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10 errores típicos e insoportables del periodismo deportivo

Un recuento de 10 errores, vicios o mañas que usted y yo detestamos de esta mal llamada especialidad del periodismo. Bien puedan.

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El 9 de febrero de 1791 apareció el primer número del “Papel periódico de Santafé de Bogotá”. Con motivo de este lanzamiento, en esta fecha se celebra, con más pena que gloria, el Día del Periodista: un oficio sufrido, frustrante y mal remunerado. Es decir, no hay mucho que celebrar, pero al menos se conmemora. Actualmente, dos siglos y medio luego de su aparición en nuestro país, muchos creemos que el periodismo, como el punk, ha muerto. Y qué mejor que el periodismo deportivo para dar cuenta de esta profunda crisis. Acá, un recuento de 10 errores, vicios o mañas que usted y yo detestamos de esta mal llamada especialidad del periodismo. Bien puedan.

Por Álvaro Castellanos | @alvaro_caste // Ilustración Andrés Moncayo para la edición impresa Shock Limited.
 
1. Las “preguntas-comentario”. Insoportables. Las escuchamos a cada rato, sobre todo en las ruedas de prensa. El periodista deportivo, sin saber qué preguntar (porque no se preparó), termina escupiendo un comentario cualquiera, por lo general larguísimo y lleno de obviedades. Y el entrevistado, sin tener más que hacer, responde a la “pregunta-comentario” con muchas obviedades más. Increíble que después el periodismo se queje porque los personajes respondan con las mismas retahílas de siempre. ¡Pues claro! Si no los exigen con su pregunta, si no los obligan a cambiar sus respuestas de cajón, ¿qué esperan? En el periodismo, el que puede preguntar, puede hacerlo todo. Preguntar con síntesis, conocimiento y brevedad es la piedra angular del oficio. Por eso, para empuercar el espectro electromagnético con “preguntas-comentario”, es mejor guardar silencio.
 
2. Saber sólo de fútbol. “El que sólo sabe de fútbol, ni de fútbol sabe”. Esta frase, invocada por Valdano, Sacchi y Del Bosque es pura sabiduría. El deporte, y en especial el fútbol, enseñan todo el tiempo lecciones gratis de historia y geografía. Y el periodista, en su obligación de codificar, de contextualizar, debe entender que si hinchas y jugadores de Albania y Serbia se levantan a coñazos durante un partido, no responde a actos sueltos de “desadaptados”, sino a la consecuencia del enfrentamiento ideológico entre ambas naciones, surgidas tras la disolución de Yugoslavia por la Guerra de los Balcanes. Ser consciente del alcance del fútbol es explicarlo como lo que es: como más que un deporte. No ser consciente de su alcance probablemente un lógico efecto de no leer.

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3. No leer. Hace unos años, el mexicano Juan Villoro vino a Bogotá y le habló con sinceridad a un auditorio de estudiantes de maestría en periodismo. “El único consejo que les puedo dar es que lean, o terminan de periodistas”. Detrás de las risas, hay una macabra realidad. El periodista, que antes fue estudiante, no lee. Ni literatura, ni prensa, ni crónicas, ni columnas de opinión. Y al no ser lectores, tampoco escriben. Desconocen lo que pasa en su país, en su ciudad, en su entorno. No indagan, no se oponen, no se cuestionan. Algunos, no todos, carecen de la cultura de quien se informa, de quien construye cultura general a partir de leer. De ahí su mediocridad, su pobreza argumentativa, su desconocimiento incluso sobre la fuente que cubren y, en muchos casos, su indolencia para comprender las posibilidades de construir sentido a partir de su oficio.
 
4. Los lugares comunes.
Falcao se recuperará el día que los medios dejen de titular los mismos lugares comunes pendejos de siempre, tipo “El tigre quiere volver a rugir”. Con tanta riqueza que tiene el castellano, y el periodista deportivo sigue ahogándose en clichés, plantillas y frases hechas que le quitan todo impacto a lo que informan. Entonces si Carlos Bacca hace un gol, el titular será “Bacca sagrada”, o si algún jugador es traspasado al exterior no faltará la ridiculez de que alista “una maleta llena de sueños”. Así como en el periodismo político cualquier corrupto o asesino es un “polémico empresario”, los despachos deportivos disparan una y otra vez, lugares tan comunes, repetitivos o mediocres como aquél de “Falla falló” cada vez que el tenista caleño pierde un partido, y destacan los triunfos de “Náironman” al fusionar con gran idiotez el nombre del ciclista con el del superhéroe. ¿Por qué la insistencia con estos lugares comunes? La falta de recursos lingüísticos, de vocabulario y de falta de lectura están detrás. 

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5. Convertir trivialidades en noticia. El otro día leí un titular que decía algo así como: “¡Última hora! Justin Bieber se come un sándwich”. La noticia, en forma de sátira al exceso de información sobre los famosos, deja claro cómo el periodismo ha privilegiado los clics, los “hashtags”, los visitantes y los usuarios únicos por encima de la noticia. Que a Cristiano le marcaron los abdominales con Photoshop, que Neymar se hizo rayitos, que James perdió en el “cuca-patada” del entrenamiento del Madrid. ¡Qué nos importa! Son puras trivialidades disfrazadas de noticia con la única intención de volverlas virales a las patadas y que desvanecen el poquito criterio que le queda al periodismo deportivo. Tristemente, hoy por hoy el desempeño de un periodista con maestría en comunicación digital se mide en su rapidez para arrejuntar y publicar los mejores memes que dejó un Barcelona-Real Madrid.
 
6. Desconectar al deporte de la sociedad.
Un periodista que no comprenda el valor cultural o político del fútbol y su influencia dentro de las sociedades modernas camina entre el desconocimiento y la arrogancia. Desconectar la aparición del narcotráfico en el fútbol colombiano durante los años 80 del posicionamiento del dinero de la cocaína dentro de la sociedad y la violencia que trajo consigo, puede ser visto como un acto ignorante, pero sobre todo insolente. En este vicio caen fundamentalmente los periodistas veteranos para no salirse de esa zona de confort que les produce quedarse en el análisis táctico o la reseña de un partido.
 
7. Informar con la camiseta puesta. Los periodistas deportivos, antes de serlo, fueron hinchas. Sólo así se explica que hayan decidido tomar dicho camino profesional. Entonces es normal que simpaticen por un equipo por encima de los demás. De hecho, muchos lo reconocen públicamente y está bien porque se quitan ese “peso” de encima. El problema comienza cuando son devorados por el hincha que tienen dentro y eso los convierte en generadores de juicios de valor, descalificadores y llenos de odio. En tiempos de paz, el llamado es a los periodistas que informan con la camiseta de su equipo puesta para que se desmovilicen de una vez por todas.
 
8. Ignorar los demás deportes. Hace unas décadas, el ciclismo y el boxeo eran los deportes más importantes en Colombia. Gracias a ídolos como Pambelé Colombia comenzó a figurar en el mapa mundial y debido a la Vuelta a Colombia, el país encontró un vehículo que unificó sus culturas, tan diferentes por los largos caminos montañosos que siempre han conspirado para generar regionalismos. Pero con la llegada del fútbol al mainstream de las agendas informativas, con su irrupción publicitaria y su poder mediático, en Colombia los demás deportes fueron confinados al olvido. Sólo con la aparición reciente de figuras como Nairo Quintana, Mariana Pajón o Catherine Ibargüen (o años atrás, Édgar Rentería, Juan Pablo Montoya o Camilo Villegas) ha sido posible visibilizar sus deportes entre unas audiencias que nunca han construido una verdadera cultura del deporte y por eso sólo hay interés sobre prácticas diferentes al fútbol cuando surge un ídolo en ellas. De ahí, se normalizó el hecho de que un periodista deportivo sólo sepa de fútbol, porque claro, los demás deportes “no venden”.
 
9. Hacerse amigo de la fuente. “Es que yo soy amiguísimo/a de Falcao. Lo tengo en WhatsApp y todo”. Muchos periodistas deportivos presumen de eso y lo repiten como cotorras. Chicanear amistad con figuras del deporte, además de ser una fantochería, es un error si es que esa amistad llega a ser cierta. Dante Panzeri, autoridad del periodismo deportivo, lo condenaba tajantemente, porque para un periodista debe ser fundamental guardar una distancia sensata con su fuente, de tal forma que pueda mantener un margen de independencia a la hora de informar u opinar sobre el personaje en cuestión.
 
10. Creerse “periodista deportivo” y no periodista a secas. A pesar de que esta columna sugiera lo contrario, el periodismo es uno solo. Un periodista, más allá de su especialidad, es un periodista a secas y, como tal, debe estar en capacidad de sobrevivir más allá de su “conocimiento”, ya sea cubriendo un accidente de tránsito o una plenaria del Senado. El problema de los rótulos como el del “periodista deportivo”, es que son mal utilizados para legitimar esa flojera, esa comodidad en la que muchos se recuestan con el argumento pegado con babas de que “yo sólo cubro fútbol”. ¿Y el día que Computrabajo le lance sólo ofertas laborales en otros campos, qué? Vaya y trabaje, hermano, que el periodismo es uno solo.

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