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La lección que la pandemia nos dejó sobre el culto a los famosos

“Nosotros elevamos tu estatus público, tu poder económico, y no te vamos a poner atención de la misma manera en la que lo hacíamos antes".

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Foto: Gladys Vega/Getty Images

“Quedarme en casa es mi super poder”, dijo Gal Gadot en un video en el que cantaba Imagine de John Lennon y al que se unieron otros famosos. Si bien la idea fue bien recibida por algunos, fueron muchas más las voces críticas.

Por Paula Ricciulli // @ricciup. 

Tal vez no es un buen momento para “imaginar un mundo sin posesiones”, cuando todos hablan de la peor crisis económica en 80 años y miles de personas han perdido sus trabajos. 

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Y si así fue con Gal Gadot, los comentarios fueron similares para muchos famosos que, debido a la cuarentena, enviaron mensajes optimistas desde la comodidad de sus mansiones. “¡Quédate en casa!” decían muchas celebridades en su Instagram con sus enormes jardines o piscinas inmaculadas de fondo. Nos hicieron sentir como en Parasite, cuando el padre de la familia protagonista escucha a la mujer para la que trabaja decir que “la lluvia fue una bendición”, mientras él tuvo que pasar la noche en un albergue luego de que su casa resultó destruida por el agua. Lo que para unos es una bendición, una oportunidad para “reinventarse”, “redescubrirse” o sobreactuarse, para otros es la ruina. 

Los perfiles en redes sociales abrieron la puerta a la vida privada de “los famosos”. Muchos de ellos la exponen por su propia cuenta, haciendo de su modo de vida una extensión de sus carreras. Y, en tiempos de pandemia, ha sido chocante. ¿Estamos entonces ante el fin de la cultura de las celebridades? 

En su artículo del New York Times Amanda Hess cree que la pandemia fue un momento que cambió la forma en la que nos relacionamos con las celebridades y las élites. “Uno de los impactos sociales de coronavirus es su rápido desmantelamiento a la cultura de la celebridad”, explica Hess. Por su parte, Arwa Mahdawi en The Guardian afirma: “los ricos y famosos están desesperados por demostrar que estamos en esto juntos. De hecho, el virus ha resaltado lo falso que es esto”. Por más que con sus historias en pijama (o en el caso de Madonna, en una tina llena de pétalos de rosa) quieran parecer que son iguales a nosotros, no, no lo son. 

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Hoy el público no solo espera que sus estrellas preferidas hagan bien lo que saben hacer: también es importante que estén alineadas con sus ideales políticos y sociales. J Balvin es un ejemplo reciente de ello. Elogiado y muy apreciado por el público en 2018 por su exitoso disco Vibras, que lo convirtió en uno de los artistas más exitosos del mundo, recientemente recibió críticas por su ostentosa fiesta de cumpleaños en plena pandemia. En 2019 generó rechazo  su apoyo a Chris Brown,conocido por sus casos de violencia contra las mujeres, y también por su silencio ante el paro nacional que movilizó a miles de personas contra el gobierno. “Que si están marchando es porque algo no anda bien. El pueblo me lo pide. Pido paz, pido amor, necesitamos que nos escuchen”, fueron las palabras de Balvin en un concierto en Medellín después de que miles de personas en redes sociales lamentaran que uno de los artistas más importantes del país no se hubiera manifestado frente a lo que estaba sucediendo. 

“Yo no soy el presidente de Colombia”, fue la justificación de Balvin para no decir nada al respecto del paro. Con esta frase el público fue implacable para criticar el hecho de haber guardado silencio sobre la situación en Colombia y haberse pronunciado a regañadientes, mientras que, meses después, publicó un emotivo texto contra el racismo en su Instagram, a propósito de las protestas en EE.UU tras el asesinato de George Floyd a manos de la policía. 

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Parece que el mensaje caló, pues, tras un tuit algo desconcertante... 

se pronunció por la muerte de Anderson Arboleda a manos de la Policía. Si bien muchos cuestionaron lo genuino del mensaje, logró visibilizar un tema importante para su audiencia. 

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¿De dónde viene el culto a los famosos? 

Según explica la autora Sharon Marcus en On the 18th-Century Origins of Celebrity Worship, durante muchos siglos, los gobernantes y conquistadores fueron las primeras celebridades. A finales del siglo XVIII los escritores y artistas empezaron a ser más populares entre la gente y personajes como Lord Byron u Oscar Wilde se acercan mucho a lo que son las celebridades hoy. 

Para la segunda mitad del siglo XIX, los periódicos se hicieron más populares y, para vender más, empezaron a hablar de personajes más conocidos para la gente. Las personas tenían más tiempo libre para ir a teatro y entretenerse. En esa época eran personajes con algo de independencia, algo que no sucedió con las celebridades de la era de oro de Hollywood de varias décadas después, que vivían a merced de los estudios. 

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Las redes sociales sin duda marcan una nueva era en la cultura de las celebridades en la que, en teoría, cualquiera puede ser famoso o “influencer”. Ante la creciente oferta de “ídolos”, la gente cada vez es más selectiva con quienes sigue y quiere responsabilizar a las figuras públicas por sus acciones. 

En ese contexto, viene ganando popularidad la cultura de cancelación o “cancel culture”, que se refiere a un boicot espontáneo provocado cada vez no estamos de acuerdo con las acciones o declaraciones de una figura pública. El término empezó ganando fuerza en 2015, a manera de broma para rechazar algo que no nos gustaba. En 2017, con el movimiento #MeToo se consolidó entre quienes querían desvincularse de los abusadores y famosos como Kevin Spacey o Bill Cosby. “La palabra sigue la tendencia de los servicios de streaming por suscripción en que ingresar es tan fácil como retirarse”, explica Jonah Engel Bromwich en El New York Times.

Veníamos acostumbrados a que las figuras públicas podían hacer lo que quisieran sin consecuencias. “Cancelar a alguien es reconocer que no tienes el poder de cambiar la inequidad estructural. Ni siquiera tienes el poder de cambiar un sentimiento general. Pero, como individuo, tienes poder”, explica en Vox Charity Hudley, estudiosa del lenguaje de la universidad de California, Santa Barbara. La autora agrega: “Nosotros elevamos tu estatus público, tu poder económico, y no te vamos a poner atención de la misma manera en la que lo hacíamos antes. Puede que no tenga poder, pero mi poder es ignorarte”.  

Si bien la reflexión sobre el lugar del consumidor no era algo nuevo, el aislamiento demostró más que nunca la desconexión de los famosos con lo que sucede a su alrededor y que público no traga entero sus mensajes vacíos. Si el superpoder de Gal Gadot es quedarse en su casa, el superpoder de las audiencias es ser más selectivos con quienes siguen y a qué personajes dedican sus “likes”. Como en el capítulo de Los Simpson de las vallas publicitarias que cobran vida, si los monstruos no tienen nuestra atención, mueren. 
 

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