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En defensa de las mujeres "histéricas"

No más machismo a la hora de discutir.

626452_Claudia López. Archivo El Espectador
Claudia López. Archivo El Espectador

Todos alguna vez hemos dicho groserías. Ya varios estudios han concluido que un buen “putazo” nos puede dar la sensación de control y poder, nos ayuda a liberar endorfinas (por ejemplo cuando nos pegamos en el dedo chiquito del pie), y hasta nos ayuda a mejorar la circulación. 

Por Paula Ricciulli // @ricciup

Sin embargo, parece que, como en muchos otros aspectos, el tema de decir groserías es un asunto de hombres. Mientras el hombre que dice groserías es visto como fuerte, decidido y “berraco”, la mujer tiene que oír desde “no seas grosera”, hasta "loca", “bruja”, “histérica” o el peor: “¿Acaso estás en tus días?”. 

Para la muestra dos personajes de la política colombiana. Mientras el senador Álvaro Uribe es aplaudido por su ‘berraquera’ luego de pronunciar conocidas frases como “Le voy a dar en la cara, marica” o “Esa llamada la están oyendo esos hijueputas”, a Claudia López, quien es conocida por su talante fuerte en el Congreso, no la bajan de “histérica” o “loca”. 

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Claro, tampoco justificamos el insultar a diestra y sieniestra o tratar a todo el mundo a los putazos. Sin embargo, siempre nos han enseñado que las mujeres debemos ser sumisas y guardarnos nuestra opinión (¿Les suena la frase “calladita se ve más bonita"?). Nos dicen que no podemos controlar nuestras emociones y que somos irracionales y erráticas. Y si no obedecemos y mostramos el menor grado de inconformidad es porque somos unas “histéricas”.

 La histeria es una enfermedad que (se creía) afectaba solo a las mujeres. Cuando una mujer era “altanera” y no obedecía al hombre se decía que era una histérica y se le recetaba tratamiento médico. Desde Platón se creía en la existencia de este “trastorno”, que venía del útero de la mujer. Por supuesto, ya sabemos que tal cosa no existe, pero fue durante buena parte de la historia, la excusa para impedir que las mujeres nos expresáramos y quisieramos dar a conocer nuestra opinión. Imagínense: el machismo llegó al punto de inventarse una enfermedad para estigmatizarnos y no tener que escucharnos. Pero aún cuando sabemos que la histeria es un invento, tenemos que seguir aguantando que nos digan “histéricas” cuando decimos algo que incomoda.

Cuando no nos dicen “histéricas” nos dicen “cálmate” o “¿por qué tan grosera?”, para desviar la atención de lo que queremos decir. Nos han enseñado que, como supuestamente las mujeres somos tan “emotivas”, tenemos que separar nuestras emociones de lo que estamos diciendo para ser escuchadas. Otra excusa para callarnos y no tener que lidiar con nuestro punto de vista. 

Le tememos a expresar nuestras emociones al momento de discutir porque nos han enseñado que van en contra de lo racional. Pero es natural que nos emocionemos cuando hablamos de temas importantes que nos afectan a todos. El “tono” en el que se diga o si decimos con groserías no le quita validez a nuestro mensaje, así que dejemos de aceptar esa excusa. 

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Necesitamos más mujeres “histéricas”, incómodas y valientes. Que no sean sumisas y que digan lo que piensan sin temor a ser calladas. Que así sea a los gritos se expresen por aquellas que no se atreven a hacerlo. Por las que siguen adelante y no se dejen atacar de nadie, incluso si les responden a los madrazos. 

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