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Jorge Barón: el político no político

El man que conquistó con música los lugares del país a donde ni el gobierno podía entrar.

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Cortesía Jorge barón

Trece años antes de que se firmara el proceso de paz en Colombia un hombre ya había logrado silenciar las balas, al menos por unas horas. Jorge Barón, el man que le cae bien a todo el mundo, el que adhirió la música en la televisión colombiana y el que durante 50 años nos ha dado el “Feliz año” con entusiasmo, agüita y pataditas cada 31 de diciembre. El mismo que todo Colombia conoce, el que ha llevado tarimas y conciertos a lugares a los que ni el gobierno ha podido entrar. La prueba viviente de que la música nos une y por qué no, el que cambió la historia del Hip Hop para siempre.

Por: Johana Arroyave // @JohanaArroyave

Eran las 10 de la noche del 24 de diciembre de 1998. Yo tenía seis años y estaba mirando televisión en la habitación de mis papás mientras escuchaba las letras del artista de vallenato más famoso del momento. No recuerdo con precisión quién era, pero sí la imagen de una tarima enorme, gente bailando, un acordeón y un señor de blanco –al que confundí durante muchos años con mi papá, solo por su parecido estético– gritar con una sonrisa enorme:

-¡Ennnnntuuuuusiiiaaassmo!

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Su grito se convirtió en un icono de la cultura pop colombiana y un mensaje positivo en un país herido. Ahí estaba yo, con menos de una década pisada en este mundo y ya hacía parte de una edición más de La gran fiesta de los hogares colombianos, nombre para los shows de diciembre, pero mejor conocida como El Show de las Estrellas. Jorge Barón, con su porte de embajador, bigote y un carisma inigualable pero carente de demagogia, presentaba un show musical que me hacía mover la cadera de vez en cuando.

-¿Quieren agüita?
(Histeria colectiva)
-Pues, agüiiiiiiita paaara mi geeeeenteeee.
(Y caían a chorros litros de agua que bañaban a un público frenético que no paraba de cantar.)

En 1998 se cumplían 29 años del programa. En ese entonces, ignoraba que era un logro sobrevivir tantos años al aire con un programa de televisión en una Colombia en guerra, sobre todo recorriéndola de esquina a esquina junto a una docena de trabajadores, artistas, equipos y tarimas. Ni el gobierno tenía tanto alcance. Ignoraba que a su manera estaba construyendo un modelo de país más justo, o al menos más democrático, donde todas las regiones podían tener el mismo acceso a la cultura, a los artistas, a un show con un gran montaje técnico, y romper con esa jerarquía entre el centro y las periferias que tanto ha determinado la historia política de este país.

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JORGE BARÓN, EL POLÍTICO NO POLÍTICO

El Show de las Estrellas nació el 24 de mayo de 1969, se empezó a transmitir por Inravisión los sábados a las 4:00 de la tarde y ha sido dirigido desde siempre por el propio Jorge. En ese entonces ya era reconocido por el programa de radio que hacía en su natal Ibagué, en los que siempre hablaba de música, actualidad y personalidades de la ciudad, y que empezó siendo un show en estudio donde se hablaba de música y de temas nacionales, y los invitados variaban según la coyuntura del momento.

Pasado un año, la lista de artistas musicales que hacía fila para pasar por el programa de Jorge se hacía cada vez más grande y su rating aumentaba. Los directores de Inravisión tomaron la decisión de convertir este espacio en netamente cultural y musical y con esto calmar la sed de música con la que vivía el mismo Jorge Barón. Para 1975 El Show de las Estrellas ya era un programa famoso y aclamado por los artistas nacionales e internacionales. Fue entonces cuando decidieron cambiar el formato pues las grandes figuras hispanoamericanas Vicente Fernández, José José, Los Visconti, Marco Antonio Solís, Chayanne, Celia Cruz de la canción venían a Colombia única y exclusivamente a presentarse ahí.  

Colombia por esa época no era más que un país sangrando donde, por decisión del entonces presidente Alfonso López Michelsen, se había vuelto a implementar el estado de sitio que permitía tomar medidas extremas de emergencia. A la par las movilizaciones sociales crecían de la mano de sindicatos y centrales obreras que reclamaban mejores condiciones salariales. Ni siquiera teníamos televisión a color, en realidad parecíamos un país pintado a blanco y negro, y por allá de fondo un señor de traje animando gente y tratando de llevar música a lugares donde nadie se atrevía a ir.

Alguna vez en una entrevista para El Espectador, Jorge Barón confesó que un político reconocido le ofreció ser candidato presidencial pues le aseguraron que solo él podría ganar en las urnas con votaciones nunca antes vistas. Prometió nunca revelar quién fue el autor de esa idea, pero detrás del absurdo se esconde una gran verdad, y es que su carisma es difícilmente equiparable por algún personaje de este país. Lo de Barón nunca ha sido la política y evade hábilmente las preguntas sobre la situación actual del país o cómo votó en el plebiscito y se limita a decir con elevada diplomacia, “hemos apoyado al país con nuestra música”.

Y esa justamente ha sido su bandera política. Desde 1980 Barón se propuso ir a los lugares a los que nadie se atrevía a ir, los que habían sido olvidados por las autoridades, los que fueron prohibidos para el estado y dominados por la insurgencia, y así llegó a zonas rojas o apartadas como Guainía, Leticia, Cartagena del Chairá, San Vicente del Caguán y hasta el sur de Bolívar.  

JORGE, EL BARÓN DE LA PAZ

Cartagena del Chairá es un municipio selvático del Caquetá, suroccidente colombiano, a orillas del Río Caguán, que vivió en carne propia la guerra. Fue el lugar de concentración de las Farc EP y en donde se secuestraron más de 60 militares en una sola toma. Desde 1990 los habitantes de este lugar vivieron encerrados, cediendo a las leyes de los jefes guerrilleros y sin una sola fiesta de pueblo. Sin importar que estuviera en las fronteras de la selva amazónica y su situación de orden público, El Show de las Estrellas llegó hasta allá en 1998 para presentar un cartel integrado por Marbelle y Los Hispanos, y logró que se hiciera una tregua para que el programa se pudiera hacer. Por un día, ejército y la guerrilla de las Farc suspendieron enfrentamientos y permitieron que por primera vez en ocho años la música sonara duro y la fiesta se armara en el pueblo.

Tal vez su acto más osado ocurrió en 1999 cuando Colombia estaba pasando por uno de los momentos más angustiantes de su historia bajo el mando de un impotente Andrés Pastrana. El proceso de paz que se estaba gestando en ese momento era más una comedia que un bastión de esperanza, y la histórica silla vacía que había dejado Manuel Marulanda, alias Tirofijo, en la mesa de negociación en el Caguán era la imagen que daba la vuelta al mundo. En junio de ese año el comisionado para la Paz Víctor G. Ricardo, y el gobierno nacional decidieron que si había alguien que pudiera apaciguar la situación en la zona era Jorge Barón. Lo llamaron para proponerle hacer parte del proceso y que además fuera el intermediario. Barón armó un combo integrado por Óscar Agudelo, Gali Galiano, los Alfa Ocho, Magical Beat, Los Graduados, Oscar Golden y Los Gigantes del Vallenato, se fueron al municipio de Caquetá y en un acuerdo secreto con las FARC y el ejército le dieron vía libre al concierto. El propio Tirofijo fue el encargado de recibir y darle la mano a Jorge Barón apenas se bajó del avión. Tirofijo sí recibió al mítico dueño del entusiasmo, al rey de los hogares colombianos y no al presidente. En medio de negociaciones, bala y música llegaron más de 20 mil personas a la plaza principal de San Vicente del Caguán a bailar y cantar. Los fusiles se apagaron y hasta los guerrilleros se sentaron con banderas blancas. ¿Cómo no querer o admirar a alguien capaz de parar una guerra enarbolando la bandera de la música y la cultura?

Al hablar con él y sentir su tono tranquilo, mesurado con las palabras y atento a su interlocutor, es increíble pensar que alguien tan pasivo hubiese cambiado la historia musical del país. Por algo muchos dicen que los poderosos son los que menos tienen necesidad de gritar. ¿Y entonces qué lo pone de mal genio? Según él mismo admite y según contó en su autobiografía Mis primeros 40 años (con prólogo del expresidente Belisario Betancur), que le hagan perder tiempo o le incumplan una promesa. Pero su rabieta más fuerte sucedió cuando salió corriendo de la casa de su papá luego de que no lo apoyara en sus sueños de ser embajador; ahí decidió que quería dejar de ser un Varón. Sí, su apellido original es con V pero él corrió a cambiarlo en la notaria más cercana por uno con “B” y que representara todo lo que es, un gran “Barón”, pero sobre todo un hombre que cumple lo que se promete y que trabaja incansablemente.

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LA PATADITA DE LA BUENA QUE LE FUNCIONÓ A VARIOS

Durante todo el 2019 Jorge Barón y su equipo de trabajo de Jorge Barón Televisión están celebrando los 50 años del programa con una gira de presentaciones por 50 ciudades. Nos unimos a la parada en Cogua para atestiguar la romería de artistas nuevos que, como si estuvieran frente a un santo, buscaban al presentador para presentarse, entregarle sus discos y, con mucha ilusión, pedirle una oportunidad para hacer parte del show. Desde grupos de rancheras, vallenato, reggaetón y hasta música cristiana fueron recibidos por Barón quien miraba atento el material que recibía y los remitía con Nancy, la productora del programa. Mientras atendía a las personas me advertía que no había que cerrarle la puerta a nadie, que todos tenían talento.

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Y esta premisa es sincera pues su tarima ha estado abierta a presentaciones de más de 500 artistas emergentes de géneros que van desde la música popular que todos le piden hasta death metal; así sucedió en 1990 cuando la banda estadounidense Death realizaba la gira promocional de su álbum Spiritual Healing y puso al mismo Jorge a hacer un perfecto headbanging en los estudios, o cuando Kraken estuvo en El Show de las Estrellas para cantar la memorable Lenguaje de mi piel. Aunque su música favorita, el bambuco y la tradicional colombiana, no suena en el programa se baila las canciones en camerinos y escucha atentamente a ver si algo le gusta mucho para seguir llevándolo. Hoy tiene la satisfacción entera de decir que acogió a grandes exponentes de la música como Rocio Durcal, Juan Gabriel y por poco a Michael Jackson.

 “Hicimos todas las gestiones y estábamos a punto de traerlo para una gira que él iba a realizar en Latinoamérica, pero finalmente esa presentación no se pudo hacer. Él tuvo que cancelar la gira y nos quedamos esperándolo”

Entre la constelación también hay dos de los embajadores sonoros más importantes de Colombia, Shakira y J Balvin. Cualquier oportunista en su posición podría adjudicarse el éxito de estos iconos y reclamar haber sido el trampolín a su fama. Cuando le dije que él era el responsable de la fama de ambos luego de haberles dado la patadita de la buena suerte, se rio y se quedó pensando.

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“Johanita, esos eran otros tiempos. Los artistas llegaban al programa porque era una necesidad compartida: nosotros queríamos presentarlos y ellos requerían esa promoción. Eran otras épocas, en las que no había ni videos, ni internet ni YouTube. Tenían que venir.”

-¿Pero no cree que usted ha interferido en la carrera de muchos?

"Creo que hemos hecho nuestro trabajo de presentar música, el resto lo han hecho ellos con trabajo. A J Balvin le abrimos las puertas. No solo a él sino al reggaetón que todavía no era conocido en Colombia y estuvimos muy constantes presentándolo en el programa. Iba casi a todos los conciertos y después de muchos shows logró imponer un estilo y abrirle paso a este nuevo género musical en nuestro país. Ha sido un trabajo compartido."

-¿Y Shakira?

-Ella tenía 14 años. Llegó a nuestras oficinas con muchas ilusiones, con muchas ganas. Una niña muy profesional, muy carismática a quien presentamos por vez primera en la televisión en El Show de las Estrellas y justamente pues varias veces la presentamos, entonces en una de sus apariciones prácticamente pronosticó lo que iba a hacer su futuro y lo que es actualmente ella, porque dijo que era su sueño, que era su ilusión ser una gran cantante internacional, triunfar mundialmente y ahí lo está haciendo”.

“No hay que cerrarle la puerta a nadie”. Si hubiera que definir a Jorge Barón en una frase, sin duda sería esa.

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EN NOMBRE DE LA CULTURA POP, JORGE BARÓN

Su trabajo ha sido referencia para todos y hoy en medio de un mundo digital que no descansa, muchas generaciones que crecimos con él lo hemos respetado, admirado y vivido. Su cara ya no es solo la del presentador de El Show de las Estrellas sino la de La fiesta de los hogares colombianos que ha guiado para muchos el cambio de año a año.

Si bien su programa ha pasado por los dos canales privados, RCN y Caracol, y por el público Canal Uno, El Show de las Estrellas no es de nadie, es de todos. Es cultura general colombiana y el “ennnnntuuuusiiiiaaaassmo” y “la patadita de la buena suerte” serán eternas en este país.

¿Qué va a pasar con El Show de las Estrellas cuando usted no esté?

“Jajaja, pues eso sí hasta ahí llegaremos con El Show de las Estrellas. Hasta el momento ninguno de mis hijos, que son cinco, se ha inclinado por esto de la televisión. Vamos a ver. Pero trabajaremos hasta que Dios nos lo permita, nos dé salud y vida.”

Y está claro. Encontrar un segundo Barón será imposible.

 

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