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Maía, una convencida del poder transformador de la música

La artista barranquillera es embajadora de la fundación 'Ayuda en acción' y viene trabajando con los niños del Salado desde hace ya un buen rato.

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MAIA

La fundación española Ayuda en Acción lleva 30 años contribuyendo a erradicar la desigualdad y la pobreza infantil en diferentes zonas rurales alrededor mundo. En Colombia, lleva 10 años haciendo la misma tarea e intentando hacerles entender a los campesinos que su labor es indispensable para la sociedad, y que ellos son el motor inspirador que necesitamos los colombianos.

Por: Alfred Lord // @AlfredLord

Fotos: Cortesía Fundación Ayuda en Acción

Maía es una de sus principales embajadoras, y no solamente se ha prestado para ser su imagen, sino que se ha valido de la música y el arte para promover campañas que quieren dar a conocer el trabajo que se viene realizando en territorios como el Salado (Villa del Rosario, Atlántico). La fundación también desarrolla proyectos en el Chocó, en Sucre, el Valle del Cauca y Nariño.

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“Es bastante irónico que nosotros no sintamos interés por lo que le sucede al resto de los colombianos y que sea la gente de afuera la que se dé cuenta de ello, que sean los extranjeros quienes quieren ayudar a nuestros compatriotas”, nos cuenta Maía con un poco de frustración.

Los proyectos de la Fundación Ayuda en Acción, de la que la cantante barranquillera es vocera, van dirigidos a zonas rurales, y buscan generar auto-sostenibilidad y erradicar la discriminación: “es importante tener claro que el campesino es tan importante como todos los que habitamos las ciudades”. El trabajo que Maía y otros voluntarios vienen desarrollando se ha concentrado principalmente en el Salado: Montes de María, una tierra que ha vivido una de las situaciones más crueles de los últimos tiempos, a causa de la masacre perpetuada por las Autodefensas en el año 2000 y donde murieron más de 100 personas, según reportes de la Fiscalía.

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¿En qué consiste el trabajo que usted ha venido realizando con la Fundación?

Hemos empezado a contar en los medios de comunicación de qué se trata todo esto porque la prensa es fundamental. Es importante hacer conciertos y campañas que sirvan para que se vayan sumando nuevos apoyos. Con un aporte de solamente $1.333 pesos diarios, en un mes puedes ayudar con agua, alimento y educación a 10 niños de la comunidad. La fundación no recibe dinero en efectivo. Todas las donaciones se hacen directamente a través de cuentas de ahorros o tarjetas de crédito.

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Y usted puntualmente, ¿qué procesos ha venido liderando?

En Montes de María hemos venido enseñándole a la población que el conocimiento que tiene de su tierra y de su trabajo está errada porque muchos creen que la ciudad es lo mejor y que el gran sueño realizado sería irse para allá. Lo que desconocen es que lo que  han aprendido no lo pueden poner en práctica en las ciudades. Para nosotros es muy importante que ellos valoren todo ese conocimiento que tienen y que los hace útiles para la sociedad desde sus territorios.

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¿Qué papel juega la música en toda esta labor?

No se trata de hacer conciertos y eventos musicales por hacerlos. La importancia de la música es que ésta se vuelve la mejor terapia psicológica, algo así como una catarsis, que además permite poder rescatar el folclore y las tradiciones musicales de toda la comunidad rural. El mejor ejemplo de esto es El porro salaero, la canción de la que ellos crearon la música y la melodía. Nosotros solamente fuimos a hacer un acompañamiento y un monitoreo durante cuatro días de trabajo.

Es curioso como en el primer intento de composición todos hablaban de que se querían ir del Salado porque allá no había nada que valiera la pena para ellos. Hablaban de que les interesaba más la plata,  y de que ésta era una tierra terrible. Sin embargo, poco a poco, todo ese odio, ese resentimiento y esa tristeza, fueron saliendo. A medida que íbamos escribiendo iban liberándose hasta que nació El Porro Salaero. La canción habla de que todo lo que han pasado estos campesinos, de las situaciones difíciles a las que tuvieron que enfrentarse y cómo, a pesar de ello, resistieron con todas las ganas de salir adelante para recuperar sus tierras.

Estamos en el proceso de trabajar con músicos que creemos, puedan vivir de la música. Pero al mismo tiempo, estamos buscando desarrollar otros programas para que desde noveno grado los jóvenes puedan prepararse para ser panaderos, por ejemplo, y para que las mujeres aprendan a tejer. Al mismo tiempo estamos viendo cómo apoyamos para que se les deje de ver como un simple objeto para aumentar la familia. Queremos que estas comunidades dejen de pensar que sobrevivieron a una masacre, y que vean que más allá hay futuro y hay vida.

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¿Cómo lograr impactar a una comunidad significativa con este tipo de proyectos?

Como prioridad hay que tomar la educación. Hay que trabajar en que los niños tengan nutrición y una vida digna en el campo. Todos ellos volvieron al Salado después de haber sido desterrados. Pero esa es su tierra. También es necesario trabajar en la reducción de la natalidad descontrolada.

¿En cuánto tiempo se logran todos estos cambios?

Las terapias que hacemos y el apoyo que ofrecemos a la comunidad es un trabajo a largo plazo. Ni somos asistencialistas ni llegamos a hacer un acompañamiento por un año para después dejarlos tirados. La idea es que trabajemos por 10 años con ellos, pero al mismo tiempo, cada vez más estamos empoderando a la misma comunidad. Ellos mismos deben entender que también depende de ellos que puedan salir adelante. El trabajo es arduo y largo. Y necesitamos crear conciencia en la gente de lo valioso que puede ser su apoyo y su aporte a los niños de la comunidad.

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¿Qué han conseguido durante estos años que ya llevan de trabajo con la Fundación?

Tenemos convenios con la Universidad Javeriana para crear intercambios culturales. Queremos que gente de la ciudad vaya al Salado y que pueda interactuar con la comunidad ahora que todo está mucho más seguro y tranquilo. También logramos tener unos tanques de agua lluvia y unas canchas de pasto sintético en seis escuelas de las veredas. Aunque hace falta todavía mucho trabajo, especialmente en el tema nutrición. Es indispensable mejorar el problema del agua. Es increíble que en un lugar donde la fruta del corozo se encuentra en todo el monte, haya personas que se estén muriendo de sed y tengan que enviarles jugos en caja. Lo que estamos buscando es llegar al punto de la auto-sostenibilidad de la comunidad.

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Después de grabar con ellos la canción de El Porro Salaero, ¿qué sigue desde lo artístico?

Ahora queremos hacer un disco completo. La canción funcionó, hubo  un proceso de sanación al interior de la comunidad, y por eso ahora hay que hacer que esta terapia sea todavía más poderosa. Estamos buscando patrocinadores porque el dinero de los padrinos es para los chicos y para la comunidad. Estamos intentando sacar adelante algo como lo que hacía Putumayo Records y aprovechar las coplas de los campesinos. ¡Se encuentran cosas tan bonitas! Estuvimos grabando un pequeño documental para los que quieran apoyar a esta población, porque el dinero sí es importante pero tampoco lo es todo, y sabemos que la terapia y los cambios de adentro hacia afuera pueden logran grandes resultados en este territorio.

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¿Qué es lo más inmediato que busca Ayuda en Acción?

Ahora lo que más estamos necesitando son padrinos para los niños. Ya hay 1500 pero la búsqueda no termina. Y también nos interesa muchísimo acercarnos a las universidades porque nos hemos dado cuenta que la gente joven es la que más ayuda, y que especialmente lo hacen aquellos a quienes les ha costado trabajo salir adelante. Estamos invirtiendo en luchar contra la pobreza infantil.  Algo tan básico como que no les falten el  agua, la educación y los nutrientes.

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Usted no solamente está prestándole su imagen a la Fundación, su compromiso va mucho más allá.

Yo cedí todos los derechos de la canción de El porro Salaero. Disfruto mucho cuando visito la comunidad. Me encanta verlos recoger tabaco y compartir su cotidianidad. Escuchar todo lo que sabe un niño de apenas 6 años es maravilloso. Ellos saben cómo machetear y cómo cultivar. Lo que  viven a diario es lo que queremos contar con música. Cuando grabamos la canción, con el “Chato Rivas” nos llevamos a 100 niños a un estudio en Cartagena, y mientras yo grababa con unos, él se llevaba a otros para los museos. Así íbamos rotando a unos y a otros, desde las 6 de la mañana y hasta las 10 de la noche. Quiero volver a grabar pronto con ellos. Tengo varios temas de los niños cantando cuando están sembrando. La verdad es que me la paso muy bien cuando estoy allá. Trabajo y de paso, aprendo y me divierto. Es un tiempo muy bien aprovechado.

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