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80 hijos del Bronx montaron una obra para recordar el fin de una olla

“Gloria, un canto a la vida”: un momento para pensar a través del arte si la tal intervención sí ha cambiado algo.

Con la obra de teatro Gloria, un canto a la vida, 80 ex habitantes de calle se presentaron en la Plaza de los Mártires para conmemorar un año del desmantelamiento del Bronx. ¿Pero qué había para homenajear y recordar?

Por: Laura Muñoz - @nadadoraa // Fotos: Alejandro Gómez Niño - @lupas91

 

“Siempre estuve en el centro, pero en diferentes ollas: Santa Fé, San Bernardo, Las Cruces y Cinco Huecos. En total pasé siete años en la calle, y por lo menos ocho meses en El Bronx”, dice Tervin Mora antes de salir al escenario. En su rostro, casi tan juvenil como ansioso, hay una sonrisita de quien disfruta lo que pasa. Y es que a sus 23 decidió dejar el bazuco, el pegante, las pepas, el alcohol antiséptico, la marihuana y los ácidos para dedicarse a Gloria, un canto a la vida: la obra de teatro que se presentó la noche del 24 de mayo en la Plaza de los Mártires, y en la que participaron 80 jóvenes ex habitantes de calle.

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La Secretaría de Cultura, el Instituto Distrital para la Protección de la Niñez (Idipron), la Secretaria de Integración Social y el Instituto Distrital para las Artes (Idartes) dispusieron todo para que el espacio entre las calles 10 y 11 con Caracas se pareciera más a un teatro que a un anfiteatro. Mientras tanto, los 60 actores, músicos y bailarines, además de los 12 que se encargan de la logística, se cambiaban y se maquillaban en un bus ubicado detrás del escenario.  

Como si se conociera la rutina de memoria, o en realidad tuviera nervios de acero, Tervin David Mora -como se presenta a sí mismo, y quien será uno de los actores en la obra-, adopta una actitud serena que nada tiene que ver con sus tatuajes: la garra en blanco y negro que sobresale de una de sus sienes y las demás figuras de sus brazos. Su discreción también es resultado de un año de desintoxicación tras entrar en los programas del Idipron.

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Tervin Mora

Harold Fonseca, maestro de Artes Escénicas del Idipron, asegura que este proyecto para niños y jóvenes entre los ocho y 28 años, nació en diciembre con el objetivo de “centrar” a los pelados que venían de la calle. Y gracias al impacto tras su primera presentación en el barrio 20 de Julio, tuvieron la posibilidad de seguir ensayando hasta presentarse en lugares tan icónicos como el Teatro Jorge Eliecer Gaitán. Hoy en día la obra es un éxito por considerarse un símbolo de la rehabilitación, pero también porque memora la famosísima intervención que la Policía le hizo al Bronx el 28 de mayo del año pasado.

Y no es para menos. Con la bobadita de 2.500 uniformados cargados de gases lacrimógenos, el operativo pasó a la historia por rescatar 140 niños víctimas de explotación sexual, desmantelar 100.000 dosis de droga, 30 armas de fuego, y por ahuyentar cientos de consumidores de la que probablemente fue una de las ollas más míticas del país y que, casualmente, quedaba al lado del Palacio de Nariño, la Alcaldía Mayor de Bogotá, la Dirección de Reclutamiento del Ejército Nacional y la Estación de Policía de Los Mártires.

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Dos de las actrices de Gloria, un canto a la vida

 

Lo que pasó el día de la función era algo fuerte, decía Tervin: “es un sentimiento difícil de explicar porque tenemos a dos cuadras el Bronx: el lugar donde uno se chirriaba, se daban puñaladas, ‘que tin, que tan’. Y después de eso, llegar a un lugar donde hay muchas personas importantes que están sentadas ahí para verlo a uno es impresionante”.

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Y sí. Entre los ilustrísimos y engalanados asistentes estaban Enrique Peñalosa, quien no solo fue artífice del previo “saneamiento” de la zona, sino también de la revitalización urbana que se planea para el sector. También se asomaron las excelentísimas figuras de María Claudia López, Secretaria de Cultura de Bogotá; y Juliana Restrepo, directora de Idartes, quienes celebran el año después del Bronx con una agenda apretada de eventos culturales.

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Leyenda


 

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Ochenta chicos que hoy en día residen en las casas dispuestas por el Idipron para los jóvenes en riesgo de habitar la calle, salen a escena. La historia es contundente: una joven campesina llamada Gloria pierde a su hermano, entonces viaja a Bogotá y no lo encuentra. A partir de ese momento ocurren una serie de circunstancias fortuitas que la obligan a quedarse en la zona del Bronx.

Pero lo cierto es que la historia va más allá. Gloria es tan solo el reflejo de cientos de relatos que convergen en las ollas. O sea, en las islas capitalinas donde todos saben lo que pasa, pero nadie se hace cargo realmente. Además de los actores también hay otros que acompañan la obra musicalmente: tres voces, un teclado, una batería, una percusión, una flauta traversa, unas congas, entre otros elementos, engallan la puesta en escena. Alejandra Tapias, una violonchelista de 20 años, cantó. Simultáneamente las otras voces e instrumentos se acoplaban y se desarrollaba la historia. El público se conectó y ensimismó en un relato casi tan real como las historias de los pelados que celebran su jubilación de la calle.

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Alejandra Tapias


“El día que desmantelaron El Bronx estaba fumando allá”, cuenta Edgar Castañeda, otro de los jóvenes que hacen parte de la logística de la obra. “Eran las cinco de la mañana cuando le dije al socio que me iba. Salí a las 5:55 am de la olla y a los cinco minutos estalló la granada. Sentí miedo porque la Policía llegó disparando gas lacrimógeno a lo loco. Y ahí mataron un poco de gente aunque digan que no. Sentí miedo porque aunque digan que no hubo heridos, la verdad es que varios murieron”.

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Edgar Castañeda


 

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Al igual que Tervin, Edgar inició un proceso con el Idipron para dejar las drogas y reincorporarse a la vida civil. Actualmente trabaja con el grupo y con una serie de programas que el Idipron le asigna constantemente. No obstante, no tiene una visión tan optimista como la de sus compañeros. A pesar de que este programa le cambió la vida, considera que desmantelar una olla, y al año celebrar su inexistencia, no es suficiente: “usted encuentra droga a la vuelta de la esquina, en los parques, en el barrio, en fin. En todo lado hay droga. Que hayan quitado esto no significa que se va a acabar. Todavía sigue”.

Y justamente de eso se trata la obra. Más allá del sentimiento de redención, también consiste en la sensación de impotencia frente a un sistema ineficiente. ¿Celebrar el año después del Bronx es suficiente para demostrar un avance en seguridad ciudadana? Puede que sea un paso inicial, pero definitivamente es mucho lo que queda por delante.

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La obra finalizó luego de más de 30 minutos. Los ilustrísimos asistentes se pararon de sus asientos Rimax y aplaudieron por un rato largo. Al otro lado, los chicos estaban felices y después de una venia muy teatral, volvieron al bus. Regresarían a una cotidianidad salpicada por el Idipron, la calle, las ganas de salir adelante y la incertidumbre. Se volverán a presentar de acuerdo a la agenda de otras instituciones; ellos mismos desconocen cuáles sean sus próximas funciones aunque mantienen un ensayo semanal mientras tanto. Gloria, un canto a la vida demostró el poder transformador del arte, y que la gloria del Bronx no reside en su desmantelamiento, sino en las historias de sus sobrevivientes.

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