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Chicas: tener relaciones nos está cambiando el ADN

Además de corazones rotos, los ex nos dejan de regalo su ADN.

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Gettyimages (Foto tomada de Lollapalooza).

Dejemos de lado el arrepentimiento post ex-sex. Olvidémonos del desastre de amanecer al lado del hijo negado de Freddy Krueger que se veía tan papito anoche después de un par de copas de embellecedor. Esta vaina es seria. Resulta que tirar con manes nos está cambiando el ADN, ¡nada menos que nuestra huella genética!

Por: Trilce Ortiz @trilceo

El descubrimiento se dio por pura casualidad. Un estudio adelantado por la Universidad de Seattle y el Fred Hutchinson Cancer Research Center, trataba de determinar desde el 2004 si las mujeres que estaban embarazadas de varones tenían una mayor predisposición a ciertas enfermedades neurológicas que ocurren más frecuentemente en los hombres. 

Los científicos quedaron lelos paralelos cuando se encontraron con que el cerebro femenino a menudo albergaba microquimerismo masculino, es decir unas pocas células originarias de otra persona que son genéticamente distintas a las células del individuo huésped. Bienvenido Alien al mundo real. 

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La subsecuente pregunta fue la más obvia: ¿de dónde salían las células masculinas? ¿Del papá de la vieja? ¿De una mezcla única del ADN de ambos padres? ¿De los bebés masculino desarrollándoseles en el útero? No señoras, según un artículo publicado en el portal Your News Wire,  vienen directo de los tipos con quienes estamos teniendo sexo. 

Para despejar las dudas de los incrédulos –principalmente, imagino, mujeres igual de espantadas que yo– aclaro que los investigadores para confirmar sus hallazgos, decidieron hacer autopsias en mujeres que nunca habían estado embarazadas. ¿La conclusión? El microquimerismo masculino también se encontró en mujeres que no sólo no habían tenido retoños varones. En el 2014 la Universidad de Oxford publicó un estudio adelantado con 190 danesas que encontró que la presencia de micro masculinos no tenía mayor relación con embarazos o transfusiones de sangre

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Otras explicaciones del cambio en la información genética incluían abortos, pérdidas de las que la mujer no se enteró, el síndrome del gemelo evanescente (es decir la pérdida de uno de los fetos en un embarazo múltiple) y hasta la herencia de un hermano mayor que dejó su rastro en el cuerpo de la mamá de uno o…a través del sexo. 

Si tenemos en cuenta que el 63% de las mujeres estudiadas en Seattle tenían el “regalito” masculino, y las tres primeras opciones son poco probables, el culpable más seguro del cambio en la información genética de las chicas es el sexo. Pongámoslo en términos más gráficos: los espermatozoides son células vivas, que cuando entran a tu cuerpo nadan y nadan hasta que se encuentran con alguna “pared” de piel, donde se acomodan muy felices. Esto puede pasar a través del sexo vaginal, anal, oral… Una vez dentro de tu corriente sanguíneo el ADN masculino se ha hecho parte de suya y no hay nada que pueda hacer al respecto. 

La vaina puede ponerse aún más oscura si piensa que además, los futuros retoños pueden salir con la nariz aguileña del maldito ex que le rompió el corazón. Es decir tras de cotuda con paperas. 

Para dejar el terrorismo que parece sacado de una película de ciencia ficción aclaro que el estudio aún está en desarrollo y sus conclusiones no son finales. Por si las moscas hay un par de opciones: seguir el consejito del cura y mantenerse “puras” hasta el matrimonio, o la más sensata, evitar intercambios de ADN (entre otras vainas más) y usar condón, sí o sí.

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