Adela Ferrer, La Chachi, Karen Daluxa, Madorilyn Crawford, Karen Michell y Roxanna Miranda son los nombres de seis iconos del transformismo colombiano. Hoy luchan contra la edad, las malas condiciones de trabajo, la paradójica discriminación de algunos sectores de la comunidad gay pero, sobre todo, por demostrar que lo suyo es una suprema manifestación artística.
Por: Alfred Lord // @AlfredLord
Fotos: Fox // @Fox_Ph
¿Qué es transformarse? ¿Qué hace que un cuerpo quiera renacer en otro, así sea por unas horas y gracias a capas de ropa y maquillaje? ¿Por qué hombres y mujeres tientan sus límites y se lanzan en una exploración que desdibuja las fronteras del sexo y buscan redefinir su identidad? Las respuestas son eternas, van mucho más antes que nosotros, y exponerlas acá obligaría a un tratado de estudios sociales. Pero les llevamos la pregunta a seis transformistas colombianos que llevan mutando su género desde hace varias décadas.
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Nos encontramos con un grupo de personas que ejercen este acto como un arte sublime, intentando perfeccionar un show musical, vigilando celosamente los detalles, tratando de estar al día de las tendencias de moda y, en medio de todo, persistir y luchar dentro de un medio gay que paradójicamente discrimina más que el heterosexual.
El transformismo y el travestismo pueden confundirse, pero están en una delgada línea divisoria. Mientras que en el primero solo existe el interés de transitar entre lo masculino y lo femenino sin ningún procedimiento estético más que el relleno de espuma para darle al cuerpo masculino curvas femeninas, el segundo vive permanentemente en el género contrario, intentando feminizar o masculinizar el físico sin modificar la genitalidad.
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Las seis historias que están a continuación también hablan de una ciudad y una movida fuerte pero que se movía en las sombras; hablan de espacios que entendieron al transformismo como un espectáculo y un arte. Los lugares que durante los 80 y 90 acogieron los primeros shows de transformismo fueron claves para poder desarrollarlo como arte. Más que bares o discotecas, estos lugares eran templos donde las canciones de grandes artistas de plancha, ranchera y balada romántica eran representadas en el escenario, donde las noches teatrales la comunidad LGBTI podía ser libre, mientras afuera luchaban por ser respetados y reconocidos.
Estos seis transformistas cuentan por qué quieren seguir en el escenario, lo bueno y lo malo del oficio, sus orígenes, sus otros-yo con los que conviven a diario. Sus historias sirven para saber qué hay detrás de estos hombres que se perfeccionan bajo la apariencia de una mujer.
ROXANNA MIRANDA, LA REINA DE LA PANTERA ROJA
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Desde los 15 años Camilo* un bogotano con sus amigos gays del colegio descubrieron las discotecas y los cafés para encuentros. En una de estas salidas vio un show de Madorilyn Crawford y quedó fascinado por el performance y el vestuario. Un año después, en el 2002, conoció a Nizul a, diva del transformismo, quien le aconsejo que intentara vestirse de mujer. “El temor al rechazo del mismo medio gay no me dejaba hacerlo, hasta que un día Nizula me ayudó a hacer toda la producción. Después de la transformación me sentí bien, tenía 16 años y sí había quedado bonita como me había dicho Nizula. Me llevó un domingo a la discoteca La Pantera Roja donde había un espacio para presentaciones de transformistas principiantes, ya que viernes y sábados eran de las grandes. Había que hacer una o dos canciones para que el dueño de la discoteca te viera, si funcionaba te programaba para los miércoles”.
“Mi primer show fue espantoso, me pesaban hasta las pestañas y no sabía caminar en tacones, Nizula me hizo aprender seis canciones de Isabel Pantoja y Rocío Jurado, entre otras. La mayoría de transformistas se inclinaba por la música ranchera y mexicana, preparé canciones de Rocío Durcal, Ana Gabrie l y por gusto personal una de Celine Dion con la advertencia de que muchos que no les gustaría. Pero yo me la sabía, la quería hacer y me fui con ese repertorio. Hice Rocío Durcal y me fue como un culo. Escuché al dueño del bar decir ‘ese niño es muy bonito pero no sabe hacer show, si no mejora no vuelve a salir’”.
Después de escuchar esto salió nerviosa al escenario nuevamente. “Angustiada salí con la canción de Celine Dion Ne partez pas sans moi con la que ganó Eurovisión en 1988 y les gustó muy pocas cantaban en otro idioma yo venía de un colegio bilingüe y el parecido físico me ayudaba, logré que me programaran para el miércoles siguiente y preparé un repertorio con cosas que me han gustado toda la vida, cosas distintas a las de las demás, canciones de artistas que me gustaban mucho como Amelita Baltar o Paloma San Basilio . Al dueño le gustó entonces me posicioné como una de las nuevas que podía llegar a ser una artista”.
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Recuerda con precisión la entrada a La Pantera Roja, una puerta de vaivén con decoración rococó, que daba la bienvenida a clientes amantes de la moda. “Tenías que llegar con el abrigo de piel, el pelo elaborado, guantes, vestido, zapatos; el consejo que me dio mi madre (Nizula) fue que entrara con la cabeza en alto, saludando a todo el mundo. Me decía que yo era la diva de la noche y así debía serlo siempre que pisara la entrada la gente fue muy amable, me trataban como una artista”. Pero los tiempos cambian. Ahora todo se ha simplificado, la gente ya nos les pide autógrafos ni fotos, ni las esperan después de cada show para conocerlas y felicitarlas.
La Pantera Roja era el templo de las transformistas tenía el muro de la fama donde todas querían tener su foto exhibida. “Empecé a ganar muchos concursos de belleza y talento en los diferentes bares de la capital que era la forma de darse a conocer en aquel momento, si no ganabas coronas y otros concursos quedabas como una artista mediocre”.
Empezó ganando 700 mil pesos que, en los noventa, era una buena suma por cada show de transformismo. Estudiaba en la universidad diseño gráfico, ayudaba para los gastos, y el nombre de Roxana Miranda sonaba cada vez más. Había nacido una nueva estrella, pero quería convertirse en icono. Todo su contexto se iba renovando, las antiguas divas pasaban de moda y llegaban otras a las que había que adaptarse como Lady Gaga o Ariana Grande. Se adaptó a eso porque el público lo pedía y al ser la más joven de sus colegas podía jugar más con los personajes.
La mayoría de clientes de La Pantera Roja eran mayores que disfrutaban con la música romántica, pero la rumba gay se fue volviendo más tecno, más electrónica, y empezaron a entrar dj que no solo ponían música sino que producían sus propias mezclas. “Los nuevos chicos venían con otra onda y si uno les hacía un show de Rocío Durcal no lo recibían bien. Cambiar fue lo que me mantuvo y me tiene vigente hasta el día de hoy”.
Roxana actualmente tiene una casa de transformismo, cerca de El Campín, donde asisten entre 15 y 20 chicos que quieren vestirse solo por una vez o prepararse para un concurso, les enseña a las nuevas todo lo aprendido preparándolas para concursos de belleza y talento. Cuando ellas avanzan muchas adoptan el apellido Miranda, convirtiéndose en hijas y discípulas. Ella asegura que la preparación nunca termina por eso continúa a la vanguardia para incluso maquillar a las grandes.
Había aprendido de la mejor, de Nizula, quien hacía la ropa de la mayoría de transformistas en Bogotá. Cuando su maestra murió dejó un gran vacío en el medio y una gran necesidad porque la ropa que se conseguía de mujer no se adaptaba al cuerpo de un hombre, y las lentejuelas y cristales no eran habituales en el vestuario típico de las mujeres colombianas. Roxana decidió poner en práctica lo aprendido, en parte porque había otros diseñadores pero eran más costosos. Poco a poco perfeccionó su técnica e importó tendencias y materiales que se usaban en el resto del mundo. Ahora tiene un gran equipo que trabaja con ella, un diseñador que le hace el vestuario dependiendo del show, un maquillador para los eventos, prepara canciones y las pone en consideración de la familia transformista que la acompaña,
Sin embargo, su decisión sobre ser transformista también ha tenido dudas motivadas por su vida sentimental, por su relación con los hombres, porque cree que no logra encajar y se puede quedar solo luego de muchas vueltas. “La cultura gay es de masculino con masculino yo soy un hombre pero a mi pareja no le cabe en la cabeza estar con alguien que se vista de mujer ocasionalmente. Piensan que por transformarme quiero ser mujer, han sido muchos años de explicarles a personas que han compartido conmigo la vida que yo soy común y corriente y que Roxana es un personaje. Las relaciones son efímeras, la mayoría duran cinco o seis años, y yo no puedo sacrificar mi bienestar económico Roxana me ha dado rentabilidad y me gusta mucho encarnarla. Decidí que si un persona quiere estar conmigo tiene que aceptar mi forma de ser y mi estilo de vida”. Mientras que Camilo* es seco, Roxana es cariñosa. Es el arte de la transformación llevado a su máxima expresión.
Según Roxanna el transformismo tiene picos por épocas, cuando un personaje sale en televisión o es más expuesto los buscan. “Cuando Endry Cardeño hizo Los Reyes todos los medios querían saber de nosotros y dónde estaba el transformismo. Cuando se terminó la novela se calmó la cosa, pero con Dana Sultana volvió el boom. Los estudiantes de psicología o humanidades buscan a muchas de nosotras para hacer sus trabajos de grado por el cuento del género. Y últimamente hay un nuevo interés porque a través de la política pública se creó un género que es la T –Travestis, Transexuales y Transformistas– que abre preguntas como que si tienes que ser gay para ser transformista. Hay muchos imaginarios, que todas las transformistas queremos ser travestis o que todas las travestis quieren llegar a ser transexuales. Pero tú transitas en el género hasta donde se te dé la gana, muchos como yo solo queremos ser transformistas, no nos interesa para nada vivir de mujer 24 horas al día y no nos interesa sentirnos identificados en otro género. También se dice que se necesita ser homosexual para ser transformista o por lo menos tener deseo por otro hombre; eso también es equivocado porque la gente liga la orientación sexual con la identidad de género, que son cosas muy distintas, puedes ser gay pero eso no tiene nada que ver con el gusto por la transformación. Hay hombres casados a los que les gusta usar las prendas de su mujer, eso es una fijación y ese es otro tipo de transformismo, el nuestro es más artístico pero lo han denominado ‘travestismo del closet’ para darle una connotación más sexual”.
Roxanna ha cumplido el sueño que se propuso. Tuvo su foto en el muro de la fama de la Pantera Roja, ganó todas las coronas por las que compitió, se presentó en el escenario gay más grande de Latinoamérica –Theatron–, en el Jorge Eliécer Gaitán –como presentadora del concurso Mujer T organizado por la Alcaldía–, actuó en la película Buscando a Miguel (2007) de Juan Fisher en la que también entrenó a la actriz Laura García que tenía que interpretar a una trans. Estudia canto, quiere hacer un show en vivo y girar fuera del país. Quiere ser una profeta del transformismo clásico, luchar porque no muera, hacer respetar un oficio. El oficio que le ha dado todo.
“Muchos de los chicos nuevos se han dedicado a transformase sin escuela consiguen un vestido cualquiera y los maquilla la hermana el problema es que no es lo mismo, el maquillaje profesional transforma la cara de un hombre que no es algo fácil, es un proceso de dos horas, las pelucas de Halloween no sirven, no es una cuestión de ponerse maquillaje y salir, ahí es cuando la imagen del transformismo se va dañando. Nuestro placer está sobre el escenario. Mi arte está en vestirme de mujer y hacer mi papel femenino, pero si algún día me toca hacer el personaje masculino sentiría exactamente lo mismo”.
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ADELA FERRER, APASIONADA POR LA MÚSICA
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Todo comenzó en la capital, llegó a Bogotá en 1994 procedente de Villavicencio (Meta) para terminar sus estudios y descubrió el mundo de la fiesta gay. Unos amigos la llevaron por primera vez a una discoteca donde se deslumbró y vio la oportunidad de ser reina de belleza, el primer reinado fue en una discoteca del centro llamada Dandy, aunque no sabía caminar en tacones entró de relleno a un concurso de belleza y le sirvió de escuela, en una semana dominó los tacones, no ganó, pero consiguió la oportunidad de participar en Miss Mundo en 1997 donde quedó de primera princesa. En 1988 llegó a Miss Universo, donde quedó de finalista. Por fin, la corona llegó en 1999 cuando ganó Miss América. Eso reforzó su deseo de ser artista que se nutría estudiando música en la Universidad Nacional en una época en la que la música era lo suyo.
Ahí comenzó su vida en el transformismo era un chico con una vida normal que vivía con la familia. No había forma de salir abiertamente del closet así que su metamorfosis fue paulatina se vestía solo para las fiestas y concursos.
Las amigas le recomendaban aplicarse hormonas para afinar su feminidad, hoy lo lamenta porque asegura que el daño que se le hace al sistema endocrino es irreparable. Vivió esa época y la del silicón para la cola y las caderas, lo hizo en Ecuador, el paraíso en esa época de las intervenciones estéticas para transformistas.
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Desde el momento en que se subió a un escenario no se ha bajado, asegura que para estar vigente en el medio artístico lo más importante es evolucionar.
Cuando comenzó el transformismo había dos reinas absolutas en el mundo gay, Jessika Welch y Lady Cleo, ellas la invitaron a una de sus presentaciones para hacer un intermedio, el primer tema que interpretó fue un popurrí llanero llamado Yo soy Venezuela cantado por Nancy Ramos , cuando vio al público enloquecido se dio cuenta de lo que lograba en el escenario y que el transformismo era lo suyo.
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Después de esa presentación la enviaron a representar a la capital a un concurso en Cali llamado La espada de Ulises ; un concurso con todo pago y una guerra declarada entre las caleñas contra las bogotanas, todo porque las caleñas eran mejores bailarinas pero las bogotanas vocalizaban y lograban hacer más creíble el show. En Cali ninguna bogotana había podido ganar, en esa época rompió esquemas y gano el concurso.
Pero en esos años no todo era reinados y fiesta, cuando comenzó su carrera había mucha intolerancia, la policía llegaba a hacer “batidas”, como se conocía en esa época las requisas, y se llevaban a todo el mundo no importaba si tenía sus documentos en regla o no, era más un ataque a la comunidad gay y, sumado a todo ese tipo de abuso físico y verbal, no había con quién quejarse ni existía ninguna entidad clara que las respaldara.
Para la diversión siempre han existido los excesos de alcohol y droga, pero Adela afirma que se conforma con un buen trago para pasarla bien.
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“No hay que dejar caer el cuadro” es un dicho popular que usa para resumir que hay que mantenerse vigente, con su evolución musical da el mejor ejemplo pues cuando comenzó cantaba música llanera, después ranchera, siguió la plancha y vive al día ahora con los éxitos actuales como: Si se fuese fue de Francy, A chillar a otra parte , Ya te olvidé de Yuridia; sin olvidar grandes clásicos como: La Vecina de Fabián Ochoa, Me nace del corazón de Rocío Durcal, El Crucifijo de piedra de Linda Ronstadt, que el público siempre le pide que interprete.
Asegura que las transformistas de su generación les han facilitado el camino a las nuevas generaciones, su lucha constante para ser aceptadas y respetadas, se ve ahora con la tranquilidad de sentirse libres y respaldadas.
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Dentro de sus logros más significativos está el haber sido parte de una obra de teatro En el 2007 bajo la dirección de Luis Augusto Vega hizo la obra de teatro Atrápenlas si pueden , una comedia que reunía varios transformistas colombianos, era un sketch de 5 mujeres representando situaciones cotidianas, la casada, la estudiante, el ama de casa. También su participación en dos ocasiones en un reality de talento.
No se define como activista, pero sí es un artista que siempre quiere demostrar una cara diferente del mundo trans. Ha participado en dos ocasiones en política: en el 2008 como candidata al consejo de Bogotá y en 2016 como candidata a Edil de la Localidad de los Mártires por el partido político Cambio Radical.
LA CHACHI, POR ENCIMA DEL BIEN Y DEL MAL
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A finales de los 80 y principios de los 90 existía en la capital bogotana Piscis, una de las discotecas gay más reconocidas del centro de la capital. En esa época La Chachi llegó a Bogotá cargada de anécdotas de la mejor escuela de comparsas y disfraces del país, el Carnaval de Barranquilla, donde su papel siempre fue de hombre. Sin embargo en una ocasión faltaba una chica en el grupo y fue la oportunidad de vestirse de mujer. En ese momento tenía 18 años. Cuando su padre se enteró que estaba con en esas “vagabundinas”, como les dice La Chachi, le quitaron la ayuda económica para seguir estudiando en la universidad.
El bachillerato lo estudió en Bogotá y esa época vivida en la capital le permitió regresar a Barranquilla como pez en el agua. Su padre costeño, machista, con cinco esposas que le permitían no dejar duda de su hombría, no le volvió a dirigir la palabra y le incomodaba mucho ser ignorado. Esa situación fue la que lo motivó a dejar Barranquilla y regresar a la capital.
En Bogotá ya conocía la vida nocturna gay. Afirma que los bares antes eran mucho mejor. Tal vez por la música en una época en la que no había internet y era una novedad escuchar los acetatos que traía la gente de Estados Unidos, especialmente para las discotecas gay, en el resto de las discotecas no se escuchaba lo mismo, un claro ejemplo de esto es que Madonna comenzó su reinado en las discotecas gay no solo del mundo sino de Colombia también.
La primera vez que se vistió fue en Piscis, la discoteca ocupaba una manzana completa, tenía dos ambientes, uno de música americana y otro de música romántica y bailable de la época. Esa fue la cuna de muchas transformistas.
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“En esa época si íbamos a hacer un reinado, llegaba la policía y nos llevaba a todas las candidatas, así que primero hacíamos el reinado en la Quinta Estación de Policía. Aprovechábamos y seguíamos ensayando, así trasnochadas y todo salíamos a las 11 de la mañana del día siguiente cuando llegaban camiones de personas que no importaba si tenían documentos o no, hasta se llevaban los meseros de los bares, era una situación difícil para todo el mundo” cuenta La Chachi.
Empezó trabajando en las discotecas como Dj, así conocía mejor la música y fueron los lugares donde empezó a hacer los primeros shows, eso mejoraba sus ingresos pues cobraba como Dj y por cada show.
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Lo que más recuerda de la época son los reinados asegura eran verdaderos espectáculos, se fabricaban pasarelas de madera que recorrían todo el salón, el vestuario llegaba de diseñadores famosos como Alfredo Barraza o Carlos Arturo Zapata, que los prestaban después de un reinado de Cartagena, eran como recicladores que recibían accesorios y vestuario de grandes eventos de belleza nacionales. Pero eso ha cambiado porque ahora hay casas de transformistas y todas cosen, con el maquillaje recibían la colaboración del maquillador de los artistas que eran portada de la revista Elenco, una revista que circulaba con el Tiempo, y así conformaban grandes equipos de trabajo. Para ella fue fácil pues siempre contó con amigos que lo sacaban de apuros y le ayudaban en maquillaje y vestuario.
Asegura que para ser un buen transformista se necesita actitud y muchas ganas, “la gente antes se preocupaba más por la producción del transformismo, ahora por lucir más mujer con nalgas y senos”. Nunca sintió la necesidad de colocarse hormonas. “El que quiera, que se ponga lo que sea”. Tuvo muchos amigos que se fueron para España o Italia porque eran los destinos favoritos y escogidos por los transformistas en esa época. Incluso llegaron a ofrecerle dinero prestado para el viaje, “la vida no era fácil en Europa, tenían que estar desnudos, tomando brandy, era muy duro, había que tener alma de travesti”.
Está convencido que para mantenerse en el medio hay que tener buenas relaciones con todo el mundo y estar siempre actualizado, no encasillarse. “Como siempre sale gente nueva hay que renovarse”.
Su trabajo en discotecas como Piscis y Alex le traen gratos recuerdos de los reinados que duraban un mes para escoger la ganadora durante ese tiempo cada fin de semana se vivía una eliminatoria diferente donde había coreografías, bailes y shows. Ahora todo tiene que hacerse en la misma noche porque de lo contrario nadie va si al fin de semana siguiente el lugar tiene el mismo evento.
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“Lo más difícil del transformismo son los dueños de los bares que nos han relegado un poco y le han dado paso al morbo del stripper. El pago se ha reducido, no valoran mucho todo lo que cuesta vestirse. Ahora hay más niños nuevos que lo hacen más por divertirse y hasta por una media de guaro”.
Tener un nombre en el mundo transformista ayuda igual que en cualquier medio artístico: “ya no te esfuerzas tampoco por querer hacer de más ya tienes un nombre que te respalda y uno está por encima del bien y del mal. De los nuevos siempre preguntan si tienen buen show, de lo contrario pasan sin pena ni gloria”.
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Musicalmente ha interpretado varios géneros empezando por el pop en inglés pues el ambiente de la discoteca donde trabajaba ayudó a esto. “El dueño era un visionario a él le traían la música de Estados Unidos principalmente y por esos días yo hacía de Grace Jones el sitio era como un teatro, había segundo piso y nosotros bajábamos por una cuerda con una polea hasta el escenario era la entrada más espectacular, te tirabas del escenario al piso a seguir haciendo el show. Se ensayaba mucho todo el tiempo, en un reinado se ensayaba hasta tres días seguidos, antes del evento.”
Las fiestas eran de lunes a domingo, “no sé si había mucho dinero o era por la novedad de la música”.
Quiere permanecer en el transformismo hasta que pueda hacerlo de la mejor manera sin que se vea decadente, sobre todo por qué está convencido que viene una gente mucho mejor y eso hay que reconocerlo. Segundo porque es desgastante y los que los contratan no aprecian lo que hace y el pago por un show es mínimo, “mejor quedarse en la casa, hasta los premios cambiaron. Ahora la corona es hecha en cualquier material y el premio en efectivo es de 300 mil pesos, pero a la gente le gustan los títulos no sé para qué pero los quieren. He visto candidatas que le pagan el cover de 50 personas, a 10 mil pesos cada una, para que les hagan barra y aparte de eso les dan trago”.
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Aunque hay más espacios para la comunidad LGBTI, para el transformismo se han cerrado, antes La Chachi en una noche hacía tres y cuatro shows, ahora los bares no buscan este tipo de show y tampoco los dejan entrar si no se presentan esa noche. “Ninguna de las que son profesionales vivimos de esto, todas tenemos otra profesión”.
“A mí me desestresa vestirme, me mantiene activo, lo hago porque a pesar de mi edad aquí estoy, cuando me paro en el escenario estoy mejor que muchas".
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"Muchos se acercan y me dicen que se quieren vestir de mujer siempre los aconsejo que lo hagan, pero que sea con alguien que sepa, no con la señora de la peluquería de la esquina, es diferente alguien que maquilla a una mujer y que cambiarle el aspecto a un hombre. Después de eso se dan cuenta si sirven o no para el show, no tiene nada que ver la belleza, algunas sirven solo para reinas”.
Durante muchos años solo había tres grandes eventos en el año, eso mantenía vigente el transformismo, ahora con tanto reinado se ha perdido el interés, la magia y la novedad de ver un transformista.
KAREN DALUXA, LA DUEÑA DEL TRONO GAY
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Danny fue criado entre Armenia y Bogotá de una manera conservadora y tradicional nunca le gustó la idea de vestirse de mujer porque eran cosas que no eran bien vistas en su familia. Paradójicamente ser homosexual tampoco era bien visto, pero si eras un chico y te veías como tal, la familia no se sentía tan acosada socialmente. Toda la vida fue gay y por una relación sentimental que lo dejó destrozado evidencio su condición sexual pero también comprobó el apoyo y la solidaridad de su familia.
Le tenía pánico a los que se vestían de mujer, pero soñó con ser artista, y el transformismo le dio esos 15 minutos de fama, siempre quiso estudiar actuación, baile y todo lo que tuviera que ver con arte. En Bogotá conoció toda la movida transformista, la famosa discoteca La Tasca Santa María –en boom por sus domingos de fiesta– y su sonado evento “La hora del desahogo”, en el que chicos cantaban y eran premiados según el aplausómetro del público.
En sus inicios hacía shows imitando a artistas como Roberto Carlos o Silvio Jiménez. El concurso de “La hora del desahogo” creció tanto que organizaban eliminatorias y les entregaban a los concursantes una estatuilla llamada Grammy Rosa. En 1991 le propusieron hacer un show vestido de mujer. Era la oportunidad de subirse a un escenario, pero en esa época pasaba por su mejor momento de galán y pensaba que si se vestía de chica iba a perder ese status de hombre conquistador que la gente veía en él.
Su primer show bajo esta nueva faceta fue personificando a Rocío Durcal interpretando la canción Que el mundo ruede . De ahí en adelante participó y ganó en todo tipo de concursos. En esa época conoció a un transformista muy famoso, Manuela de la Oz, que ahora está retirada, pero era la diva hace 25 años. “Me llevó a la discoteca Dandy y me hizo toda la producción, peluca, vestuario”.
Asegura que el transformismo se perdió. Ella y sus contemporáneas siempre se han esmerado en que todo se vea perfecto, crear una caracterización compleja que incluyera rasgos físicos y modismos que le han permitido cumplir 27 años de vida artística ininterrumpidas.
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El transformismo lo respeta y lo ve desde un nivel profesional y cultural, “así en Colombia no se pueda vivir de ello, hay que manejarlo de esa manera”.
Lo más difícil de los comienzos en los 90 era el acoso de la policía. Parecía que ser gay era un delito, la carga de una etiqueta que siempre los asociaba con drogadicción y prostitución. No se podía salir vestido de mujer, porque, aunque era una verdadera transformación y éramos las divas de la canción era solo en los espacios donde se hacían los shows.
La magia de crear un personaje a través del transformismo se ha perdido. Hoy todo es más simple, “compran un metro de tela y se hacen un vestido. Ahora los nuevos chicos nacen más femeninos y se tienen que esforzar menos. En nuestra época usábamos vestidos envarillados, y desde los aretes, el vestido, los tacones eran especiales para cada presentación acompañados de un maquillaje impecable”.
“Lo esencial para ser un buen transformista es saber hasta dónde se puede llegar para no ridiculizar el personaje o hasta dónde puedes ser creíble. Al final lo que la gente va a aplaudir es el talento, la profesión, el arte. El primer transformista que vi haciendo show se llamaba Susan Johana, era perfecta en todo: la veía y me idealizaba”.
“Para mantenerse es importante la imagen, la credibilidad y la honestidad me he ganado tantos concursos que perdí la cuenta y he perdido muchos, pero nunca renuncié”, hoy en día organiza eventos de belleza y de talento como Miss Mundo Colombia Gay que ya lleva 16 años; el Reinado Nacional del Folclore desde hace 10 años; y desde hace tres años Shows to Shows Gold Star, un concurso para escoger el mejor show de transformismo. La discoteca Noa Noa, ubicada en Chapinero, se ha convertido en el templo del transformismo reemplazando a la icónica Pantera Roja, la cuna donde nacieron todas las divas de la capital
Con su show ha recorrido Italia, Cuba, España, Panamá y Ecuador, destinos que le han permitido tener un termómetro del cómo está el mundo del transformismo y aplicar algunas cosas de lo aprendido y de las experiencias en Colombia.
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MADORILYN CRAWFORD, LA OTRA MADONNA
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Mario Fernando llegó a Bogotá procedente de Villavicencio en los 90 en una época en la que los dueños de los bares buscaban la versión transformista de Madonna: esa chica que estaba causando sensación en las emisoras y los videos del entonces poderoso Mtv por canciones como Like a Virgin y Material girl. Mario ya había encarnado a Marilyn Monroe en la discoteca La Tasca Santa María y ante el éxito de su representación, el dueño del lugar lo animó a medírsele al nuevo personaje. Así nacía Madorilyn Crawford. Su nombre es un homenaje a tres grandes figuras del entretenimiento Madonna, Marilyn Monroe y Joan Crawford
Con su show llegó a refrescar los espectáculos llenos de música de plancha y rancheras en los 90 con su performance madonnesco que incluía réplicas del vestuario de la gira Blond Ambition. Madorilyn se sumaba a las excentricidades de la chica material, sacando la ropa interior al exterior, algo que no era bien visto en el escenario. Salía en ligueros al escenario y se tinturó el cabello pues en 1991 no había pelucas platinadas. Después de ese concurso llovió el trabajo porque no había quién hiciera un show de la cada vez más popular Madonna. Camilo Pombo y Pilar Castaño, presentadores del popular programa televisivo de entretenimiento Esta Noche Sí, la buscaban para hacer shows y de paso ayudaron a ver el transformismo como un arte.
En esa época la policía cometía fuertes represiones contra todas las manifestaciones homosexuales, ningún lugar podía ser públicamente gay y las banderas afuera de los establecimientos no existían. “Por fortuna yo estaba en el mundo del espectáculo, imitaba a Madonna muy bien y eso me ayudó a recibir el respaldo y la recomendación de personas del medio artístico llegaba a lugares en calidad de transformista, pero en sitios hetero no podía llegar vestido de chica, si tenía mucha pinta de trans me era prohibida la entrada. Había que movilizarse en taxi sin ser descubierto o se lo llevaban a uno para ‘la Quinta’ que era la estación de policía famosa en ese tiempo”. Hoy la situación es diferente. La visibilidad del transformismo es amplia y hay espacio para hablar de ello hasta en aulas universitarias. A pesar de esto los dueños de algunos establecimientos aún no saben valorar el trabajo que hacen y muchos solo lo ven como algo de relleno para el show de medianoche y que se escoge sin mayor criterio, sin pensar si tiene o no experiencia.
“La época fuerte de mis shows haciendo de Madonna fue entre el 91 y el 98. Hice muy buenos performances hasta el 2005 y después empecé a trabajar el activismo social”. Madorilyn trabaja en el magazine web Macabra, dicta talleres sobre la familia diversa con la Fundación Red Familia Diversa, y también participó en proyectos del colectivo artístico El Rebusque para contar la vida diaria de la trabajadora trans.
En el 2005 se ganó el Diva de Divas, concursó con 25 transformistas, y su show interpretando la canción Frozen de Madonna un perfomance donde utilizó palomas saliendo de un gran vestido impactó al jurado, el bar Fusión de Arley Clavijo le otorgo el primer lugar, un premio que le demostró que después de varios años su creatividad seguía vigente. El año pasado Shock la invitó, en el marco del festival IndieBo, a la premier del documental Strike A Pose sobre los bailarines de la gira Blond Ambition de Madonna. Su presencia era un puente entre dos de los icónicos bailarines Jose Extravaganza y Salim Gauloows que estuvieron presentes en la función, fue el culto local a la Reina del Pop.
Pero no todo ha sido felicidad. También ha sufrido de discriminación que ha venido desde su familia, Madorilyn la vivió desde sus inicios pues su mamá no aceptó que se vistiera de chica así supiera que de esa forma se ganaba la vida.
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“Hoy en día las madres de jóvenes gays que tienen 20 o 25 años saben cómo convivir con ellos y los apoyan en todo lo que decidan en su vida profesional”.
“Un transformista necesita actitud, ganas de joderse la vida un rato, porque lo señalan y lo critican, le toca convivir con espacios donde no se puede vivir porque uno se viste de chica. Por fortuna hoy en día la tecnología ayuda a menguar un poco los abusos y también tener otras perspectivas.”
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KAREN MICHELL, LA REINA DE LA INDEPENDENCIA
Hace 35 años, en un reinado llamado Miss Maja Gay, una novata participante concursaba durante los dos meses que duraba el reinado y logró quedar entre las 10 finalistas. Originaria de un pueblo de Cundinamarca, se deslumbraba por los concursos de belleza, el Reinado Nacional del Bambuco Gay, que se celebraba en Bogotá, captó toda su atención y la llevó a participar durante dos años consecutivos: el primer año no clasificó, en el segundo logró el título de princesa, pero quería la corona. Para lograrlo viajó a Neiva, capital del bambuco, durante tres meses para adquirir todas las aptitudes de este tipo de reinas, pulir su vestuario y maquillaje, mejorar su baile y así regresó para ganar la corona. Tan experta y entrenada quedó en bambuco que también logró quedarse con el título de la edición gay del Reinado en Neiva. Luego la mirada estuvo puesta en todos los concursos de belleza gay nacionales: Miss Mundo, Miss Universo, Miss Colombia, Reinado Nacional de las Flores, y así fue acumulando coronas.
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Siempre le gustó el maquillaje y el vestuario. El diseñador Henry Rubiano fue clave en la transformación de Karen, fue quien le hizo sus primeras pelucas y vestidos desde el comienzo, después Karen vio la necesidad de maquillarse a sí misma y estudió en Caretas al mismo tiempo tomaba clases de diseño de modas. Así tenía armas suficientes para valerse por sí misma.
Trabajaba en una empresa de ventas troqueles para marroquinería entre semana y los fines de semana se dedicaba a los concursos. “A pesar de que eran otras épocas muy diferentes a las de hoy, las personas tenían más respeto por el transformista y el escenario, ser transformista no era fácil, tenías que cubrir tus gastos de vestuario y maquillaje, siempre ha sido un mundo de lentejuelas y brillos y no se podía como hoy en día donde cualquiera se pone el vestido de la hermana o va a una de las grandes tiendas que hay y compran un vestido en promoción y salen de fiesta”.
“En nuestra época si no tenías la producción requerida simplemente no podías estar dentro del grupo, era una élite que se formaba por logros obtenidos. Por la aceptación del público me gané un lugar, en esa época nosotros no salíamos en televisión o teatro, nada, era el bar de las locas y de ahí no pasaba. Quienes llegaban era por talento, medios económicos o padrinos como los diseñadores de modas Alfredo Barraza, Carlos Arturo Zapata o Hernán Zajar, ellos se acercaban a los escenarios y si veían a alguien con talento les ofrecían patrocinios de vestuario para los shows.”
La primera vez que se vistió de mujer pensó que sería muy fácil, pero era una principiante y estar al lado de los transformistas más reconocidos de la época la intimidó un poco. Eran tiempos en los que las hormonas eran las aliadas más grandes y era normal la ayuda para sacar caderas, busto y suavizar la piel. “Venía de un pueblo y me aterraba que vieran esos cambios en mi casa, ahora lo que está en boom son las ‘lipo’, los diseños de sonrisa, la cola, de todas maneras, siempre ha existido la espuma y las medias. Nadie salía en vestido de baño sin medias porque nadie se depilaba.”
Cuando llegó a participar a Miss Maja en 1989 todo era más difícil porque no existían casas de maquillaje ni de vestuario como las de hoy. No existían zapatos talla 40 en Colombia pues el promedio de tallas para mujeres era 38 – 39 y las que calzaban tanto no usaban tacones porque eran muy altas y no los necesitaban. “Solo existía un almacén de calzado para transformistas, pero el problema es que hace 30 años un par de zapatos costaba 170 mil pesos y se hacían sobre medidas, los que podíamos comprábamos apenas un par y los convertíamos en multiusos, los forrábamos, les cambiábamos los colores”.
El transformismo empieza en los reinados, de reinas se pasa a presentadoras y se entra al mundo artístico dependiendo del talento de cada una. Había tres reinados al año Miss Universo gay, Miss Maja y Miss Colombia gay, eran las fechas más esperadas, pero cuando pasaban no quedaba más que buscar otros espacios.
El primer show que hizo en 1990 fue imitando a Claudia de Colombia con la canción La señora, de moda por esos días, y también encarnó a la española Lolita. “En esa época el show era propio para cada transformista. Yo era la única que hacía La señora, pero hoy varias la cantan. Marqué esa época con el popurrí ranchero de Luz Adriana y Linda Ronstadt. Había mucho talento entre un círculo cerrado de 10 o 12 artistas de muy buen nivel, lograr estar a su altura era casi imposible”.
“Empecé a hacer playback en los shows y me fui ganando un puesto dentro del medio afortunadamente por ganar el Reinado Nacional de Bambuco en Bogotá en el 90 y en Neiva en el 92 tomé la franquicia del reinado, empecé a organizarlo y a presentarlo este año cumplimos 30 años de estar al frente de la edición Bogotá”.
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En 1993 una obra de teatro llamada Champagne Show de Óscar Ochoa le abrió un nuevo espacio: una pieza eminentemente gay que reunía las grandes divas del transformismo, dentro de ese espacio Ochoa abrió un cupo para Karen Michelle: era la oportunidad de lograr estar en el escenario con las grandes, cuando las divas transformistas salían al escenario la gente se enloquecía mientras que a las nuevas las aplaudían tímidamente, pero el hecho de estar en el mismo escenario ya era un gran logro.
Pero nada dura para siempre. El transformismo en los noventa quedó marcado cuando todas las grandes divas desaparecieron, el SIDA fue una avalancha que arrasaba con todas de esa época sobrevivieron Karen y La Chachi, esa fue la oportunidad para ascender con sus personajes, para encontrar un nuevo y privilegiado lugar con sus interpretaciones de Rocío Durcal o Amanda Miguel.
El vacío de las divas transformistas en los espectáculos lo empezaron a ocupar los strippers y la novedad de ver hombres desnudos. “Fue una época en la que los sitios nos cerraron las puertas, pero después de unos años el transformismo volvió con más fuerza, y desde que nos apoderamos del micrófono tenemos la oportunidad de hablar, de interactuar con la gente, de hacerla reír y de reírse de los errores durante el espectáculo: eso pasó a ser parte del show”.
“No vivo del transformismo. Soy maquillador y vestuarista entonces no puedo descuidar lo que sí me produce dinero. Karen Michelle es muy costosa porque siempre está bien producida desde los zapatos, el vestido, los accesorios, las pelucas… tengo la facilidad de hacerlo porque me gusta, pero le doy mi precio”. Hoy afirma que el transformismo y el travestismo se han mezclado. La línea entre quienes quieren vestirse de mujer, sin perder su masculinidad, y los hombres que quieren ser mujeres, es cada vez más difusa. La represión de hace 20 o 30 años hacía que los transformistas mantuvieran en su vida diurna looks muy varoniles –barba, piernas peludas, etc.–, mientras que los de ahora no temen en ir por todo lado maquillados, con el pelo largo, hacerse la liposucción o mandarse poner implantes en las nalgas.
“En mi época nadie se depilaba porque no se podía mostrar las piernas sin vellos ante la familia, es complicado cuando uno no está desligado de la casa. Mi familia es de lo más apática de este medio, los tengo separados de mi trabajo por intuición se imaginarán que soy gay pero nunca he tenido una conversación con ellos por respeto”.
En el 2015 Karen Michell hizo un papel corto para televisión, pero no lo ha vuelto a hacer. “Los papeles que nos dan son de putas que roban en escenas en cárceles, fui el primer transformista en una comedia en televisión en el 2003 protagonizada por Lorna Paz y después me llamaron para la nueva versión de Telemundo de Los Victorinos. Serían 28 capítulos con todas las condiciones laborales de un actor. Cuando exigimos es porque en tv no hay maquilladores de transformistas y el vestuario no es para un cuero de hombre, por eso yo cobro por un paquete completo que incluye actuación y producción. No es negocio para mí si la oferta no es buena”.
El acto de Karen Michelle incluso ha llegado a Estados Unidos, a Miami y a Nueva York, ciudad donde fue elegida el 4 de julio de 2016, Miss Independencia Internacional: un título fuera de concurso que se otorgan a una persona reconocida de cada país por su trayectoria en el transformismo.
Este reconocimiento alejo totalmente la idea de que a su edad su personaje ya tenía que haber cumplido su ciclo, Miss Independencia la llenó de vitalidad y dejó claro que está vigente.
“Hasta cuando me chiflen voy a estar en un escenario, me gusta, lo disfruto, pienso que me veo bien y estoy al día con lo que exige un buen show, nunca daría una fecha de retiro, hasta que el pulso ya no me dé más”.
Los que sí cumplieron su ciclo fueron los concursos que organiza hace 30 años. Miss Amistad terminó en febrero pasado y el Reinado Nacional de Bambuco Gay verá su última edición en julio del 2017. Y, como afirma Karen, si estos concursos hicieron historia es hora de que hagan historia los nuevos.
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