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Mundial Rusia 2018: la maldición que hace que los mejores se lesionen

Este embrujo es incluyente y se mete con todos: musulmanes y cristianos (deja en paz a los ateos porque no hay futbolistas ateos)

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Cada cuatro años, en los meses previos al mundial, se repite la misma vaina: las figuras empiezan a romperse y lloran desconsoladas mientras periodistas, familiares y fanáticos, conmovidos y muy rayados, hablan con resignación de la puta maldición premundialista. 

Por: Juan Francisco García @jfgarcia2809 

Este embrujo es incluyente y se mete con todos: musulmanes y cristianos (deja en paz a los ateos porque no hay futbolistas ateos); africanos, sudacas y europeos; con los goleadores, los defensas toscos y con los arqueros; con las jóvenes promesas, pero también con los cuchos y con los que sueñan con su primer mundial… ¡Hasta se metió con Falcao!

Este año la maldición ha estado relativamente tranquila y no ha escupido titulares excéntricos, como el de Cañizares en el 2002, que se rompió el tendón de Aquiles por evitar con el pie derecho que su colonia preferida cayera al suelo; o la de Éver Banega en el 2014, que se jodió la tibia y el peroné porque mientras echaba gasolina el carro se le rodó y lo atropelló; o la de Aldo Leao hace cuatro años, que en plena concentración se jodió calentando y tuvo que decir adiós. Esta vez no ha sido tan despiadada, pero igual ya hay víctimas de renombre.

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Uno de los primeros caídos de esta nueva edición fue Alexander Kokorin, la gran figura rusa que en marzo se rompió el ligamento cruzado y tendrá que ver (perder) a su equipo por televisión. Después vino la ruptura de ligamentos y meniscos del central Emanuel  Mammana, un fijo  para Sampaoli. Y el tendón roto del portugués Danilo. Y la dolorosísima lesión de espalda de Emre Can, el fenomenal volante central del Liverpool, que al igual que Chamberlain —maldita sea— se perderán la final de la Champions y el mundial. Severo combo. 

La misma mierda con Koscielny, que también se jodió el talón de Aquiles en la semifinal de Europa League… y Özil, al que le duele la espalda, y la operación de rodilla del Kun Agüero, y el tobillo de Harry Kane, y Neymar que no juega hace meses… y en Colombia Falcao nos asusta a diario y Cardona viene con problemas musculares, ¡ay Dios! 

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Pero…  ¿existe de verdad la maldición? 

Pues vea, si somos serios, y no creemos en razones místicas ni castigos divinos, la verdad verdad es que las lesiones premundialistas, más allá del dolor emocional que traen consigo, no tienen absolutamente nada de raro. No es que las rodillas de los futbolistas se hagan más endebles cada cuatro años. Nada de eso.

Si le llamamos maldición es porque, por un lado, cuando el mundial empieza a vislumbrarse, la atención al fútbol se quintuplica. Entonces, naturalmente, los tendones rotos, los meniscos en mil pedazos y los desgarros musculares nos duelen a todos cinco veces más. Piense por un momento qué hubiera pasado si la lesión de Koscielny (el franchute cuyo nombre usted no sabe escribir ni pronunciar) hubiera ocurrido a comienzos del año pasado y no a tres meses del mundial de Rusia...  ¡Nada! No le hubiera importado, como tampoco le hubiera dolido el ligamento roto de Ox Chamberlain. Solo nos importan estas lesiones, solo nos remueven, porque nos privan de apellidos de renombre en el mes más lindo de todos. Somos egoístas, pero eso ya lo sabíamos. 

Por otro lado, aunque estadísticamente no hay ningún incremento significativo, sí es verdad que la ansiedad premundialista, esa que nos quita el sueño y hace que el tiempo parezca caminar más lento, también le jode la cabeza a los superclase y los hace más propensos a lesionarse. ¿Por qué?

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Una mente ansiosa desemboca en unos músculos tensos y unos músculos tensos son más proclives a sufrir una lesión. No es cuestión exclusiva de los futbolistas. Si usted fuera a echarse un picadito con sus amigos el día antes de presentarle el reporte trimestral a su jefe, además de que ya está en riesgo porque arrastra un sobrepeso de libro y no estira desde que estaba en el colegio, la angustia lo haría más propenso a joderse. Y eso que usted trabaja en una empresucha, gana mal y su jefe es un filipichín. Imagínese que fuera futbolista y estuviera ante la oportunidad de cumplir el sueño de su vida.

Otro factor que atrae a las carroñeras lesiones es justamente el miedo obsesivo a lesionarse. Futbolistas que por miedo a perderse el mundial juegan los últimos partidos de la temporada a media máquina y van blanditos a las divididas. ¡Ja! En esto, el que no va a romper, sale roto. Échele cabeza. ¿De sus amigos cuál es el que más se lesiona? Bingo. El más hipocondriaco; el que más Ben-Gay se echa, el de la rodillera sofisticada, el que se sabe todos los estiramientos. Nada de eso es casualidad.

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Finalmente está el tema del calendario. En los años de mundial todas las ligas, para poder terminar, tienen que apeñuscar partidos. Esto significa que los tiempos prudentes de descanso se van haciendo más cortos y al final de temporada hay mucho futbolista que viene con contracturas y otros problemas musculares. La paradoja es que si bien no se encuentran en óptimas condiciones, por la necesidad de mostrarse y asegurar un cupo con su selección, simplemente no se pueden dar el lujo de parar. Juegan y juegan hasta que “crack”, los músculos les sacan la mano.

Entonces sí, hablemos de una puta maldición.

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