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El tétrico futuro que le depara a la generación de las redes sociales

El panorama no es alentador. Hoy estamos felices subiendo fotos en nuestras redes, pero en unos años la dicha no será tanta.

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Da un poco de miedo (¿o risa?) pensar en el futuro que nos espera, en cómo se verá la vejez de los que ahora se pasean altivos con su juventud a cuestas.

Por: Nadia Orozco // @ladyempanadia

En el plano más catastrófico del asunto no cuesta mucho imaginarse el nuevo negocio de la salud psiquiátrica, con centros médicos especializados en enfermedades que traten las consecuencias de las redes sociales.En publicidad digital y pop-ups, los doctores avispados que años atrás se pillaron que había un mercado emergente, prometerán curar esos brotes de poca autoestima generados por Facebook, Twitter, Instagram o la que surja de acá al futuro cercano, el delirio de persecución de los influenciadores que creyeron que su fama digital se perpetuaría en la vida real y serían atacados por sus seguidores, la ansiedad por querer ser como otro @ y, claro que sí, la bipolaridad de aquellos que en su celular ven a un objeto de deseo y en el espejo a un simple y llano mortal.

Sí, es estremecedor pensar que en 20 años tendremos que entrar a uno de esos hospitales para visitar a ese buen amigo y escuchar por los corredores los gritos iracundos de pacientes que piden a gritos un like o ver en uno de los cuartos cómo un paciente fitness clama por un celular para poder subir la rutina de sus sentadillas, las mejores que ha hecho en años; mientras en un consultorio vecino un hombre de reputado nombre llora sus ojos frente a un psicólogo pues hipotecó su casa para comprar seguidores y así crear una nueva y prospera empresa (luego vino a descubrir que no era ni tan próspera, pues los seguidores que comentaban “Cool” o “great pic” no eran compradores).

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Pero tranquilos, que no cunda el pánico. En ese futuro la sociedad empezará a preparar a los jóvenes mentalmente para maniobrar con profesionalismo los obstáculos que traen consigo las aplicaciones y toda esta vida complicada. Universidades de garaje y hasta certificadas abrirán sus diplomados en venta de humo y se encargarán de formar excelentes impulsadores digitales y para los más intelectuales estará el máster en Literatura en menos de 300 caracteres para despistar al enemigo.

¿Se crearán nuevas redes sociales especializadas para abuelos? Deberían; las nuevas y lozanas generaciones no admitirían actualizar su feed y encontrar selfies de arrugas y verrugas; se reirán a carcajadas de ver cómo esos abuelos creen estar a la moda cuando organizan sistemáticamente sus recuerdos con la herramienta obsoleta del hashtag y ni hablar de los más seniles, que moverán eternamente sus dedos índices de abajo hacia arriba para no olvidar los años en los que le hicieron creer al mundo que eran muy felices.

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En definitiva, hay que prepararse mentalmente y prometerle a nuestro yo abuelo que no usaremos filtros de belleza, que no seguiremos usando Tinder después de los 80 y que no seremos influenciadores de medicamentos para la artritis.

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