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Couch Surfing, surfeando el mundo en un sofá

Con la ropa interior sobre la cama y el clóset medio vacío, Luis se prepara para un desprendimiento, una partida que se materializa en una maleta. Su mente ya recorre parajes en los que nunca estuvo, la incertidumbre y el ánimo de lo inesperado acosan el preámbulo de un viaje y con la visa y el pasaporte sobre la mesa es inevitable que cierto miedo lo asalte, más aún cuando el paradero no es un hotel cinco estrellas sino un sofá con vista al lavadero de la vecina, lejos de su natal Colombia. Luis parte hacia tierras lejanas, en su bagpack solo lleva un par de prendas y unos cuantos Cds que le recuerdan quién es. En la mano, su tiquete solo habla de la ida y no del retorno, hay un solo destino y sin domicilio. Ha decido que el camino, la casualidad y un contacto que hizo en Internet le indiquen su paradero. Ser embajador de su cultura en la morada de un desconocido o el anfitrión de un extranjero que nunca antes conoció es más o menos la dinámica que propone la comunidad del Couch Surfing, creada el 1 de enero del 2004 por Casey Fenton. Este  americano compró un pasaje de avión barato desde Boston hasta Islandia, la tierra de Björk, y en vez de reservar en un hotel o planear su estadía en un típico hostal, lo que hizo fue enviarle un e-mail a más de 1.500 estudiantes de la Universidad de Reikiavik, capital de Islandia, pidiéndoles posada. Después de un rato, Fenton había recibido cerca de 50 mensajes ofreciéndole un lugar donde quedarse, y ante tanta hospitalidad pensó que esta fórmula podría funcionar en otros lugares del mundo. De regreso a casa, Casey dio vida a este fenómeno y comunidad llamada www.couchsurfing.com Esta comunidad de viajeros no le apuesta únicamente al alojamiento gratuito y mucho menos a encontrar arrunche en la casa de una sexy francesa o de un italiano bien parecido. Se trata de permitir un intercambio cultural y generar conexiones, de replantear la forma en que hoy la gente viaja por el mundo y de internarse de una manera menos turística en la cotidianidad y el ritmo de vida de un hindú, un alemán o un colombiano, para conocer desde adentro la idiosincrasia del país al que se llega. Dejar atrás la idea del turista de pantaloneta, media larga, visera y cámara al cuello y convertirse en un residente -untado hasta las entrañas- de los territorios que visita. El viaje empieza Coger un nuevo camino, diseñarlo a cada momento, volverse desprevenido y asombrarse de todo, especialmente de uno mismo; de todos modos esta forma de viaje no es nueva. Los californianos de los años sesenta bien lo sabían, por ejemplo los beatnik, algo así como los papás de los hippies, simplemente salían una tarde de un día soleado, y cansados de sus jefes agarraban un carro y dejaban que el camino o el azar los llevara a donde quisiera -muy al estilo de la película Thelma and Louise-; ojalá lo más lejos posible de la oficina y las responsabilidades. Sin premura por el mañana, estos seres ambulantes dejaban que la noche los sorprendiera, e inmersos en esta se hicieron residentes de los sillones de sus viejos cadillacs, del sofá-cama que alguna mujer en busca de compañía les brindara, o del sofá que un amigo local les quisiera prestar para descansar un poco. De cierta manera, este es el estilo de vida que han asumido las personas vinculadas con la comunidad Couch Surfing, que durante los cuatro años de funcionamiento del proyecto ya suma alrededor de 700.000 individuos. Aunque esta modalidad de viaje tiene mucha acogida principalmente en Estados Unidos y Europa, en Latinoamérica también ha comenzado a aumentar el número de surfistas del sofá, y entre los países del continente Colombia, con 3.645 participantes criollos dispersos por todo mundo, ya se ubica como el tercer país del ranking después de Brasil y México. Esa dispersión criolla obviamente conlleva cierta desconfianza y timidez, ya que si a duras penas las mamás dejan que sus críos se queden a dormir en la casa de algún primo o que el novio se quede en la casa de su chica, la situación de irse a vivir a los aposentos de algún fulano en un pueblo perdido del mundo –o de recibir a un extranjero de mochila y lengua extraña en casa- se puede tornar un tanto más complicada. Por eso, y para obviar el infarto de la venerada madre y evitar que gente inescrupulosa se integre a esta comunidad, Couchsurfing.com ha desplegado todo un arsenal de alternativas para la protección de sus usuarios. Para esto, este sistema tiene dos elementos importantes: Verified y Bouch for, algo así como “Verificado” y “Doy fe de”. El primero consiste en enviarle a la gente de la organización una consignación de 15 dólares a través de una tarjeta de crédito, para que la organización verifique si el usuario es una persona real y después le otorgue el candado que certifica dicha verificación de datos. El segundo, el Bouch for, viene siendo como un voto de confianza que otros surfers hacen del usuario de la comunidad, y en el que dan fe de que la persona tiene las condiciones para participar y hacer uso de los sofás de toda la comunidad.                                                                   Prestando la casa “Mis papás tienen complejo de hostal”, dice Ana González, una couch surfer bogotana que estuvo viajando, a través de este programa, durante un par de semanas en Portland y San Francisco, y que ha recibido en su casa a gente de Sudáfrica, España, Polonia y Tailandia. “Desde que yo estaba en el colegio ellos han recibido a Raimundo y todo el mundo. Además ellos saben que yo duré mucho tiempo viajando de esta forma y que entonces la lógica es: alguien recibió a mis hijos mientras estaban viajando, no veo por qué no voy a recibir a otros también. Mis papás son muy relajados con eso. De hecho llegó un momento en que en mi casa estaban viviendo cuatro extranjeros, y a ellos les parecía divino”. Tener a un visitante de otro país en la casa puede ser un evento fascinante, pero también una experiencia un tanto traumática si no se hace con cuidado. Hospedar a un nepalés que cocine platos típicos de su gastronomía o tener en casa a un argentino que puede convertirse en el compañero de tertulia de la abuela mientras teje, es algo a lo que el miembro del Couch Surfing se puede enfrentar, pero también lo es tener que lidiar con una tailandesa que se come toda la comida de la nevera y utiliza el único computador que hay en la casa las 24 horas del día. “La convivencia es muy complicada y es difícil que haya química con todo el mundo”, asegura Luis Betancourt, uno de los couch surfers más experimentados del país, que ha albergado en su sofá a cerca de 40 extranjeros, que recorrió casi toda Argentina por medio del programa y que se alista para emprender un viaje de sofá en sofá durante unos meses por Europa, Turquía, Laos, Egipto y Camboya. “Por eso lo más usual es que uno le diga a la gente que se puede quedar por un periodo de tiempo corto para ver cómo se desenvuelven las cosas. Igual, lo bueno es que uno siempre está en la capacidad de decirle a su visitante que se vaya”. La retribución, en esta práctica de viaje que cada vez se hace más popular, realmente es importante. La idea del proyecto es que sea gratuito, ya que se supone que tanto el visitante como el anfitrión están ganando algo con este intercambio cultural; pero la misma página recomienda que quien visite el sofá de otro desempeñe una serie de pequeñas labores que se puedan convertir en buenos detalles para aquellas personas que les han abierto las puertas. Entre las más comunes está lavar los platos después de una comida, mantener su espacio limpio y cocinar un plato típico de la región del mundo de donde proviene. “No solamente intentamos cambiar la manera en que viajamos sino la manera como nos relacionamos con el mundo”, se lee textualmente en la misión de la página oficial de la comunidad. Couch Surfing, algo así como un mundo ideal, en el que confiar en las personas dejó de ser una utopía. Tips para hacer más agradable el trip Un buen viajero sale ligero ¡Sea sencillo! Ropa interior cómoda y que le sirva para cualquier ocasión, unas cuantas camisetas, unos pantalones y un par de zapatos. Además: desodorante, cepillo de dientes, un buen libro y un reproductor de música actualizado. Una buena maleta le facilita la vuelta Un morral cómodo, fácil de cargar, que se vea bien pero que no sea demasiado llamativo, le facilita las cosas. Muchas veces los a++nfitriones encuentran en la maleta un elemento para saber a quién están hospedando. Además, si su maleta se puede hacer invisible cuando llegue a su destino, será muy conveniente por el espacio que le otorgue el anfitrión. Al que no se baña, el host lo regaña Manténgase limpio. Además de mejorar el olor, una ducha lo relaja. Lávese los dientes y las manos (sobre todo antes de cocinarle a su host), y si usted es de esos a los que aún le tienden la cama y le recogen los calzones del piso, prepárese un poco más antes de arrancar para una casa ajena. Revise el perfil antes de salir Sea muy cuidadoso a la hora de escoger a su host o a su visitante. Primero revise el perfil, las verificaciones del personaje y sobre todo identifique si tienen intereses en común. No vaya a ser que el otro resulte vegetariano y usted odie las verduras a niveles incomprensibles. Cómo convertirse en un couch surfer 1. Péguese la rodadita: Visite la página www.couchsurfing.com, déles una buena leída a las FQS (que son las preguntas frecuentes) y póngales especial atención a los comentarios que los surfers de sofá de todo el mundo hacen sobre el programa. 2. Regístrese: La cosa es tan sencilla como cuando se registró para el Facebook, con la diferencia que acá no pone su estatus sino el de su sofá. Yes = Su sofá está disponible.                                    Definitely = Está que se muere por albergar a alguien en su casa. No = Pues que no, que sólo está de parche por la página. Maybe = Que de pronto, que está indeciso (a). Coffee and drink = Significa que su sofá no está disponible pero que sí puede recibir a alguien y mostrarle la ciudad.      Traveling at the moment = Indica que es usted el que ya está jugando rasquinball  en algún otro sofá.    3. Pimp my profile: Engalle su perfil, póngale las fotos de sus viajes, describa muy bien su sofá, sus intereses y los idiomas que habla, y comience a entablar relaciones mochileras con otras personas alrededor del mundo a través de los chats, los cronogramas, los eventos y la comunidad. 4. Tin marín de do pingüé, este sofá fue: A través de la herramienta de Couch Search, usted puede definir el lugar del mundo en el que quiere encontrar un host y las características que busca: si existen referencias que lo cataloguen como un anfitrión seguro, si es hombre o mujer, cuáles idiomas habla, entre otros. Establezca el contacto y aliste el morral. Fotos César K-rrillo Producción Paola Álvarez Intervención digital José Berrío Locación Estación de la Sabana

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Con la ropa interior sobre la cama y el clóset medio vacío, Luis se prepara para un desprendimiento, una partida que se materializa en una maleta. Su mente ya recorre parajes en los que nunca estuvo, la incertidumbre y el ánimo de lo inesperado acosan el preámbulo de un viaje y con la visa y el pasaporte sobre la mesa es inevitable que cierto miedo lo asalte, más aún cuando el paradero no es un hotel cinco estrellas sino un sofá con vista al lavadero de la vecina, lejos de su natal Colombia.

Luis parte hacia tierras lejanas, en su bagpack solo lleva un par de prendas y unos cuantos Cds que le recuerdan quién es. En la mano, su tiquete solo habla de la ida y no del retorno, hay un solo destino y sin domicilio. Ha decido que el camino, la casualidad y un contacto que hizo en Internet le indiquen su paradero.

Ser embajador de su cultura en la morada de un desconocido o el anfitrión de un extranjero que nunca antes conoció es más o menos la dinámica que propone la comunidad del Couch Surfing, creada el 1 de enero del 2004 por Casey Fenton. Este  americano compró un pasaje de avión barato desde Boston hasta Islandia, la tierra de Björk, y en vez de reservar en un hotel o planear su estadía en un típico hostal, lo que hizo fue enviarle un e-mail a más de 1.500 estudiantes de la Universidad de Reikiavik, capital de Islandia, pidiéndoles posada. Después de un rato, Fenton había recibido cerca de 50 mensajes ofreciéndole un lugar donde quedarse, y ante tanta hospitalidad pensó que esta fórmula podría funcionar en otros lugares del mundo. De regreso a casa, Casey dio vida a este fenómeno y comunidad llamada www.couchsurfing.com

Esta comunidad de viajeros no le apuesta únicamente al alojamiento gratuito y mucho menos a encontrar arrunche en la casa de una sexy francesa o de un italiano bien parecido. Se trata de permitir un intercambio cultural y generar conexiones, de replantear la forma en que hoy la gente viaja por el mundo y de internarse de una manera menos turística en la cotidianidad y el ritmo de vida de un hindú, un alemán o un colombiano, para conocer desde adentro la idiosincrasia del país al que se llega. Dejar atrás la idea del turista de pantaloneta, media larga, visera y cámara al cuello y convertirse en un residente -untado hasta las entrañas- de los territorios que visita.

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El viaje empieza
Coger un nuevo camino, diseñarlo a cada momento, volverse desprevenido y asombrarse de todo, especialmente de uno mismo; de todos modos esta forma de viaje no es nueva. Los californianos de los años sesenta bien lo sabían, por ejemplo los beatnik, algo así como los papás de los hippies, simplemente salían una tarde de un día soleado, y cansados de sus jefes agarraban un carro y dejaban que el camino o el azar los llevara a donde quisiera -muy al estilo de la película Thelma and Louise-; ojalá lo más lejos posible de la oficina y las responsabilidades.

Sin premura por el mañana, estos seres ambulantes dejaban que la noche los sorprendiera, e inmersos en esta se hicieron residentes de los sillones de sus viejos cadillacs, del sofá-cama que alguna mujer en busca de compañía les brindara, o del sofá que un amigo local les quisiera prestar para descansar un poco.
De cierta manera, este es el estilo de vida que han asumido las personas vinculadas con la comunidad Couch Surfing, que durante los cuatro años de funcionamiento del proyecto ya suma alrededor de 700.000 individuos. Aunque esta modalidad de viaje tiene mucha acogida principalmente en Estados Unidos y Europa, en Latinoamérica también ha comenzado a aumentar el número de surfistas del sofá, y entre los países del continente Colombia, con 3.645 participantes criollos dispersos por todo mundo, ya se ubica como el tercer país del ranking después de Brasil y México.

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Esa dispersión criolla obviamente conlleva cierta desconfianza y timidez, ya que si a duras penas las mamás dejan que sus críos se queden a dormir en la casa de algún primo o que el novio se quede en la casa de su chica, la situación de irse a vivir a los aposentos de algún fulano en un pueblo perdido del mundo –o de recibir a un extranjero de mochila y lengua extraña en casa- se puede tornar un tanto más complicada.

Por eso, y para obviar el infarto de la venerada madre y evitar que gente inescrupulosa se integre a esta comunidad, Couchsurfing.com ha desplegado todo un arsenal de alternativas para la protección de sus usuarios. Para esto, este sistema tiene dos elementos importantes: Verified y Bouch for, algo así como “Verificado” y “Doy fe de”. El primero consiste en enviarle a la gente de la organización una consignación de 15 dólares a través de una tarjeta de crédito, para que la organización verifique si el usuario es una persona real y después le otorgue el candado que certifica dicha verificación de datos. El segundo, el Bouch for, viene siendo como un voto de confianza que otros surfers hacen del usuario de la comunidad, y en el que dan fe de que la persona tiene las condiciones para participar y hacer uso de los sofás de toda la comunidad.
                                                                 
Prestando la casa
“Mis papás tienen complejo de hostal”, dice Ana González, una couch surfer bogotana que estuvo viajando, a través de este programa, durante un par de semanas en Portland y San Francisco, y que ha recibido en su casa a gente de Sudáfrica, España, Polonia y Tailandia.

“Desde que yo estaba en el colegio ellos han recibido a Raimundo y todo el mundo. Además ellos saben que yo duré mucho tiempo viajando de esta forma y que entonces la lógica es: alguien recibió a mis hijos mientras estaban viajando, no veo por qué no voy a recibir a otros también. Mis papás son muy relajados con eso. De hecho llegó un momento en que en mi casa estaban viviendo cuatro extranjeros, y a ellos les parecía divino”.

Tener a un visitante de otro país en la casa puede ser un evento fascinante, pero también una experiencia un tanto traumática si no se hace con cuidado. Hospedar a un nepalés que cocine platos típicos de su gastronomía o tener en casa a un argentino que puede convertirse en el compañero de tertulia de la abuela mientras teje, es algo a lo que el miembro del Couch Surfing se puede enfrentar, pero también lo es tener que lidiar con una tailandesa que se come toda la comida de la nevera y utiliza el único computador que hay en la casa las 24 horas del día.

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“La convivencia es muy complicada y es difícil que haya química con todo el mundo”, asegura Luis Betancourt, uno de los couch surfers más experimentados del país, que ha albergado en su sofá a cerca de 40 extranjeros, que recorrió casi toda Argentina por medio del programa y que se alista para emprender un viaje de sofá en sofá durante unos meses por Europa, Turquía, Laos, Egipto y Camboya. “Por eso lo más usual es que uno le diga a la gente que se puede quedar por un periodo de tiempo corto para ver cómo se desenvuelven las cosas. Igual, lo bueno es que uno siempre está en la capacidad de decirle a su visitante que se vaya”.

La retribución, en esta práctica de viaje que cada vez se hace más popular, realmente es importante. La idea del proyecto es que sea gratuito, ya que se supone que tanto el visitante como el anfitrión están ganando algo con este intercambio cultural; pero la misma página recomienda que quien visite el sofá de otro desempeñe una serie de pequeñas labores que se puedan convertir en buenos detalles para aquellas personas que les han abierto las puertas. Entre las más comunes está lavar los platos después de una comida, mantener su espacio limpio y cocinar un plato típico de la región del mundo de donde proviene.

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“No solamente intentamos cambiar la manera en que viajamos sino la manera como nos relacionamos con el mundo”, se lee textualmente en la misión de la página oficial de la comunidad. Couch Surfing, algo así como un mundo ideal, en el que confiar en las personas dejó de ser una utopía.

Tips para hacer más agradable el trip
Un buen viajero sale ligero
¡Sea sencillo! Ropa interior cómoda y que le sirva para cualquier ocasión, unas cuantas camisetas, unos pantalones y un par de zapatos. Además: desodorante, cepillo de dientes, un buen libro y un reproductor de música actualizado.

Una buena maleta le facilita la vuelta
Un morral cómodo, fácil de cargar, que se vea bien pero que no sea demasiado llamativo, le facilita las cosas. Muchas veces los a++nfitriones encuentran en la maleta un elemento para saber a quién están hospedando. Además, si su maleta se puede hacer invisible cuando llegue a su destino, será muy conveniente por el espacio que le otorgue el anfitrión.

Al que no se baña, el host lo regaña
Manténgase limpio. Además de mejorar el olor, una ducha lo relaja. Lávese los dientes y las manos (sobre todo antes de cocinarle a su host), y si usted es de esos a los que aún le tienden la cama y le recogen los calzones del piso, prepárese un poco más antes de arrancar para una casa ajena.

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Sea muy cuidadoso a la hora de escoger a su host o a su visitante. Primero revise el perfil, las verificaciones del personaje y sobre todo identifique si tienen intereses en común. No vaya a ser que el otro resulte vegetariano y usted odie las verduras a niveles incomprensibles.

Cómo convertirse en un couch surfer
1. Péguese la rodadita: Visite la página www.couchsurfing.com, déles una buena leída a las FQS (que son las preguntas frecuentes) y póngales especial atención a los comentarios que los surfers de sofá de todo el mundo hacen sobre el programa.

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2. Regístrese: La cosa es tan sencilla como cuando se registró para el Facebook, con la diferencia que acá no pone su estatus sino el de su sofá.
Yes = Su sofá está disponible.                                   
Definitely = Está que se muere por albergar a alguien en su casa.
No = Pues que no, que sólo está de parche por la página.
Maybe = Que de pronto, que está indeciso (a).
Coffee and drink = Significa que su sofá no está disponible pero que sí puede recibir a alguien y mostrarle la ciudad.     
Traveling at the moment = Indica que es usted el que ya está jugando rasquinball  en algún otro sofá.   

3. Pimp my profile: Engalle su perfil, póngale las fotos de sus viajes, describa muy bien su sofá, sus intereses y los idiomas que habla, y comience a entablar relaciones mochileras con otras personas alrededor del mundo a través de los chats, los cronogramas, los eventos y la comunidad.

4. Tin marín de do pingüé, este sofá fue: A través de la herramienta de Couch Search, usted puede definir el lugar del mundo en el que quiere encontrar un host y las características que busca: si existen referencias que lo cataloguen como un anfitrión seguro, si es hombre o mujer, cuáles idiomas habla, entre otros. Establezca el contacto y aliste el morral.

Fotos César K-rrillo
Producción Paola Álvarez
Intervención digital José Berrío
Locación Estación de la Sabana

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