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El Carnaval de Barranquilla desde el más grande y recochero grupo de marimondas

Una crónica desde el interior de la tradicional comparsa de las marimondas del Barrio Abajo de Paragüita

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Sammyey Whittaker - @Sammyeywhittaker

El Carnaval de Barranquilla cuenta con grupos de baile de diversos estilos y procedencia. Hay algunos africanos o indígenas. También los hay de guerreros, campesinos y animales de la región. Y eso sólo por mencionar algunos. Entre toda esta gama hay un grupo que carece de estos orígenes lejanos ancestrales, pero que goza de gran atracción entre el público de la arenosa, ya que representa al propio bailador arrebatao. Al que, como escuela de parranda, tuvo la calle y el bordillo, al que le mama gallo a la vida en cada pase y al que goza cada instante del carnaval mientras emociona a curramba: Las marimondas del Barrio Abajo de Paragüita.

Por: Raúl Riveros - Fotos: Sammyey Whittaker // @Sammyeywhittaker

Para las marimondas del Barrio Abajo de Paragüita los últimos dos años fueron especiales, debido a que han salido al ruedo sin su fundador y director por más de treinta años, que partió al carnaval del cielo en Junio de 2018. César Morales, conocido en toda Barranquilla como Paragüita, tomó un disfraz individual que en los años 70 y 80 era mirado con desdén y estaba desapareciendo, y lo convirtió en la comparsa más grande del carnaval.

La historia de la marimonda

Cuenta la leyenda que este disfraz lo inventó un barranquillero inconforme que quería burlarse de la élite de la ciudad y dar a conocer lo chismes del Barrio Abajo. Se ponía un vestido viejo y remendado hacia atrás, la corbata por la espalda y los bolsillos del pantalón hacia afuera. En la cara usaba una funda con tres huecos para los ojos y la boca, una nariz larga con forma fálica y unos pedazos de cartón, que hacían de orejas, donde escribía mensajes de mofa y chismes.

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Para evitar salir del anonimato que le permitía la máscara, cargaba una varita untada con su propia caca en la punta, y con ella se defendía del que se atreviera a intentar quitarle la careta. Todas estas características posicionaron al disfraz de mala manera, así que nunca tuvo gran acogida y empezó a desaparecer del carnaval. Allí empezó la intervención fundamental de Paragüita, que no podía permitir que este personaje muriera, ya que él había sido el confidente de uno de los portadores secretos del disfraz.

Un vecino del barrio, amigo de su mamá, de apellido López, irreverente y mamador de gallo, le confesó que él era quien salía en la Batalla de Flores como marimonda, cuando Paragüita apenas tenía 12 años. Le explicó sus rigurosos métodos para fabricar y destruir el disfraz el mismo día para evitar ser descubierto y le hizo jurar que no fuera a delatarlo. A pesar de lo joven que era, había notado que Paragüita era travieso, mamador de gallo y medio atravesado, así que reunía las condiciones de una marimonda.

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Así que, cuando ya casi no se veían marimondas en el carnaval, Paragüita se puso en la labor de darle elegancia al disfraz sin permitir que desapareciera su esencia; de reunir y convencer a un grupo de personas para conformar la comparsa. El resultado fue magnífico desde el primer año: 60 marimondas vestidas de seda y satín bailando porro y fandango de una manera única, alegrando a toda la gente que los veía.  Su esfuerzo inicial fue evolucionando a pasos agigantados hasta convertirse en las 900 marimondas actuales. 

Para los que participamos por primera vez resultó abrumador ver la cantidad de personas en cada ensayo y la manera organizada en que nos reciben: con lector láser para revisar cédula, saber quiénes asisten y para evitar colados. Se hace un calentamiento con una banda en vivo, que empieza tocando porro (que lleva un golpe suave), para ir subiendo la temperatura corporal mientras se van aprendiendo y afianzando los pasos. Cuando la cosa se pone sabrosa la banda pasa a fandango y ahí se practican los movimientos más rápidos y divertidos, que son los que caracterizan a este personaje carnavalero. Luego el grupo se divide en los 6 bloques que saldrán a la Vía 40 y ensayan de a dos en avanzada, a manera de desfile.

En este espacio, donde llegan a practicar entre 400 y 500 personas, todas vestidas con la misma camiseta y con una gorra de color distintivo para cada bloque, se relacionan todos los integrantes y se conocen los nuevos con los antiguos. Además, como en cualquier otra situación que reúna a más de 50 personas en nuestro hermoso tercer mundo, aparecen todo tipo de negocios y rebusque: el vendedor de rosquitas, platanitos y agua lleva su carrito de lado a lado del escenario, mientras algunos integrantes de la comparsa ofrecen bolsos de marimonda, otros manillas o collares de este personaje.

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El disfraz cambia año tras año y se estrena en la Batalla de Flores el sábado de carnaval, así que en la Guacherna y los demás desfiles previos se utiliza el del año pasado.  Gracias al reconocimiento del grupo las invitaciones nunca faltan, por eso las Marimondas del Barrio Abajo de Paragüita amenizaron la Fiestas de la Independencia de Cartagena, las Fiestas del Caimán Cienaguero, las del 20 de Enero en Sincelejo y muchas otras en Barranquilla y en municipios del Atlántico. Gracias a la numerosa población del grupo, se pueden dar incluso el lujo de atender dos eventos de manera simultánea.

Así ocurrió el sábado 8 de Febrero, cuando el grupo élite se presentaba en la tarima de la Plaza de la Paz en la Noche de Comparsas, luchando por los 300 puntos que entregaba el jurado con miras al Congo de Oro, mientras que otros miembros desfilábamos en la Guacherna de Baranoa. Una vez finalizados ambos eventos todos coincidimos en la sede del grupo, la última casa donde vivió Paragüita, para festejar la vida y fortificar esta familia que por más que es bastante grande y se mantiene unida.

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Patricia, última esposa de Paragüita, y Lesly, única hija de la pareja, han continuado con el legado de su padre y esposo. De manera admirable lideraron este "monstro" del carnaval.  Para ellas es un trabajo de todo el año, que se intensifica en la temporada carnavalera, pero que nunca abandonan. La parte organizativa y administrativa de un grupo tan numeroso no es una labor fácil, y uno de los motivos por los que cada año se unen nuevas marimondas es por esa sensación amistosa que se percibe desde el mismo momento que uno hace la inscripción.  

Tienen un equipo de trabajo conformado por otras personas que algún día llegaron con el interés exclusivo de bailar en el grupo, pero que gracias a su talento, interés y disciplina "ascendieron" y ahora asumen cargos de coreógrafos, directores musicales, líderes de bloque y otras funciones fundamentales para el buen desarrollo de la comparsa. Algunos de ellos hasta pagan inscripción, pero su compromiso los ha llevado a asumir un rol de mayor trascendencia. Hay un bloque llamado los "vikingos", los de mayor edad, algunos que iniciaron con la comparsa y que en la actualidad no pueden hacer tantos brincos ni morisquetas, pero mantienen intacta su capacidad de mamar gallo y su "perrateo".

Paragüita nunca le negó el ingreso a nadie a la comparsa, y aunque ha habido gobernadores y magnates de la ciudad que se han puesto la careta para bailar, una vez se ponen el disfraz todos son iguales y cumplen la misma función: entretener al público que cada año de vuelve más exigente con la comparsa.

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Existió otro personaje fundamental para el crecimiento de la comparsa. Paragüita lo conoció un martes de carnaval en un kiosko, mientras se "metían las frías". León Caridi, dueño de Industrias Cannon, al que le encantaba el disfraz y patrocinó al grupo desde 1991, siete años después de su fundación y de salir año tras año con las dificultades económicas que suelen tener los grupos carnavaleros. Su ayuda se mantiene hasta la actualidad, a pesar de haber fallecido, y su amistad con Paragüita es legendaria en la ciudad. Esa relación sincera, amable y llena de perrateo y groserías, pero siempre con jocosidad, contagió al resto de marimondas y le imprimió un ambiente de festividad permanente a la comparsa.

La previa del Carnaval

El fin de semana del carnaval comienza el acelere para reunir lo que falta de la inscripción e ir a la sede a reclamar el disfraz. En la casa casi ni se puede caminar del montón de caretas, corbatas, guantes, zapatillas, chalecos y pantalones que hay. Con el uniforme en mano, la idea es que cada uno pueda decorarlo, ponerle apliques o adornos al chaleco, la corbata y las orejas de la careta.

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El paso siguiente es esperar que llegue el anhelado sábado de carnaval para lucir el atuendo, llenarse los talones de esparadrapo, ponerle a las zapatillas su dosis de maizena y su respectiva toalla higiénica, y para la sede a esperar el bus o directamente a la Vía 40, a encontrarse con el resto del grupo y a ubicar a sus compañeros de bloque. En filas de cuatro personas va saliendo cada cuadrilla. Hay dos bandas por bloque, manteniendo el estilo tradicional, sin amplificación. En la primera fila van los más experimentados liderando la coreografía; los de atrás vamos siguiendo sus pasos. Ese sábado, además de las 500 marimondas inscritas, participaron otras 400 de Cannon, así que nuestro paso por los palcos parecía interminable.

Este desfile es más recochero, ya que no hay jurados, así que da la oportunidad de quitarse la careta de vez en cuando, saludar al público y tomar ron con confianza. Las personas en los palcos estaban muy emocionadas, embriagadas y se contagiaban fácilmente por la alegría del baile. Esperaban con ansias el momento en que nos botamos al piso y nos acostamos en ese asfalto a 40 grados para hacer la canoa, el pase más característico en el que uno avanza saltando apoyado en las nalgas y remando con los brazos. El júbilo en las tribunas es total, así como el cansancio por los casi cinco kilómetros en este exigente ritmo. Una vez finalizado el desfile nos esperaba a todos un suculento sancocho en la sede para reponer fuerzas y seguir disfrutando del carnaval.

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La Gran Parada de Fantasía

El lunes, en la Gran Parada de Fantasía, era a otro precio. Tocaba aguantarse con la careta puesta todo el tiempo y mantenerse bien disciplinado. Tanto en el público como en la comparsa, las tres noches carnavaleando eran evidentes, pero a pesar del cansancio y el guayabo acumulado cada marimonda siempre su mejor esfuerzo por agradar al gentío que observa atentamente. Con la careta se pierde visibilidad y a veces termina uno en otra fila. Hay que distinguir a los compañeros por los adornos del vestuario y soportar el calor las casi dos horas que dura el recorrido.

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Hay compañeros que son muy buenos bailando y le añaden ese toque especial a cada paso, ese movimiento exagerado, ese saltico despreocupado que caracteriza al bailador barranquillero y que es esencial para preservar la esencia del disfraz. Cuando desorganizamos los bloques de 4, los bailadores más hábiles van al centro y tiran pasos alocados que el público aplaude entusiasmadamente. En la parte final, cuando pasamos por la cárcel, nos retiramos la careta y saludamos a los presos que a lo lejos nos devuelven el saludo mientras baten camisetas y banderas. 

De vuelta a la sede nos reunimos en las tiendas y restaurantes cercanos para hablar de esta experiencia y relajarnos un rato después de tanto ajetreo. Se discuten propuestas para decidir dónde emparrandarse esa noche y algunos planean su participación en el desfile del martes, donde se despide a Joselito y casi ninguno se disfraza de marimonda, sino de viudas que lloran por la muerte del máximo símbolo del carnaval. Este desfile, que termina en el propio Barrio Abajo en frente de la Casa de Carnaval, premia a los mejores grupos, los que armen mejor recocha y hagan reír más al público. Aún se recuerda a Paragüita vestido de viuda desfilando por la carrera 54 llorando a Joselito y mamándole gallo a todo el mundo.

Y así finalizó un carnaval más, con la experiencia de haber compartido y participado en la comparsa más grande y de haber comprendido mejor este disfraz tan conocido en todo el país. En este momento en que las autoridades quieren "bogotanizar" la fiesta es importante que existan tantas marimondas representando el sentir barranquillero y barriobajero.  El código de policía busca restringir la fiesta espontánea, los bailes y verbenas, protocolizando los eventos y exigiendo que todo sea pago y encerrado. Por eso es importante que las marimondas sigan con su baile irreverente, con su mamadera de gallo y su perrateo, para homenajear a Paragüita, a quien no fue necesario conocer para quererlo y admirarlo y en su nombre recordar y promover que el escenario natural del barranquillero es la calle y el bordillo.

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