con odio ni con rabia, sino con el cariño que solo le tienen mujeres con quienes compartió buenos momentos y le desean lo mejor para su vida.

Yo, Lucas es la película más barata que se ha estrenado en Cartagena: se hizo con “plata de bolsillo”, y demuestra que no se necesitan grandes recursos para contar una historia poderosa. Solo fueron necesarias una cama y una almohada para construir un relato de lo dura que puede ser la lucha contra alcoholismo, tanto para quien lo padece, como para su familia. Todo sin juzgar y sin moralejas, pero con mucho humor, cinismo y desparpajo.

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La mamá de Lucas, la reconocida cineasta colombiana Camila Loboguerrero, le dijo “¿Por qué hacer una película para quedar mal?” Y eso es lo más interesante: la cruda sinceridad y la pérdida total de la vergüenza a la hora de contar anécdotas íntimas con las que todos podemos sentirnos identificados.  Pero no a todos les cae bien la película, pues puede llegar a percibirse como un ejercicio egocéntrico y vanidoso (que lo es). Sin embargo, nos genera reacciones muy fuertes sobre la familia, la amistad y las decisiones que tomamos. El mismo Lucas admite que “es una boleta, pero esa era la idea”.

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Puede que sí sea “una boleta”. Pero es eso lo que la hace interesante y genuina: reírnos de nosotros es un buen mecanismo para sobrellevar las situaciones difíciles de la vida.

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