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¿Merecen los acosadores sexuales una segunda oportunidad?

Vivimos en una sociedad que se preocupa más por lo que les pasará a hombres que cree imprescindibles, que por lo que han tenido que vivir sus víctimas.

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FOTO Akaranan Panyadee / GETTY IMAGES

Louis C.K., el comediante que se masturbó frente a varias mujeres sin su consentimiento, volvió a la comedia después de 10 meses de silencio. Muchas nos preguntamos: ¿fue suficiente tiempo?

Por: Juliana Abaúnza // @julianaabaunza

El movimiento #MeToo explotó en el 2017 cuando se hicieron públicos los abusos sexuales cometidos por reconocidos hombres de la industria cinematográfica como Harvey Weinstein, Kevin Spacey y una lista que va creciendo. Entre los famosos de Hollywood que abusaron de su poder estuvo el comediante Louis C.K. En un artículo publicado por el NY Times, cinco mujeres contaron experiencias de masturbaciones no solicitadas y otros comportamientos inapropiados de parte de C.K. Además de pasar por esas experiencias desagradables, las comediantes tuvieron que soportar casi 16 años de ser llamadas mentirosas y vieron cómo sus carreras se frenaban porque C.K. y su mánager trabajaban activamente para quitarles oportunidades.

A los pocos días de que se publicara el artículo, el comediante admitió todo de lo que se le acusaba y dijo que se retiraría por un tiempo. Diez meses después, el pasado 2 de septiembre, el tipo regresó al escenario de un club de comedia en Nueva York. Su presentación fue un show sorpresa de 15 minutos y al terminar recibió una ovación de pie. Desde ese día han aparecido varios artículos, publicaciones en blogs y tweets que se preguntan si un hombre como Louis C.K debería pagar por sus errores el resto de su vida. Y desde ahí surge la pregunta: ¿cuánto castigo es suficiente castigo para los acosadores?

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A diferencia de muchos acusados en esta época del #MeToo, Louis C.K. supuestamente era un aliado que ayudó a promover las carreras de varias comediantes. Durante muchos años fue mi comediante favorito. Podía repetir sus stand-ups veinte veces y siempre me hacía llorar de la risa. En el 2016 lo vi en el Madison Square Garden y creo que pocos días de mi vida me he reído tanto. Salí con los cachetes y el abdomen adoloridos de tantas carcajadas. Una gran parte de su stand-up era acerca de lo difícil que es ser una mujer en el mundo y yo pensaba “este man nos entiende”. Louis parecía ser un feminista y hacía chistes sobre lo peligrosos que son los hombres para las mujeres… pero resulta que él era uno de esos hombres a los que tanto criticó.  

Durante años hubo rumores de que él había hecho algo, pero sus fanáticos nos hicimos los locos hasta que ya no hubo forma de negarlo. Y estoy segura de que así como a mí se me rompió el corazón y se me cayó un ídolo, a muchos les pasó lo mismo. Pero cuando la admiración por la genialidad cómica de alguien provoca argumentos como que lo que él hizo no fue tan grave, hay algo mal. “Ay, no fue como que violó a alguien”, “ay, si no querían verlo se habrían salido de las habitaciones”, “ay, él no era el jefe de ellas entonces no es como que abusara de su poder”. Esa confusión ocurre porque la gente cree que la comedia es un campo en el que la gente trabaja sola. Pero la vaina no es así. Los comediantes tienen que pasar tiempo con otros comediantes y muchas veces las carreras avanzan porque algún comediante en una posición superior recomienda a uno que está en una posición inferior.

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Entonces sí, C.K. no era técnicamente el jefe de ellas, pero imaginémonos la misma situación en un ambiente de oficina colombiana. Piensen en un compañero de trabajo que tiene un mejor puesto que el de ustedes y puede impulsar o frenar su carrera porque les tiene el oído endulzado a los jefes. Ahora imagínense que ese compañero de trabajo se hizo la paja frente a no una, no dos, sino cinco compañeras y lo pillaron y el man lo aceptó y dijo “ok, me voy”. Todas se sienten más seguras, por un momento piensan que sus historias importan. Pero resulta que en este escenario hipotético menos de un año después el man vuelve de unas vacaciones, se sienta en su escritorio como si nada y el resto de la oficina lo recibe con aplausos. Y cuando alguna de las afectadas se queja, otro compañero de oficina le dice que ya, que se calme, que qué más quiere, que el tipo no trabajó diez meses y que tienen que dejarlo volver porque el man rinde mucho en el trabajo. ¿Tiene sentido? No. Si no tiene sentido en una oficina normal, tampoco debería tener sentido en el mundo de la comedia.

“Pero es que él ya pidió perdón y se alejó un tiempo, ¿qué más quieren las cansonas feministas?”, pregunta ante la que respondo con ojos entrecerrados al estilo del perro de Los Simpson. Louis sí publicó una declaración cuando todo se supo, pero en ninguna parte de esa declaración están las palabras “perdón”, “lo siento” o “pido disculpas”. Y en lugar de pedir perdón, en esa declaración parecía que ni él entendió bien qué fue lo que hizo mal porque hay una parte en la que dice que nunca le mostró sus genitales a nadie sin primero preguntarle. Como que nadie le explicó que preguntar sin esperar una respuesta no es equivalente a tener consentimiento y como que nadie le explicó que aceptar una cagada no es lo mismo que pedir perdón por ella.

Al final de esa declaración dijo que llevaba toda su carrera hablando y que había llegado el momento de dar un paso atrás y tomarse un tiempo largo para escuchar. Parece que con “un tiempo largo” se refería a menos de un año. Hay quienes dicen que eso es tiempo suficiente, pero hay quienes creemos que no. En un artículo para el New York Times, la escritora Roxane Gay respondió a la pregunta de cuánto tiempo debe un hombre como LouisC.K. pagar por lo que hizo y dijo cosas que no suenan tan difíciles de lograr. Para ella, C.K. debería estar por fuera de la comedia “al menos el mismo tiempo que se esforzó por silenciar a las mujeres a las que asaltó y al menos el mismo tiempo que hizo que ellas dudaran de sí mismas y al menos el mismo tiempo que el mundo de la comedia lo protegió a pesar de todos los rumores de su comportamiento. Debería pagar hasta que demuestre algo de entendimiento de que lo que hizo está mal. Debería intentar compensar financieramente a las víctimas por todo el trabajo que no consiguieron debido a sus esfuerzos por silenciarlas. Debería facilitarles oportunidades profesionales. Debería financiar sus tratamientos psiquiátricos durante el tiempo que ellas lo necesiten. Debería donar a organizaciones sin ánimo de lucro que trabajen con víctimas de acoso y violencia sexual”.

Sí, durante sus años dorados Louis C.K. fue un genio, pero el mundo de la comedia no se va a acabar si él ya no está en la cima. Siempre que acusan a un hombre de acoso sexual y se confirma que sí hizo eso de lo que se le acusa, oigo y leo respuestas como “¿pero qué pasará con la vida de este pobre hombre?” o “¿quiere alguien pensar en las carreras de estos pobres millonarios?”. Parece que vivimos en una sociedad que se preocupa más por lo que les pasará a hombres que cree imprescindibles, que por lo que han tenido que vivir sus víctimas. Por eso me da una mezcla de risa y rabia cuando alguien dice que #MeToo está acabando con las vidas de los hombres. Pff, si hasta los que lo aceptan son recibidos de vuelta con aplausos.

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