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¿Internet nos quitó el derecho a cambiar de opinión?

El despido del director James Gunn nos puso a hablar de derecho al olvido en Internet.

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Getty Images.

Por estos días ha llamado la atención en redes sociales el despido de James Gunn como director de Guardianes de la Galaxia 3. ¿La razón? Se dieron a conocer tuits antiguos de Gunn con chistes de pedofilia, algo que sin duda no gustó a Disney.

Esto ocasionó que varios actores se unieran en defensa de Gunn y firmaran una carta para ratificar su apoyo.

Pero no es el único caso de escarnio público por opiniones expresadas en redes que hemos visto en estos días. Dan Harmon, creador de Rick y Morty, tuvo que cerrar su Twitter tras darse a conocer un video de 2009 en el que hace un sketch sobre un psiquiatra pedófilo. 

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En Colombia también lo vimos en las elecciones pasadas, pues varios usuarios de Twitter reclamaron al candidato a la Presidencia Gustavo Petro su voto en blanco de 2010, cuando en esta jornada electoral fue uno de sus principales contradictores. 

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Estos casos nos recuerdan un problema que cada vez nos preocupa más: el derecho a cambiar de opinión en tiempos en los que estamos a un clic de encontrar lo queramos de alguien. ¿Somos presos de nuestros comentarios y acciones de hace más de 10 años? ¿Debemos responder por cosas que hicimos o dijimos hace mucho tiempo pero con las que hoy no estamos de acuerdo? Esto seguramente no procupaba mucho a nuestros papás, porque era difícil que alguien se enterara de que habían hecho un chiste machista o racista y era difícil probarlo). Pero hoy, dado que las redes sociales cada vez son más determinantes en la construcción de nuestra identidad digital, hay mucha más atención sobre lo que publicamos y cómo nos proyectamos. 

En 2014, una sentencia del tribunal de justicia de la Unión Europea obligó a Google a eliminar enlaces con información sensible de miles de ciudadanos. Allí se empezó a hablar del derecho al olvido.  “Los individuos tienen el derecho – bajo ciertas condiciones – de solicitar a los motores de búsqueda que eliminen los enlaces con información personal acerca de ellos. Esto se aplica cuando la información es inexacta, inadecuada, irrelevante o excesiva para los fines del tratamiento de los datos”, según esta sentencia. 

Sin embargo, este es solo el comienzo la polémica, pues aunque muchos argumentan que todos tenemos derecho a no ser estigmatizados por nuestro pasado, determinar qué se dice de nosotros según nuestra conveniencia va en contra de la libertad que tanto nos gusta de Internet. ¿Quién determina qué información es de interés público o privado? ¿Cómo se establece si los datos son relevantes para la gente? 

Ahora todos podemos ser guardianes de opinión, pues en pocos segundos es fácil encontrar qué pensaba una persona hace meses e incluso años (en Colombia, la cuenta @premiospopis es un ejemplo). ¿Pero será que es tan grave cambiar de opinión? ¿debemos mantener la coherencia en nuestras opiniones incluso si sabemos que estábamos equivocados? 

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Aunque cada vez hay más avances en un marco legal para el control de nuestra información, lo cierto es que por ahora “el tal” derecho al olvido no existe. La autocensura es lo único que nos queda, pues como nos demuestran los casos de James Gunn y Dan Harmon, seguimos atrapados en nuestros comentarios de hace años. Todo lo que digamos en nuestras redes puede ser usado en nuestra contra. 

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