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La linterna: el taller caleño que lucha por mantener vivo el cartelismo

Arte de la calle a nuestras casas.

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En tiempos en los que parecemos vivir una hegemonía de contenido digital, ¿Aún tiene cabida el cartelismo? La linterna, el taller de imprenta caleño que durante mucho tiempo fue uno de los principales encargados de la publicidad gráfica en el país, demuestra que sí. 

Texto: Elkin Escobar B // @elkinescobarb. Fotos: La linterna

“Tenía 16 años cuando llegué a La linterna, en el 81. Toda mi vida la he pasado aquí, aquí he construido todo. Yo a mucha gente le digo que la linterna ha sido para mí la universidad de todo, aquí aprendí la ortografía, aquí a prendí a dibujar y muchas cosas” comenta con orgullo Jaime Enrique García, uno de los impresores tipográficos de La Linterna.

La fecha exacta de la creación de esta imprenta se ha perdido entre los miles de carteles que han empapelado a Colombia con uno y otro mensaje. Pero, según un anciano que se acercó hace poco al taller ubicado en el tradicional barrio San Antonio en Santiago de Cali, esta imprenta existe desde antes de 1983, y es posible que este visitante casual esté en lo cierto, pues según los registros La Linterna empezó como un periódico fundado por Simón Henao, y el anciano señaló haber trabajado como repartidor de este periódico local cuyo lema era “Una luz en la pared”. Así las cosas, el nombre de taller cobra un poco más de sentido.

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Para sobrevivir hay que ir un paso adelante, habla la voz de la experiencia

De su etapa como periódico quedaron algunas cosas, como el tipo de papel sobre el que imprimían y el deseo ferviente de mantener informada a la ciudad. En 1960 la empresa decidió apostarle a los carteles urbanos, que eran una de las opciones de divulgación de información relacionada con cualquier tipo de eventos más comunes en el país. Gracias a la calidad de su trabajo logró posicionarse en esta reducida industria.

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Hoy, La linterna tiene en su haber un banco de logos de empresas y organizaciones como Café Agula Roja o el Teatro Nacional con las que trabajó durante sus años de prosperidad. Además logró que sus carteles estuvieran en los muros de Barranquilla, Cartagena, Sincelejo, Pereira, Armenia, Bogotá, Ibagué, Popayán, Pasto y, por supuesto, Cali.

Las cosas tenían buen color para el taller durante esos años y la implementación de la ilustración en sus carteles y el grabado en linóleo le dio un estilo único que lo convirtió en el más apetecido por las marcas del país. En 1990 fue necesario abrir un punto de atención en Bogotá.

“Las otras imprentas se quedaron solamente con tipografía, no evolucionaron. Entonces las empresas miraron la ilustración en la calle y comenzaron a pedir trabajos ilustrados. Para todo concierto grande que llegaba a Colombia los carteles llegaban aquí de primerazo” recuerda Héctor Iván Otalvaro, impresor de La linterna.

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¿Evolucionar de nuevo o quedarse en la historia?

Pero la llegada del nuevo milenio trajo vientos de cambio. ¿Para qué hacer carteles en gigantescas máquinas manuales del siglo XlX siendo que resultaba más práctica su elaboración en computador? Se auguraba entonces un enorme reto ¿Cómo podían competir sus sistemas contra el en ese entonces poderoso Windows XP? Mientras los clientes corrían tras las nuevas gamas de colores de las impresoras digitales La Linterna trabajaba con ímpetu por mantenerse en su recién alcanzado podio, lo que hizo durante varios años, luchando por permanecer ante esta ola de nueva tecnología.

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“Por lo que estaban pasando posiblemente en junio del año pasado tenían que cerrar, entonces dijimos: vamos a hacer un evento de despedida porque la linterna no se puede ir sin que nadie se dé cuenta que esto estaba aquí. Ese fin de semana llegó mucha gente al taller, muchos diseñadores y personas que querían saber del tema, más o menos trecientas personas cada día circulaban por acá. Se vendieron muchos carteles y cuando cerramos la jornada de los tres días dijimos: ¡la linterna no puede cerrar!” comenta Patricia Prado Pavón creadora del estudio creativo Ternario y quien se ha convertido en una de las abanderadas de la conservación de este espacio.

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Una vez más La Linterna logró sobreponerse a la novedad. Aunque todavía está en fase de riesgo, esta imprenta se ha convertido en poco tiempo en un espacio que trabaja para conservar el oficio de la impresión con tipos móviles (piezas en distintos materiales que contienen formas tipográficas en relieve que junto a la maquina adecuada funcionan como impresoras) en medio de un mundo online. Para cumplir con este cometido la estrategia es sencilla, pero muy efectiva: darle un valor agregado a los carteles que una vez estuvieron a la intemperie sin más función que informar sobre un evento o noticia en particular.

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Gracias al trabajo conjunto con varios artistas y diseñadores en esta nueva etapa, La linterna ha logrado que el cartel callejero, esa expresión trasgresora para muchos, cobre un valor artístico y sea digno de ocupar un espacio en el hogar de cualquiera que se dé un recorrido por el taller. Desde 2017, ha lanzado 4 colecciones de obras distintas, que son verdadero objetos de colección: Tipos, tintas y rock and roll un homenaje al mencionado género musical, FlashBack un colorido tributo al cine de los 80, Váyalo el sentido homenaje de parte de La Linterna a la salsa clásica y, a propósito de estas fechas, con color a fútbol no se podía quedar por fuera el homenaje al balompié “La linterna mundialista”. 

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“Aquí eso también hace parte de lo romántico, esa imperfección, el color que se corre, el color que no sale en todos idéntico los carteles; eso genera que de esos “100” afiches todos sean diferentes porque hay una variable. Y eso llama la atención” afirma Carlos Andrés Carrillo, uno de los seis artistas del colectivo que ha dedicado sus fuerzas en mantener viva esta imprenta.

Además de las colecciones especiales, que de hecho son limitadas, La Linterna acondicionó uno de sus cuartos como una tienda y espacio de exposición en donde cualquier visitante curioso puede echarle una ojeada a los trabajos que se hacen aquí. “Es como una especie de actividad de supervivencia que nos lleva a generar muchas cosas que se pueden hacer en las maquinas” comenta Patricia. Y efectivamente han pasado de hacer sólo carteles hasta calendarios, camisetas y preparan un catálogo tipográfico, todo esto con el toque clásico y lleno de letras que ofrecen las máquinas de impresión.

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“Cuando hacemos una nueva colección siempre organizamos una muestra gráfica, abrimos las puertas de la linterna y viene mucha gente acá a tomar cerveza, a comer empanada a escuchar música y a ver la exposición. Eso dinamiza mucho la tienda” comenta Patricia Prado. Ese es otro de los logros que ha conseguido el taller en esta nueva etapa: crear un espacio de exposición abierto a al cualquier tipo de público y que rompe todas las reglas que acompañan una exposición artística tradicional.

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En palabras de Carrillo, “la búsqueda también es que la gente del común se pueda llevar una obra de arte sin necesidad de hacer una inversión absurda que es lo que la gente normalmente piensa, la idea es que la personas puedan ver algo que les agrade y se los lleve” las puertas de la linterna están abiertas si desean colaborar con el taller, comprar un cartel o simplemente ir a observar con una cerveza en la mano.

No sabemos cuánto más duren los carteles en las calles, ni cuál sea final de La Linterna, pero si algo es seguro es que no piensan rendirse aún.

Carrera 5 # 2-70 San Antonio, Cali. 

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