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Derrumbando mitos sobre la sexualidad con VIH

“Vivo feliz, follando con VIH”

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Este 1 de diciembre se conmemora el Día mundial de la lucha contra el virus del Sida; qué mejor momento para derrumbar todos esos mitos que las películas, libros, la propaganda homofóbica y los datos a medias, han ayudado a reforzar sobre el VIH.

Por: Trilce Ortiz // @trilceo

Han pasado casi cuatro décadas desde el comienzo de la pandemia del SIDA en el mundo, aun así hay quienes siguen pensando, como a principios de los 80’s, que esa vaina “sólo les da a los gays”. Pues nada de eso, mis queridos, el virus no discrimina. Según la agencia de las Naciones Unidas contra el Sida (ONUSIDA) en el 2015 vivían 36.7 millones de personas registradas con la enfermedad en todo el planeta. Aunque el desconocimiento sobre el tema sigue manteniendo muchos estigmas, la realidad es que se puede tener una vida plena siendo seropositivo, sexo incluido.

“Cuando a mí me entregaron la prueba y leí ‘positivo’ pensé de una que mi vida estaba acabada”, contó Simón, un paisa de 32 años que desde los 25 vive con VIH. “Es que la gente que tiene el virus se muere, eso es lo que todo el mundo piensa, lo que pensaba yo.”

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La gente no suele estigmatizar a quienes tienen VIH por maldad innata -aunque no falta el desgraciado que sí- se trata más de un desconocimiento generalizado que han perpetuado películas, libros, la propaganda homofóbica y los datos a medias que pasan de aquí para allá. Empecemos por el principio: VIH y SIDA no son lo mismo. El primero es un virus que ataca al sistema inmune hasta que la enfermedad conocida como SIDA puede entrar sin problemas y terminar de destruir las defensas, dejando a la persona demasiado débil para combatir infecciones comunes, tan “pendejas” como una gripa. Es re importante entender que el virus no se transmite por picos, abrazos o caricias, por vivir en el mismo espacio con una persona portadora y ni siquiera por masturbación.

“La onda es que no es sólo un tema de lo que piensan ‘los otros’, los que no tienen la enfermedad, también es uno”, explicó Irene, rola de 28 años. “A mí me encantaba el sexo, no es que fuera promiscua pero me encantaba tirar. Me sigue encantando, sólo que ahora lo hago de manera distinta”.

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Irene se enteró hace dos años de que tenía SIDA durante una hospitalización por una pulmonía que contó “casi acaba conmigo”. Según estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las mujeres son el grupo más propenso a contraer VIH. Irene nunca supo cómo se contagió, siempre fue una persona muy cuidadosa con el uso de condones y el cuentico de que “se veía sanito” no aplica para nada en el caso del virus. “Los condones fallan, se rompen, a mí me tocó aprenderlo de la manera más dura”, agregó. Ella duró mucho tiempo culpándose, satanizando su propia sexualidad, “mi familia es ultra-religiosa, y yo llegué a pensar que era un castigo de Dios por tener sexo sin estar casada”, relató Irene. Su médico le explicó que no estaba desahuciada, comenzó el tratamiento con antirretrovirales y se ha mantenido muy bien desde allí.

El VIH o el SIDA no son para nada exclusivos ni de los gay, ni de la gente promiscua. “Yo no me salvaba del grupo que pensaba que eso sólo le pasaba a la gente ‘perra’”, explica Rosmery, de 33 años. “Me tocó tragarme mis propias palabras cuando me dijeron que era VIH positiva. Yo sólo había tenido sexo con mi esposo, en toda mi vida”. El resultado no sólo le cambió a ella su postura sobre la enfermedad sino que la enfrentó con la infidelidad de su marido. Buscaron asesoría de parejas, superaron el asunto de los cuernos y decidieron seguir juntos. “Eso fue hace un año y medio y creo que ahora tenemos mejor vida sexual que antes”, explicó Rosemary. Los dos toman medicamentos antirretrovirales y mantienen una vida sexual activa.

Simón dice que ahora le pone mucha más atención a cosas como la masturbación mutua, los besos, las caricias y el sexo oral. “Creo que antes era medio bestia para el sexo, pura penetración y ya, ahora soy mucho más consiente de mi cuerpo, del cuerpo de la gente con la que me acuesto, del placer”. Él no tiene pareja estable, pero es honesto con sus compañeras casuales sobre su enfermedad y siempre se pone condón.

“En el caso de Javier y mío, era cuestión de tiempo antes de que alguno trajera el virus a la pareja, no se sabía cuál de los dos era más perro”, contó Wilson, un barquillero de casi dos metros de alto que no tiene el más mínimo signo de ser portador. Su pareja es seropositivo y después de enterarse ambos decidieron dejar de lado los bacanales sexuales y dedicarse a los dos. “Claro, hubiera sido mejor haber sido responsables antes, pero lo somos ahora, y eso ha fortalecido nuestro amor mucho.

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Según la OMS hasta la mitad de las personas que son VIH positivo y están en una relación a largo plazo, comparten su vida con alguien que no porta el virus. A estas parejas se les conoce como serodiscordantes. “¿Qué les puedo decir? Que se sigan queriendo, apoyando, que usen condón y que se tomen los medicamentos a tiempo”, dijo Wilson.

A Rosemary le quedó claro que por más amor que haya, hay espacio para fallar. “Amor es cuidarse, e ir juntos cada seis meses a hacerse la prueba rutinaria del VIH. Mientras antes sepa uno que está enfermo, más oportunidades tiene de empezar tratamiento y llevar una vida romántica y sexual feliz”, aconsejó ella.

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